
Palabras misteriosas sin duda, las que Carlos Madrazo Becerra, defestrado como presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI en los sesentas, le dijo a Elena Garro, quien lo visitó en en su despacho, un día en que la ciudad vivía las primeras manifestaciones estudiantiles de aquel año fatídico de 1968. Carlos Madrazo le dijo respecto a la actitud de los estudiantes:
“Mire, es un complot con muchos vasos comunicantes, tenga usted mucho cuidado, no firme nada, no escriba nada, no se meta en nada, porque si nos metemos, los madracistas vamos a ser los chivos expiatorios”.
Tan solo en la Universidad Veracruzana, una de las más activas en cuanto a la lucha en contra del gobierno, había cautivado a más de dos mil estudiantes y profesores que se congregaron para escucharlo en una conferencia donde habló precisamente de la falta de democracia que se vivía en el país bajo el régimen priista. Juan José Rodríguez Prats, hoy distinguido panista pero entonces uno de los principales activistas del movimiento estudiantil xalapaño del 68, muy cercano a Madrazo por razones de paisanaje, recuerda con emoción parte del discurso del político tabasqueño
“Yo recuerdo una frase cuando lo presenté en Xalapa, ante un público de dos mil gentes, y dice: a los pueblos les gusta vivir de su pasado, acariciar viejas glorias y acariciar nostalgias y por eso construye museos, y en un museo recóndito, y en ese museo hay una sala, y en esa sala hay una vitrina, y en esa vitrina hay una tacita rota y deteriorada, esa es la democracia mexicana”
Rodriguez Prats, estudiante de derecho pertenecería al núcleo dirigente veracruzano que mantenía contacto activo con líderes estudiantiles de casi todas las facultades de la Universidad Veracruzana, y era el enlace evidente del movimiento estudiantil veracruzano con los líderes del comité de huelga que comandaba todas las acciones de protesta en el Distrito Federal.
Un mito que se desarrolló desde entonces era que el movimiento estudiantil era parte de un movimiento popular que incluía a organizaciones obreras y campesinas, y gran parte del pueblo. Los indicios históricos plantean todo lo contrario. El problema del movimiento de 1968 era completamente reducido al sector de una parte de los estudiantes universitarios. Los demás sectores de la sociedad, sobretodo los obreros y campesinos, se mantuvieron al margen de los hechos. Incluso, podría decirse que el resto de la población se mantuvo indiferente a la revuelta hasta que sucedieron los hechos del 2 de octubre, en los que más que indignación o protesta popular del pueblo, se generó un sentimiento de compasión por los sacrificados.
Los mismo líderes del movimiento del 68 no permitieron que otros movimiento sociales se conectaran a su lucha, que estaba empeñado en focalizar el movimiento en destituir a funcionarios policiados del gobierno, en principio, y a dos de las máximas autoridades del país: Luis Echeverría Alvarez y Gustavo Díaz Ordaz. Ese era el motivo de la lucha, no la democracia y no el cambio del régimen. Solo la destitución de funcionarios.
En el libro de Luis Enrique Ramírez, se recobra esa parte oscurecida por la mitología respecto al movimiento estudiantil del 68, cuando recupera de los recuerdos de Elena Garro otro hecho significativo y que muestra como los líderes del 68 no estaban interesados en generar un movimiento social de mayor magnitud, que incluyera la causa de otros grupos marginados en pie de lucha. Dice Elena en la entrevista:
“Tiempo después, todavía en los inicios del movimiento, Carlos Monsivaís nos llevó a Helena y a mí (Nota del Editor: Helena es la hija de la Garro) a una junta en el Auditorio Ché Guevara de Ciudad Universitaria. Era con líderes del movimiento y con profesores. Dos días antes, Genaro Vázquez, que era un guerrillero, me había mandado con una campesina unas hojitas que decían “Llamamiento de las montañas del sur a los maestros de la capital”, y allí explicaba que él también era maestro y que pedía el apoyo para su lucha. Genaro era guerrerense, era un hombre bueno. Helena llevaba esos papeles en su bolsa. Cuando empezaron a decir ahí en la reunión que había que enjuiciar a Díaz Ordaz y a Echeverría ante la ONU por crímenes contra la humanidad, Helena pidió la palabra y dijo que bueno, que estaba de acuerdo con que enjuiciaran a Díaz Ordaz y a Echeverría, pero también a Barragán, el ministro de guerra, y citó a todo el gabinete. Les quitó la máscara a muchos líderes del movimiento porque les dijo que muy izquierdistas, pero que todo era una movida de ellos. Y además pidió que le dieran el apoyo a Genaro Vázquez. ¡Qué barbaridad! Se soltó una desbandada…”
-Ya ni te acuerdes de eso, mamá -interrumpe Helena-, porque de ahí nos…
– De ahí nos vino el desmadre -completa Elena.”
Si, después de esa actitud retadora de Helena Paz, hija de Elena Garro y Octavio Paz, durante la reunión con el comité de huelga, comenzó la desgracia para ambas. Todo por haber manifestado su opinión sobre ampliar el sentido de la lucha a objetivos más amplios que focalizarlos solo a las figuras de Luis Echeverría y Gustavo Díaz Ordaz. Todo por haber dado a conocer que Genaro Vázquez, guerrillero en pie de lucha en aquellos años, pedía que su movimiento de campesino se agregara al movimiento de 1968.
Extrañamente, a partir de esa fecha, según cuenta la Garro, comenzaron a recibir múltiples señales de que no eran gratas en el país. Hubo mascotas muertas en sus casas, amenazas telefónicas in crescendo y advertencias hasta de algunos de sus amistades, en específico Virgilio Salmerón, un líder campesino oaxaqueño, quien le dijo haber escuchado en círculos políticos, que se la iban a chingar, a ella y a su hija. Le recomendó se fuera del país. Y Elena Garro se fue a Francia.
