
Una vez más, como cada 6 años, el presidente electo, Enrique Peña Nieto, se la ha jalado con las promesas y las esperanzas.
Así, ha dicho que en su sexenio sacará de la pobreza, ni más ni menos, a 50 millones de mexicanos.
Es decir, a 8.3 millones por año.
O sea, 691 mil mexicanos cada mes, a partir, digamos, de enero del año 2013.
En el primer trimestre del año 2011, el gobernador de Veracruz ganó el brinco a Peña Nieto y también anunció al resto del país que en el transcurso del sexenio lograría el milagro que la mitad de jarochos en la pobreza dijeran adiós para siempre a la precariedad y lograran una reclasificación social, pasando de la clase baja, digamos, a la clase media media, media baja, media alta en un descuido.
Se ignoran los avances 21 meses después, pero sería interesante mostrar y demostrar al equipo Peñista la estrategia, el esquema, el modelo económico y social utilizado de norte a sur del Veracruz próspero para que, mirando la vista con optimismo, pudiera reproducirse en el resto de la nación.
Más aún en las entidades federativas más jodidas, entre ellas: Chiapas, Oaxaca, Hidalgo, Tlaxcala, el estado de México, Morelos, Guerrero, Guanajuato y Jalisco, donde hay focos rojos.
Peña Nieto ha abrazado una causa difícil, dura, global, que ni siquiera, vaya, Lázaro Cárdenas del Río, Emiliano Zapata, Pancho Villa, Francisco I. Madero, Miguel Hidalgo y José María Morelos lograron.
Ni siquiera, vaya, el subcomandante Marcos en los seis municipios zapatistas de Chiapas.

Pero, bueno, la esperanza, asegura el dicho ranchero, es lo último que se pierde, y como dice el escritor cubano, Eliseo Alberto, aunque sea lo último que se pierde… se pierde.
Y si los pobres y miserables la han perdido desde el presidente Plutarco Elías Calles a la fecha, tengamos fe por una sola vez en la vida y creamos en el exgobernador del estado de México que llevara a los tolucos a uno de los primeros lugares nacionales en feminicidios, y ni se diga, Salvador Atenco, donde las fuerzas policiacas se desataron, con todo, en contra de los olvidados de Luis Buñuel y los pobres del antropólogo Oscar Lewis y donde mujeres fueron violadas por sus policías.
REELEGIR A PEÑA NIETO, CARAY…
Desde luego, resulta una tarea titánica, inverosímil, sacar de la pobreza cada mes a 691 mil mexicanos.
Es decir, y si consideramos a cuatro personas por familia como promedio, entonces significaría que cada 30 días, Peña Nieto estaría rescatando de la pobreza ancestral y milenaria, tan antigua como la Biblia, tan vieja como el hombre de Neandertal, a 17 mil 200 familias.
Y si Pitágoras está en lo cierto, y si el Peñismo también, entonces, porfa, ojalá y a los diputados federales y senadores se les ocurra de una vez modificar la Carta Magna para que en el 2018 Peña Nieto sea reelecto, pues equivaldría a que de los años 2018 a 2024 otros 50 millones de mexicanos dejarán la miseria en que viven ahora.
Para entonces, el millón de indígenas de las regiones étnicas de Veracruz (desde Huayacocotla y Chicontepec, pasando por Papantla y Zongolica, hasta Soteapan y el Valle de Uxpanapa) vivirán, si no en el primer mundo, en el segundo o tercero.
Y en automático, claro, los poetas patrióticos quedarán sin razones para escribir nuevos poemas y el duopolio televisivo habrá de buscar nuevas historias, lejos de la pobreza y la miseria, para arrancar lágrimas a los televidentes.
Hosanna, pues, en las alturas. Hosanna…
LA DUDA, SIN ESPERANZA
De entrada, está en chino que Peña Nieto revierta la tendencia del crecimiento de la pobreza que sólo con Felipe Calderón Hinojosa aumentó en 24 millones de jodidos más.
Ni Fidel Castro en Cuba, Hugo Chávez en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua, José Luis Zapatero en España, etcétera, han podido lograr el cometido del presidente electo. Vaya, ni Barack Obama en Estados Unidos, y eso que gobierna la nación más poderosa de la tierra, pues el desempleo se ha multiplicado como nunca.
El ciudadano ignora si el equipo Peñista pensará que teniendo de su lado a las televisoras logrará el milagro que, por ejemplo, nunca pudo Vicente Fox Quesada cuando afirmaba que al final del sexenio cada mexicano tendría, mínimo, un changarro para convertirse en su patrón y un volcho.
Todavía hoy, en el felipismo, ni changarro ni volcho, y por el contrario, el desempleo aumenta, como por ejemplo, hoy en Veracruz cuando en las últimas semanas un montón de alcaldes han optado por despedir a cientos de burócratas, y en otros casos, como en Agua Dulce, Cosamaloapan y Fortín, se han declarado en quiebra técnica, hasta cerrando durante una semana el palacio municipal.
Permítase la duda. Además, sin ninguna esperanza. De entrada, los panistas desocuparán 55 mil oficinas, escritorios, cargos, plazas. Son los mismos que Felipe Calderón incorporó a su sexenio. Entrarán, claro, un número igual de priistas, luego de 12 años en el calvario del desempleo, muchos.
Pero al mismo tiempo, un porcentaje elevado de esos 55 mil panistas quedará a la deriva. En la RENATA (Reserva Nacional de Talento, como dicen los expertos), y por tanto, en el desempleo. Así ha ocurrido siempre. Nada indica será de otro modo.
POSDATA: Más información (picosa) en el blog.expediente.mx
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