
Los arranques de los precandidatos a la presidencia de la república en México adolecen de un mismo mal: un vacío ideológico notable y una similitud en la vaguedad de propuestas, insistencia en la descalificación mutua y carencia de innovación en los medios, métodos y técnicas de propaganda empleados para calar en el ánimo de los ciudadanos, supuestos votantes, impactados por sus mensajes de gran costo a través de los medios de comunicación nacionales.
Peña Nieto, por ejemplo, tanto en su registro como precandidato único del Partido Revolucionario Institucional como en su presentación en Veracruz, sigue sin levantarse de sus traspiés verbales y empeñado en justificar la serie de dislates cometidos en días pasados, tanto en la FIL de Guadalajara como en la entrevista con el diario español «El País», atribuyendo la reacción de burla, mofa, escarnio, crítica razonada y comentarios de jóvenes, medios y notables en su contra, como una maniobra orquestada por la oposición, con el afan de descalificarlo.

Lo que cada vez es más notorio es la carencia de un equipo de comunicación sólido y estratégico, capaz de consolidar la marcha en la punta del exgobernador mexiquense, abollada a raíz de su desafortunada intervención en la Feria Internacional de l libro, donde bastaron unos minutos de improvisación ante una pregunta muy sencilla para darnos cuenta de su carencia de creatividad argumentativa y postura escénica, generalmente trabajada por un buen equipo de comunicadores a través de técnicas de media training, o desarrollo de habilidades en emisión de respuestas en interlocuciones espontáneas con medios de comunicación.
El descuido de atención a las redes sociales acerca de potenciales emisiones de fuentes allegadas a su imagen, es otra señal de emergencia dada la experiencia al respecto del equipo comandado por su principal asesora, la chica Google, Alejandra Lagunes Soto Ruiz, pues hubo descontrol de la emisión de mensajes originados en la cuenta de Paulina Peña y después una desafortunada cancelación de cuenta de la hija del mexiquense, para después habilitarla nuevamente en Twitter.
A eso abonaríamos que cada episodio fallido de errores el precandidato priísta está originando un despliegue de creatividad en la sátira, sobretodo a través de videos, sobre la imagen de Enrique Peña Nieto, en donde subyace el acumulamiento subliminal de mensajes acerca de la torpeza del priista, convirtiendolo casi en el chiste cotidiano y permanente de los medios electrónicos, con una dosis sugerente para ser aceptada principalmente por el público joven.
Hasta el momento el manejo de las redes sociales por parte del PRI brilla por su ausencia, a no ser por la inusitada saturación de presencia de políticos de vieja y rancia personalidad empeñados ahora en convertirse en twiteros o facebookeros con comentarios desatinados, sin ingenio ni impacto en los jóvenes, y peor aún, con las faltas de sintaxis y ortografías suficientes para una futura denostación en una guerra futura en la red durante los próximos meses.
Quien lo asesoró en el discurso del sábado, al omitir menciones a los fundamentes ideológicos del PRI, su raíz de lucha por la justicia social desde el siglo pasado originada después de la revolución, descobija de la dosis de idealismo suficiente a un candidato , al parecer demasiado centrado -y ocupado- en gesticular cual actor hollywoodense ante las cámara y al alzar las manos para agradecer el vitoreo de sus seguidores.
La idea acerca de su apostura física como un imán para atraer el voto femenino, halló una contraparte negativa bastantemente nociva, al emitir su justificación de desconocimiento del precio de la tortilla aduciendo el no ser la señora de la casa, es un duro golpe en el imaginario femenino, por la carga peyorativa de la expresión, y el aprovechamiento de esa idea como símbolo de propaganda, ya manifestada incluso por Josefina Vázquez Mota, quien ya se declaró ser la señora de la casa y, por ende, conocedora de la economía real sufrida por las mujeres mexicanas.
Confiados en la fuerza del músculo priísta, esa maquinaria de seguidores y líderes corporativos y de gobierno adheridos al partido tricolor, la actitud de Peña Nieto aparenta, contra lo opinado por ciertos medios, una buena dosis de soberbia. Desde este momento hay un espiritu triunfalista, quizás justificado por las proyeccciones estadísticas recabadas hasta hace unos pocos días sobre las probabilidades de victoria en la contienda electoral del 2012. Pero es demasiado temprano para festejar.
Con esa dosis de soberbia, o parecida, entró a la contienda Andrés Manuel López Obrador en las elecciones del 2006. Perdió finalmente, «haiga sido como haiga sido» diría Calderón. Hoy, Peña Nieto y los grupos políticos que lo rodean deben analizar, sopesar no solo el número de simpatizantes capacer de operar en julio del 2012 a su favor, sino el tamaño de los enemigos que tendrán al frente para impedir su ascenso al poder. Uno de ellos es el presidente Felipe Calderón, mandatario desgastado a más no poder pero aún con la sartén por el mango y sin el espiritu franciscano de Ernesto Zedillo, el otro es Estados Unidos, fuente principal de las más recientes filtraciones acerca de la asociación de los priístas con el narco, en donde aparecen políticos, incluso, muy conocidos en nuestro estado.
Si tienen todo ello considerado, si ya están arreglando las fisuras de comunicacion que están descobijando a su candidato en el escenario mediático nacional y si están por venir las dosis de ideal político, social y económico en boca de su candidato, más allá de las afirmaciones simplistas de acabar con la inseguridad y dar empleo, o de no olvidar compromisos contraidos pese al olvido mostrado en cuestiones culturales, entonces sí es motivo de justificado júbilo y de algarabía el manifestar en todo momento tener ya ganada la elección presidencial del 2012. (correo del autor: rcalderonvivar@yahoo)
