60 Segundos: Subempleo en «El Diamante»


Raul González Rivera, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

* SUB EMPLEO EN
«EL DIAMANTE»

Hay un centenar de artesanos, con orígenes en la escuela universitaria, que al no encontrar otra forma de ganarse con honestidad la vida, han optado por convertirse en vendedores de baratijas y prendas de vestir y adorno personales y para las casas habitación traídos de otros países inclusive.
Pero no todo es miel sobre hojuelas. Las ventas con ganancias se realizan los fines de semana, días inhábiles y las vacaciones en las escuelas.
El resto de la semana, a veces resulta cansada y aburrida. Nos cuenta una joven tez morena, afable, atenta al menor gesto del potencial comprador o compradora, que lo mismo pide un fetiche, que le hagan, tatuaje en la espalda, un brazo, la cintura o solicite una mascada traída del Perú.
Allí mismo en sus mesas improvisadas de trabajo, los expendedores se convierten en artistas. Tejen, cosen o dibujan, lo que usted quiera, aunque mucha de la mercancía viene de Ecuador, China y la India. No puede dársele la espalda al comercio que llega del extranjero, porque es más barato y el público consumidor busca sus productos. Confiesa una vendedora, casi adolescente.
Ciertamente, dicho callejón, más conocido como «El Diamante», hasta hace algunos años estaba invadido a su mitad, hoy lo ocupan a todo lo largo entre las calles de Enríquez y Juárez los artesanos de bisutería, adornos caseros y collares y cadenas y pulseras a base de plásticos y tela, que buscan sobre todo los muchachos universitarios y las preparatorianas.
Hoy día, a los artesanos, les acompañan los restauranteros, uno que ofrece platillos a la usanza de la comida mexicana, otro casera, otro de pizas y uno más, que exhibe en su «carta» sazón a la italiana.
Los dos cafés del lugar, están frecuentemente atiborrados de una clientela que va volviéndose tradicional. El café capuchino, es el más buscado y en el otro, la variedad de tés lo hacen inconfundible. Por si faltara algo, en este comercio informal y cafetines, se localiza la librería más completa en lo que hace a la venta de libros de texto para las diversas carreras que ofrece la universidad pública y privada en la ciudad.

Otrora, el Diamante, sufría de una calle repleta de hoyancos, que alguna autoridad hace veinte años sustituyó por una calle de piedra negra, firme, que hace atractivo el sitio, pues en dicha calle en el siglo XIX y mitad del XX, fue asiento de viejas familias como los Licona y los Fuentes de la Cadena y sus casas, asemejaban más a residencias de corte colonial o antiguo, con balcones en sus frentes, techos a base de tejas y patios muy amplios en sus centros.
Cuentan algunos que en un momento la rúa sirvió como acceso para el paso de los vehículos automotrices y hace 300 años hasta caballerizas se contaron en lo largo de la arteria. Su ancho sigue siendo el mismo, de apenas tres metros y medio. Hoy es el centro comercial más concurrido por sus ambulantes vendiendo y las clases sociales más diversas, llegan a sus alacenas, en búsqueda de algo «diferente».

* PRIMERO EL DENGUE,
LUEGO LA «PREVENCIÓN»

