
La terrible noticia del asesinato de Regina Martínez Pérez no solo ha convulsionado nuestro cotidiano quehacer como comunicadores en una sociedad sumergida en la violencia y la división política, sino también debe movernos no solo a exigir el esclarecimeinto puntual de este terrible crimen sino a revisar las condiciones laborales en que desarrollan sus actividades todos los periodistas del país.

Siendo una profesión avalada por diversas universidades en el país y en el mundo, no deja de causar escozor que sus prestaciones, derecho a seguros y a pensiones, sean de las más restringidas en el ámbito laboral.
Sin un salario digno y acorde a los riesgos y responsabilidades que exige el realizar la noble tarea de la comunicación social, se ha estigmatizado la labor del periodista, y aún más del reportero, como una función de segunda clase, sujeta al mercado de la oferta y la demanda de la corrupción, en donde ni autoridades laborales ni dueños de empresas periodísticas ponen condiciones de trato digno, en sueldos y protección, para quienes se dedican a ser comunicadores de nuestras sociedades.
En el caso de Regina Martínez Pérez no basta solo enarbolar que su modesto modo de vivir era una señal inequivoca de su honradez e incorruptibilidad a prueba de todo. Es el indicador más lamentable de que al periodista honrado y digno, no le queda más vivir en algo menos que la medianía, sin derecho a una casa propia pese a años de ejercer la profesión, sin ninguna defensa cuando los dueños de los periódicos, y aún las autoridades, deciden que un periodista salga expulsado de un medio de comunicación.
Sorprende también la falta de conciencia de gremio, evidenciada por la carencia de grupos auténticos que convoquen a afiliarse a los periodistas para tener derecho a una defensa de sus mínimos derechos laborales, ante la indefensión en que se mueven en sus trabajos.
Hoy muchos periodistas de talento reciben sueldos al nivel de empleados domésticos o de personas que no han cursado estudio alguno, sin que ninguna organización se levante en pie de lucha para establecer acceso a sueldos dignos y derechos laborales básicos en su ejercicio periodístico.
Obligados a ser profesionales solitarios, muy pocos periodistas trascienden la barrera que les ha impuesto la sociedad a la que dicen servir pero de la cual no reciben, a cambio, lo suficiente para pasar de la medianía económica.
Ni las empresas periodísticas, ni las autoridades laborales y ni los propios periodistas, organizados apropiadamente, han dado un paso hacia adelante en la regulación laboral del mercado de trabajo de los comunicadores sociales.
Con la muerte de Regina Martínez Pérez está muy bien que la solidaridad una tanto a reporteros de diversos medios, como a miembros de la sociedad, como a empresarios del ramo como Julio Scherer, lo que no está bien es que es hasta después de muerta cuando nuestra compañera recibe los más altos honores, en tanto que su ejercicio profesional, de investigación ardua y honesta, no fue valorado en vida, dada la forma tan modesta, tan limitada económicamente, como ella vivió estos últimos años de existencia.
No es correcto, ni loable, que el caso de Regina Martínez Pérez solo de pauta a que los adalidades de la libertad de expresión se desgarren las vestiduras pidiendo esclarecer su crimen. Es el momento a que se ponga a discusión la creación de colegios y asociaciones de periodistas verdaderos que abran el camino para mejorar las condiciones laborales de los comunicadores del país.
Es decir, debemos ir mas más allá de solo estar dispuestas a protestar en el momento de la muerte inmisericorde de un comunicador. Es necesario que se proteste por la forma en que son tratados laboralmente los periodistas cuando tienen vida.
Eso lo hubiera agradecido Regina Martínez Pérez cuando aún vivía. Eso lo agradecerán más todas aquellas Reginas que aún siguen trabajando, viviendo al día, en una actividad de tanta importancia social como lo es la del periodismo, de la cual los empresarios y autoridades laborales, y aún los propios periodistas tan desorganizados, se desatienden cuando de mejorar sus condiciones de trabajo se trata.
