Según un avezado observador político veracruzano, que se reunió conmigo en casa esta semana; hasta la fecha, y quizás hasta el momento de las elecciones, entre los analistas políticos no cabe la menor duda que la gran disputa electoral en la contienda por la presidencia del 2012 será entre dos partidos: el Partido Revolucionario Institucional y el Partido de la Revolución Democrática. El PAN, lamentablemente, abonó a su propia exclusión con los estilos de gobernar de dos de sus presidentes, Fox y Calderón, que tiene al país al borde del gran desastre nacional. Un sexenio más y balcanizarían al país, sin lugar a dudas.
Los movimientos políticos y las señales que generan tanto Peña Nieto como Andrés Manuel López Obrador son de la mayor importancia porque ahí está el futuro presidente de México. De los dos, hasta el momento, tampoco cabe la menor duda que el mejor posicionado es el político mexiquense. Para López Obrador solo queda el impulso de la emergencia que pudiera darse si el país requiriera un modelo alternativo más extremo, en caso de que la economía mundial se desbarrancara, antes de las elecciones del 2012.
Del PAN, desgraciadamente, queda poco por hablar. Su corriente gubernamental está ahogando en la sangre a la historia nacional. 50 mil muertos son un pesado historial, incluso para cualquier país en guerra del mundo. La inclusión forzada de un Ernesto Cordero gris, soberbio y tonto [políticamente hablando), la misteriosa permanencia de Josefina Vázquez Mota (más seria y política pero sin ninguna propuesta más allá del calderonismo) y el persistente afán de Creel de hacer el ridículo en una aspiración sin futuro, no son las mejores cartas para un grupo de políticos pragmáticos que agoniza y cuya última carta podría ser volver a jugar sucio, como lo hicieron con su propio maestro, Carlos Castillo Peraza (que hasta renunció al PAN en 1998 por ello), cuando hurgaron en sus archivos para dejarle el camino libre a Fox; o en las elecciones del 2006, para esquilmarle el triunfo a López Obrador; o en maniobras secretas que los asociarían a acciones que lindan el terreno del terrorismo.
Quedan pues dos fuertes candidatos en abierta disputa: Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. Hoy hablaremos del primero, el ex gobernador mexiquense que, por el contrario de lo algunos afirman, ha dado muestras de sagacidad política y diferente estilo de manejo de los hilos del poder que cualquiera de los otros aspirantes a la presidencia de la república, a excepción de Manlio Fabio Beltrones, que de ser otras las circunstancias, sería el mejor candidato a la presidencia de la república del PRI.
Entre los hechos a analizar de la personalidad de Peña Nieto, que lo apunta hacia la posibilidad de ser uno de los presidentes de México mas relevantes de las últimas décadas, de ganar las elecciones, está su accionar en la sucesión presidencial del Estado de México, donde abrió la puerta para que asumiera la candidatura del PRI a la gubernatura, al político más popular y más hábil en el manejo de grupos políticos, Eruviel Avila, por encima de su brazo derecho, Luis Videgaray, y del recomendado del grupo Atlacomulco, Alfredo del Mazo Maza. Es decir, no inclinó su máximo poder de decisión hacia el favorito, como lo hiciera cualquier gobernante de miras ramplonas, ni hacia el recomendado, como actúan por lo general los políticos convenencieros, sino por el más apto. Los resultados electorales fueron contundentes en el Estado de México.
Otro hecho a considerar es la actitud tomada hacia Manlio Fabio Beltrones en cuanto a la insistencia de éste en que las elecciones fueron abiertas y no por designación de unidad, en el caso de la candidatura para la presidencia por parte del PRI. Otro político, con la fuerza que ya hasta a estas alturas tiene Peña Nieto, en el ánimo de los sectores de fuerza del PRI, hubiera hecho a un lado la exigencia de Manlio. Le aceptó el reto por dos razones, una para demostrar precisamente en la elección abierta su posicionamiento en el ánimo priista ya evidente; dos, para no fracturar su relación con Manlio porque lo necesita. El político sonorense es, como ya hemos dicho antes, el político más avezado, mas preparado, con mayor malicia y capacidad estratégica que tiene el PRI a nivel nacional. De no estar de por medio el carisma de Peña Nieto, él debiera ser el candidato a la presidencia. Es más, obligadamente, su posición en el próximo gabinete indiscutible es la de ser el nuevo Secretario de Gobernación. Hay que tejer fino para mantener la posición de Beltrones dentro del PRI.
El tercer hecho importante del estilo de manejo del poder de Peña Nieto es su acercamiento a los Estados Unidos, en el marco de una primera animadversión planteada hace años por Hillary Clinton respecto al político mexiquense. Peña Nieto realizó una extensa gira, la más larga de las recientemente hechas por los 3 aspirantes más fuertes en pos de la presidencia de México, en Estados Unidos para apuntalar lo que deberá ser la relación fuerte con un país que siempre ha decidido sobre el futuro de México. A Estados Unidos se le debe hasta la creación del PRI, a través del diseño estratégico propuesto por Dwight Whitney Morrow al presidente Calles (quien operó dicho modelo para fundar el PNR en 1929), y los salvamentos económicos de los últimos 30 años. El aseguramiento de esa relación por Peña Nieto con el imperio del norte es una labor de política exterior que deberá reflejarse en el próximo sexenio gubernamental, para reactivar la economía nacional con un plan de fondos reestructurados que nivele las expectivas del futuro de México, en su relación de socios con Estados Unidos y Canadá. (continuará)
Correo del autor: rcalderonvivar@yahoo.com)
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