Allí en los archivos periodístico se encuentran las tantas declaraciones que hicieron los funcionarios del sector salud y los expertos en lo que hace a recursos sanitarios, en el sentido de que el estado de Veracruz estaba blindado y que el dengue, no era más que una definición sobre una enfermedad que causa un mosquito que se anida en los espacios húmedos y particularmente hace su aparición sobre tierra caliente.
Hasta allí que bueno.
Pero el problema llegó, aquí está también, y ahora se anuncia la improvisada tarea o combate, le dice el sector salud-mega campaña de combate o exterminio a los focos donde tiene lugar el mosquito transmisor del dengue tradicional y el otro, que a decir de los «expertos» en salud pública es hemorrágico.
Lo cierto es que hay según las cifras engañosas dictadas por los burócratas del sector salud, alrededor de cuatro mil casos registrados en sus arrugados libracos, que sólo ellos ven supuestamente, y ahora se preparan al combate mega, en linderos de Veracruz, puerto; Boca del Río y Medellín de Bravo, donde supuestamente ha anidado en cantidades industriales el mosquito en cuestión.
Obviamente el enojo de los veracruzanos es mayúsculo, se preguntan ¿cómo es posible que cuando ya está metida hasta las entrañas del estado veracruzano la enfermedad, es que la autoridad sanitaria, apenas esté informando de lo que debe hacer la ciudadanía para evitar su propagación?
Esto en otras entidades más desarrolladas del mundo no existe, como tampoco en algunos estados del interior del país. La burocratización de programas y ejercicio de presupuesto, no encuentra símil, siendo que el número de pacientes se acrecienta en los centros hospitalarios y las clínicas, donde francamente en muchos casos les dicen que nada hay qué hacer de momento para dar tratamiento al contagiado con el mencionado dengue.
Empero, para no escuchar las quejas de los cuatro costados del estado veracruzano al mismo tiempo, las autoridades del sector salud, advierten que son solo tres municipalidades, donde los riesgos son mayúsculos, por la aparición de la enfermedad. Esto son Medellín, Veracruz, puerto y Boca del Río, como si el mosquito no volara o se anidara en otras localidades del territorio estatal.
Las autoridades municipales, en previsión a la invasión que pudiera hacer el mosquito transmisor en la ciudad, habría anunciado una batida contra los cacharros abandonados en las calles y avenidas, así como en las 315 colonias céntricas y periféricas, pero es la hora, en que todo sigue igual.
Allí es donde el mosquito en cuestión, encuentra el medio idóneo para transmitir la enfermedad, que en honor a la verdad, está arrasando sobre tierras veracruzanas, como nunca había ocurrido.
Por botón de muestra, en la calle Aparicio Guido, entre Miguel Negrete y 20 Noviembre, hay un cacharro, que alguna vez fue un flamante automóvil Ford, ahora abandonado, repleto de agua, concentrada la de lluvia, formando un excelente nido para el mosquito transmisor del dengue.
Y en la calle 5 de Febrero, encima del jardín público, pegada a la barda del antiguo panteón de la ciudad, hay una camioneta Nissan, de modelo atrasado, repleta de cacharros, abandonada, y que lleva meses sin que nadie haga algo por retirarla. Estos espacios, asegura Pablo Anaya Rivera, son los idóneos para dar vida al mosquito tantas veces citado.
Pero, la evidencia es en contrario: a nadie interesa si hay o no enfermos de dengue clásico y el hemorrágico, para que usted lo sepa, cuando menos.

* XALAPA, SIN
TURISTAS

A no ser porque vienen proveedores a Xalapa, con afán de cobrarse viejos adeudos que los mantienen contra la pared, porque prestaron un servicio y a cambio recibieron nada, según cuentan los registros en hoteles de la ciudad, el paso de los días transcurre sin mayores contratiempos.
Los días y noches en la ciudad, trascienden diferentes a los de años idos.
Aquellos eran tranquilos y la gente salía de sus casas a la calle, para pasar el rato, ir al café, sentarse en una banca de los parques públicos de Los Berros y el Benito Juárez. El común de estudiantes de la universidad hacía lo suyo, metiéndose bajo el farol o la lámpara callejera, para leer sus lecciones y más páginas de los libros, para asimilarlas y presentarlas aprendidas al día siguiente en el aula.
Ciertamente la capital, nunca ha atraído las corrientes mayoritarias de turistas. No hay playas, ni centros nocturnos familiares, los antros son exclusivos para los jóvenes y antes eran discotecas para celebrar tardeadas, antes se ingerían más bebidas refrescantes que los licores que hoy beben en cantidades industriales, muchos jóvenes, adolescentes y todavía muchos de ellos niños. Anteriormente, los papis estaban atentos a lo que hacían sus herederos, hoy, éstos se resisten a hacer caso a «sus viejos». Todo cambió.
Sin embargo, la arteria pública no dejaba de contar con peatones y automovilistas, en un pasado no muy lejano. Hoy, sería imposible, se corre el riesgo de alguna redada, un ataque fantasma o la pérdida aún de la vida.
Y como consecuencia de toda esta era de violencia, a la que la gente se ha ido acostumbrando, la vida activa de la ciudad empieza a morir conforme llegan las horas de la noche. Y los prestadores de servicios en restaurantes, cafetines y antros de medio pelo, cierran puertas mucho antes de las 24 horas. Solo un café en la ciudad lo hace a las 0.30 horas.
Y de esta forma, el casi total de la ciudad, se va a dormir, concluyendo también sus actividades los taxistas, el servicio urbano y en las arterias públicas, no se avistan más que unos cuantos caminando. Las cantinas y demás antros, cierran igual en horarios cuando comienzan a caer las horas pesadas de la noche.
Solo podría advertirse algún flujo en los antros con música estridente y el consumo de las copas en el callejón tradicional de la Atenas veracruzana, que se localizan en el corazón de la capital. La vida nocturna se apagó- Así de simple.
El trajín que vive la ciudad, se da en el horario matutino, se alarga a las tardes ahora lluviosas de Xalapa, y vuelve a caer con la llegada de la noche. Este es la habitar de xalapeños, del cual se lamentan los señores hoteleros y restauranteros, porque sus negocios, han dejado de serlo.

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