por Sergio Hernández Sánchez

¿Escribir de qué o hablar de qué?¿escribir en primera persona? no lo consideré válido o quizá mi estado de ánimo no me inspiraba a hacerlo. Sin embargo, pensar en cientos de historias ligadas a la de Diario El Mundo me motivó.
Desde los forjadores de este importante medio informativo hasta los fieles lectores del ejemplar impreso, sin importarles la competencia de la versión digital, se consolidó una alianza de fidelidad que se construyó diariamente durante 62 años y nueve meses.
Sin embargo, el tiempo nos alcanzó. Emocionados, un grupo de reporteros de la generación de los años 90 de esta casa editorial aceptamos una de las invitaciones de Diario El Mundo para mejorar nuestra labor periodística: asistir a un diplomado de comunicación, junto con nuestros jefes.
Entre los expositores, estaba una venezolana, quien nos hablaba de cosas que veíamos muy lejanas: la internet amenazaba con desplazar y extinguir al periodismo en papel. ¿Cómo iba a ocurrir eso? si veíamos a ciudadanos, políticos y/o empresarios comprar puntualmente un ejemplar de El Mundo, leerlo y atesorarlo, incluso, por alguna nota o artículo que había atrapado su atención.
Y no lo creíamos en ese momento. Tan compenetrados con el periodismo impreso, no tenías tiempo para pensar en su fin. El compromiso diario: llegar puntual a cumplir con tu encomienda de obtener determinada información, comprenderla, analizarla, contextualizarla, contrastarla con otras voces, darle forma en tu mente y después en la escritura que plasmabas en cada teclazo de la máquina de escribir sobre las hojas de papel.
Y lo más emocionante: ver tu escrito informativo publicado en la portada o en cualquier espacio de Diario El Mundo, pero sobre todo, hacer conciencia de la labor social que el periodismo hacía por los demás: hacer notorio un conflicto social o la necesidad de un sector poblacional, para lograr que la información publicada llegara a la autoridad para dar respuesta y solución a los problemas que algunos ciudadanos tenían. Así, las anécdotas del vecino carente de servicios, los enfermos sin atención médica, los trabajadores desatendidos, los alumnos premiados, las mujeres agredidas y los familiares de los desaparecidos, se convirtieron en nuestras anécdotas.
Y Diario El Mundo fue una gran escuela que te enseñó varias cosas y entre ellas a probarte a ti mismo: o amabas y te comprometías con el periodismo, o te dejabas envolver por el ego y te olvidabas que el único interés de peso, es el de la sociedad y de los lectores.
Siempre el tiempo. Cuando te diste cuenta muchas cosas cambiaron: se intensificó la tecnología, había exceso de información (no toda investigada y confiable) y así el periodismo impreso empezaba a navegar en aguas turbulentas y la única apuesta seguía siendo la investigación y la búsqueda puntual de información.
La gran historia de Diario El Mundo seguía siendo el motor para nadar contracorriente y continuar en la preferencia y fidelidad de los lectores. Ahora llegó el tiempo difícil: el de la partida, el del adiós al periodismo escrito como lo vaticinaron en los años 90. La nostalgia se suaviza con la satisfacción de ser parte de un episodio importante de Diario El Mundo.