Efectos de Venus en Javier Duarte


Por Rodolfo Calderón Vivar, egresado de la facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

Si nuestro gobernante, Javier Duarte, fuera rey de Babilonia, sin duda alguna sus magos y astrólogos le hubieran susurrado al oído que sus más recientes logros, la aclaración del crimen de José Luis Blanco Rosas y la devolución de los 25 millones de pesos al erario de Veracruz, no son más que consecuencia del paso de Venus entre la Tierra y el Sol, que marca hoy el destino de todos en este martes 5 de junio.

Ahi estarían los magos y astrólogos, si estuviéramos en Babilonia, a un costado del monarca de medio oriente, oyendo como anunciaba ante la corte, escribas y comerciantes, de que manera el crimen no había sido consecuencia de ninguna trama relacionada con el conocimiento. No, no, no, y no…Que futilidades. Ni tampoco porque el escriba fallecido hubiera sido un flamígero acusador de su régimen en las tablillas de mensajes del reino. Todo resultó ser una conjura familiar desafortunada. Un crimen producto de la ambición de los jóvenes tan descarriados de ahora. Algo que es necesario que los cortesanos del reino deben festejar porque así, quedan al descubierto quienes querían politizar el asunto para descrédito de la gloria del rey.

Y por el otro lado, el otro anuncio, que también merecería que aparezca rodeado de su corte para anunciarlo, es que los 25 millones de pesos, esos que se enviaron por avión a Toluca para ser descubiertos por esa policía especial que siempre está haciendo rondines en los aterrizajes que llegan a medianoche en el aeropuerto de esa ciudad, motivo de escándalo nacional porque se pretendían ligar con algo ilegal, esos 25 millones los está devolviendo la Procuraduría pero, ¡Oh, gran poder de Zaratustra protector de los reyes de buena fe!, con los intereses correspondientes a favor por haber retenido tanto tiempo, e indebidamente, el dinero confiscado.

Si esto fuera Babilonia, los astrólogos dirían después al rey que Venus apareció en el firmamento para poner a cada quién en su lugar. Que la gloria de Babilonia resplandece en todo su esplendor para cegar a los enemigos que ocultos pretenden manchar el buen paso de este reinado, cuyos obras traspasarán la fama de todo el mundo conocido.

Mandarían hacer entonces una imagen del rey, bajo los efluvios de los tres astros: la tierra, venus y el sol, montado en un carruaje jalado por briosos corceles señalando con su brazo firme hacia el horizonte, donde los ejércitos huyen en tropel por tan magnífica señal de la naturaleza.

Miles de soldados serían puestos en las murallas del palacio para lanzar su flechas hacia el horizonte, como prueba del poderío que no conoce fronteras ni límite alguno. Se haría una gran fiesta que duraría siete días y siete noches, a fin de que la alegría inundara todos los corazones de los miembros del reino.

Pero los astrólogos, cautelosos, se guardarían para sí el gran secreto: el paso de Venus entre la tierra y el sol dura poco más de un día y volverá a ocurrir  hasta dentro de  cien años. Quien sabe por qué ocultarían esta información    al rey.

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