
Sidronia, como toda niña coapeña, tiene que aprender a hacer tortillas desde la infancia, como que juega y aprende mirando, al observar a su madre poner al fuego el maíz, agregarle cal, para hacer el nixtamal; y en lo que crece en cuerpo y edad, lava maíz y lo lleva al molino de la esquina para tener lista la masa para hacer tortillas…Entre el juego de la pubertad, se inicia en el rito ancestral de hacer bolitas de masa, oprimirlas sobre un plástico y aplastarlas con la maquinita que transforma niñas en mujeres adultas al convertir la masa en tortillas, memelas, tacos y tostadas…Sidronia a la par que borda sus blusas y mandiles, corre apresurada, con el tenate de las tortillas calientes para alcanzar el autobús que lleva inquietudes, ansias, y desdichas; sí porque desde pequeña, Sidronia sabe que estará atada al fogón y al comal para transformar el maíz, en el pan nuestro de la vida diaria, que alimentará sueños y melancolía quien sabe por cuantos años…
Sidronia lo sabe, entiende que para una mujer coapeña desde niña es iniciada en el difícil arte de hacer tortillas, sueños y realidades y detrás de sus ojos obscuros y almendrados, que ven pasar el tiempo y las ilusiones, también ven pasar la vida…Pero sus ojos también reflejan sabiduría de siglos que ella ha heredado de sus antepasados, y mientras cuenta con mecánica precisión veinte, treinta tortillas platica “mi abuela me decía, me platicaba en mexicano “ “hija, tú debes aprender desde pequeña todas nuestras costumbres desde bordar, hasta hacer tortillas…Debes saber que el mejor maíz para nixtamal es el blanco y no el amarillo, debes aprender que cantidad de cal le vas a poner; así mismo aprenderás cuando el maíz ya está a punto cuando se empieza a despellejar, después tienes que dejarlo enfriar, lavarlo y llenar las cubetas; y ya estará listo para llevarlo a moler”…
Sidronia lo aprendió bien y todos los días, lo inicia desde que canta el gallo, como a las cinco de la mañana, que se levanta apresurada para encender la lumbre y empezar como en su niñez el rito de tortear…”A veces cuando veo al fuego chisporrotear, me imagino que la lumbre baila con el viento, qué ella también quiere escapar del “tlecuil” de tres piedras que lo encierran, porque el fuego es sagrado, a través de él nosotros seguimos subsistiendo, ganándonos la vida que se genera cuando hacemos las tortillas, aunque a veces la genta no comprende y nos desprecia…Pero la verdad -agrega Sidronia- es que estamos más cerca de ustedes, formamos junto con otros pueblos, los vestigios del pasado …Pero aquí estamos desde siempre” …
Sidronia sabe quién es y cual es su origen; lo ha aprendido porque escucha y guarda las tradiciones de su pueblo…También porque tiene la oportunidad de ir a la escuela…”Estoy en tercero de secundaria y en la escuela he aprendido mucho de lo que fuimos hace mucho tiempo y de lo que ahora somos…Hoy cuido los recuerdos que me enseñaron mis abuelos y mis padres y junto con los libros me enriquezco cada día…Voy a cumplir catorce años en el mes de julio, nací el día dieciséis y me llamo Sidronia del Carmen como mi abuela, mi madre dice que debo llevar el nombre del día en que yo nací, junto con el de mi abuela, para que su nombre no se pierda, aunque ella haya muerto, sequirá recordándose a través del nombre…La verda, mi nombre no me gusta mucho, porque en la escuela se ríen y se burlan cuando la maestra me dice Sidronia, pero ya no les hago caso, porque mis compañeros también tienen nombres antiguos”…
Sidronia, día tras día, vende tortillas, corre apresurada, para alcanzar el autobús que la transportará a algún punto de la ciudad de Tehuacán, allí caminará y tocará puerta tras puerta dejando veinte, treinta, cincuenta quizá cien tortillas…Después con el tenate vacío regresará a su casa, siempre corriendo como si el tiempo se fuera a terminar…Y empezará otra vez a escoger el maíz para el día, semana, mes, años, siglos en un ritual sin fin…
Sidronia, en cada tortilla que hace, deja pedazos de su vida, de sus sueños y así continuará hasta que sea una mujer adulta…Quizá cuando pasen los años y se encuentre casada, acunará a sus hijos con el rebozo, los cuidará y los dejará crecer y si son niñas, las iniciará en el arte de tortear, para que continúen su mundo y éste se siga renovando hasta que ellos quieran….”Pero eso sí -aclara Sidronia -será un mundo en donde ella haya asistido a la universidad…y aunque siga sus tradiciones de siglos…pero con una mentalidad del siglo XX1”….