Meses después, se entera en ese país, que el gobierno publica las declaraciones de uno de los líderes del movimiento, Socrates Campos Lemus, logradas tras los interrogatorios del procurador de la república, Julio Sánchez Vargas, en el sentido de que quienes movían ideológica y financieramente al movimiento eran los políticos Carlos Madrazo, Braulo Maldonado, Humberto Romero, y los intelectuales Victor Urquidi, director del COLMEX, y Elena Garro, entre otros.
Un año después, en una misteriosa explosión en el aire del avión en que viajaba, moría Carlos Madrazo, el político disidente en la historia del Partido Revolucionario Institucional.
Jose Cabrera Parra, periodista de Excelsior en un artículo publicado hace dos años cita el origen de ese homicidio en motivos políticos:
Fuentes militares, por cierto, años después al 68. habían citado que el embajador de Estados Unidos, Fulton Freeman, fue otro financiador del movimiento estudiantil de 1968 y que incluso, ya en los días álgidos del conflicto, organizó una entrevista con el General Marcelino García Barragan, Secretario de la Defensa Nacional en el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, para comentarle que el presidente del país vecino, Lyndon B. Johnson, veía con buenos ojos que asumiera el poder el general ante la gravedad de los hechos estudiantiles en México.
Tras 45 años, la tragedia del movimiento estudiantil del 68 tiene todavía mucho cabos sueltos, indicios de factores ocultos que activaron una red protestas universitarias nunca antes vista en México, que quedan ocultos bajo un discurso sublimizado al nivel de los más altos valores de la sociedad mexicana, la democracia y la justicia, y un maniqueismo burdo, en donde los héroes quedan ubicados en el bando de los caídos y en contraparte, los villanos, en el sitial de los represores.
En realidad, los indicios son muchos y muy poco investigados por quienes, teniendo las herramientas metodológicas y científicas suficientes, no han hurgado en esa parte de la historia nacional, tan manoseada simbólicamente pero poco esclarecida en sus condiciones políticas y sociales reales.
Elena Poniatowska, quien se convirtió en un ícono de la literatura del 68, ni siquiera estuvo en el lugar de los hechos, como por ejemplo si estuvo, en su labor de reportera, la periodista italiana Oriana Fallaci, de quien podemos rescatar la descripción de la represión el 2 de octubre. Los relatos de la Poniatowska son extraidos años después con base a testimonios de algunos de los participantes, desde su papel de víctimas de los sucesos, pero sin ahondar en la historia más profunda de las confrontaciones de poder que se dieron en aquellos años.
¿Cuántos grupos militares, y a las órdenes de quién, estuvieron presentes el día 2 de octubre de 1968?
Capítulo aparte merece el asunto de las fracciones militares de ejército que se confrontaron en los eventos del 2 de octubre. En realidad, según testimonios y filmaciones dadas a conocer por el periódico La JORNADA muy recientemente, fueron tres a la sazón, el ejército que cubrió la plaza de las Tres Culturas y que en un momento dado se vío entre dos fuegos, de manera sorpresiva, el batallón Olimpia destinado a capturar a los líderes del comité de huelga de una manera lo más limpia posible y los misteriosos francotiradores desde las ventanas de los edificios de Tlaltelolco que se encargaron de cazar a la gente congregada en el mitín. Francotiradores que años después fueron identificados como miembros del Estado Mayor Presidencial.
Luis Gutiérrez Oropeza acusaría más tarde que otro militar intervino en los sucesos de 1968, se refería al general Lázaro Cárdenas, quién, según el jefe del estado mayor presidencial de Díaz Ordaz, recibía y daba instrucciones a algunos líderes estudiantiles, a pocas horas del ataque en Tlaltelolco.
Como se verá, el movimiento estudiantil de 1968 tuvo más trasfondos que la lucha por los ideales de la democracia y la justicia que pregonan hoy los medios y los que se dicen herederos de esa lucha.
Efectivamente, muchos fueron los jóvenes inmolados por un ideal noble, sin embargo, con su muerte se llevaron la ignorancia de que también su lucha estaba conectada a una confrontación entre políticos de alto nivel en México y en Estados Unidos, que se encargaron de atizar la lumbre al grado máximo para después apagarla de la manera más abrupta.
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Luis Echeverría Álvarez, Secretario de Gobernación, 1964-1970 | Rafael Hernández Ochoa, director general de Investigaciones Políticas y Sociales y Subsecretario de Gobernación 1958-1970 |
Fernando Gutierrez Barrios, director de Control de información de la Dirección Federal de Seguridad 1964-1970 |
Alfonso Corona del Rosal, jefe del departamento del Distrito Federal 1966-1970 |
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Marcelino García Barragán, Secretario de Defensa Nacional 1964-1970 |
Alfonso Martínez Domín-guez Presidente del Comite ejecutivo Nacional del PRI. | Luis M. Farias Presidente y jefe del control político de la Cámara de Diputados, 1967-1970. | Raúl Mendiolea Cerecero, Subjefe de la Policía preventiva del Distrito Federal |
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General Luis Cueto Ramírez, jefe de la policía del Distrito Federal | Licenciado Julio Sánchez Vargas, procurador general de la República, 1967 a 1971. |
Licenciado Gilberto Suárez Torres, procurador del Distrito y Territorios Federales. |
Ignacio Limón Maurer, dirigente nacional del panpan, mantenía la misma posición del gobierno, aunque con diferentes matices. |
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