
Dentro del marco de revelaciones extraordinarias de la política nacional de los últimos días, a raíz de la rueda de prensa en la que Elba Esther Gordillo no solo desnudó al sistema político mexicano en todo su esplendor de corrupción, sino evidenció al presidente Calderón como un mentiroso y de paso demostró que la democracia en México dista mucho de ser transparente, confiable y vigilada; lo que debe sobrevenir es un golpe sobre la mesa del Presidente de la República.
La lideresa del SNTE no solo incurrió en un imprudente gesto cínico, sino también en un desplante de soberbia al aclarar como maneja al antojo de sus propios intereses políticos y personales a dicho sindicato, como lo dijo claramente al mencionar que cambió puestos en el gobierno a cambio de apoyar al candidato a la presidencia de la república panista en el año 2006.
Se puso así a tiro de cañón del presidencialismo mexicano que no ha sido erradicado aún del país, olvidando que precisamente ella fue un producto de un manotazo presidencial, en su momento dado por Salinas, al que le valió sorbete el fantasma de que el sindicato de maestros mas grande de Latinoamérica pudiera indignarse al remover a Carlos Jonguitud.
De cómo y cuándo será ese manotazo presidencial obligado, depende del Presidente Calderón, quien indiscutiblemente debió conocer previamente el contenido de la respuesta de Miguel Angel Yunes a la encendida líder magisterial, cuyo negro pasado, en el que se incluyen acusaciones de asesinatos de
profesores y otras tropelías, amén de la traición a su protector Jonguitud, la ponen en una posición difícil como para creer que es intocable.
De no proceder el presidente Calderón en su contra, no solo evidenciaría una muestra de debilidad presidencial, sino también el dejar vivo a un activo inmanejable ya del corporativismo que confiesa estar a disposición del mejor postor en la sucesión presidencial, y que por lo sucedido recientemente, acaba de romper definitivamente todo amarre y equilibrio con el gobierno actual.
El problema radica en que, en su momento, la estrategia de derrocamiento de hidras corporativas requirieron de cuchillos largos y de golpes certeros a cargo de hombres duros, como es el caso del degollamiento político de “La Quina” Hernández Galicia en el sindicato petrolero, en un plan comandado por el duro, Fernando Gutiérrez Barrios. Blake no se ve a la altura de esa posibilidad ejecutoria.
Entonces deberá ser el presidente, con su silencio sepulcral, quien decida la estrategia para cortarle la cabeza, razón por la cual más que nunca la siniestra Elba Esther, ya vapuleada en otros tiempos por los mismos priístas, deberá andar cuidándose hasta de su sombra, porque la respuesta de Miguel Angel Yunes tiene cola, y por supuesto bendición desde Los Pinos. Está pues situada en el punto exacto al borde de un pozo y debajo de un péndulo que en los siguientes días determinarán su suerte, seguramente precedida de la traición.
