“INDIGNADOS” recuerdan, deuda con los Derechos Humanos


Por María Guadalupe Rico Martínez, egresada de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

Stéphane  Hessel, nacido en Berlín (1917), vive desde los 7 años en París. Iniciados sus estudios superiores en 1939, es reclutado. Dos años  después llega a la Resistencia y en Londres se incorpora a la Francia Libre del general De Gaulle. Apresado por la Gestapo, escapa de una muerte segura en Buchenwald al cambiar identidad por otro preso. Tras la guerra  ya como diplomático colabora con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) al integrar el equipo redactor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en 1948.

Hessel, a sus 95 años es líder de los jóvenes Movimiento del 15 M o “Indignados”, movilización de la sociedad civil española ante la situación de crisis económica que atraviesa el país. Con casi 5 millones de desocupados y un mercado laboral pobre que está causando graves problemas de exclusión social. Los jóvenes, entre quienes el desempleo eleva hasta el 50 por ciento,  encendieron la llama y sumaron trabajadores precarios, jubilados, ciudadanos inconformes. Suscribieron que las prioridades de toda sociedad avanzada han de ser la igualdad, el progreso, la solidaridad, el libre acceso a la cultura, la sostenibilidad ecológica y el desarrollo, el bienestar y la felicidad de las personas.

Hessel en ¡Indígnate! de 32 páginas, invita a los jóvenes franceses a indignarse de lo que está sucediendo en su patria. Nunca imaginó que el mensaje hace un año primero llegaría a quienes en España, estaban viviendo una situación semejante a la referida en lo que resultó ser el manual de reflexión.

Stéphane Hessel, a sus 95 años, demuestra una actitud crítica y de lucha ciudadana ante las injusticias sociales que debiera ser un ejemplo para muchos que antes de esa edad piensan en el sueño inactivo de la jubilación

En 1945, -escribió-  después de un drama atroz fuerzas presentes en el Consejo de la resistencia emprendieron una ambiciosa resurrección. Cuando se creó la Seguridad Social, cuyo objetivo era garantizar a todo ciudadano los medios de subsistencia, una jubilación que permitiera a los ancianos trabajadores finalizar sus días con dignidad, las fuentes de energía, la electricidad y el gas, las minas de carbón y los grandes bancos nacionalizados. Era lo que el programa recomendaba. Y subrayó, hoy lo bancos privatizados, se preocupan de sus dividendos y de los altísimos sueldos de sus dirigentes.

A través de la ratificación de los tratados internacionales los gobiernos se comprometieron a poner en práctica medidas y leyes nacionales compatibles con los deberes y obligaciones inherentes a la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Los “indignados” recuerdan al mundo este pasivo.

  Periodista y Docente de Desarrollo Sustentable

http://www.verde-claro.org

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