Diario de un Reportero: Un periodista olvidado…


Por Luis Velázquez Rivera, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana
Por Luis Velázquez Rivera, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana (desde del puerto de Veracruz)

*Tres lucecitas en la penumbra

*El enviado especial

DOMINGO

El genio del siglo XX

Ryzard Kapuscinski fue un reporterazo.

A los 16 años de edad publicó su primer trabajo en un periódico de Polonia, su pueblo, paisano que fuera de Juan Pablo II. Era un poema..

Después, el diario publicó otro poema, entonces, dotado de capacidad literaria según un profesor, lo invitaron a escribir una crónica.

Y ahí empezó la historia del reportero que cubriera 25 frentes bélicos en cuatro de los cinco continentes del mundo.

Sólo le faltó caminar Asia, donde 450 años antes de Jesucristo, Herodoto, el primer enviado especial del planeta, siguiera los hechos y publicara su libro “Los nueve libros de la historia”.

“El señor K”, así le llamaban, estudió la licenciatura en Historia y publicó 50 libros en Polonia, de los cuales apenas 12 han traducido al español.

Corresponsal de una agencia polaca, en las mañanas cubría la información del día; en la tarde, la redactaba y enviaba; en las noches escribía sus libros, el relato del día vivido y experimentado como reportero, convertido en literatura de largo alcance como suelen afirmar los estudiantes de Letras.

Fue corresponsal en América Latina, con sede en México. Tiempos aquellos de turbulencia y convulsiones en el continente: el general Rafael Leónides Trujillo en la República Dominicana; Anastasio Somoza en Nicaragua; el general Rafael Videla en Argentina; el general Omar Torrijos en Panamá; Fidel Castro en Cuba; Gustavo Díaz Ordaz, con su masacre de Tlatelolco, en México.

Mientras otros reporteros llegaban a un hotel de 5 estrellas, hasta con jacuzzi y servicio sexual, el bar abierto las 24 horas, “El señor K” pernoctaba en la aldea de una comunidad de indígenas y campesinos, siempre al lado de los desafortunados como llamaba Albert Camus a los precaristas.

Un día, en África se miró entre la vida y la muerte por un ataque de malaria.

Un súper reporterazo.

LUNES

El Gabo periodista

Gabriel García Márquez decía que un periódico, un noticiero de radio y televisión, necesitan trabajador con dos salas de redacción.

La primera, reporteros y fotógrafos para cubrir la nota del día, el evento político, social, económico, cultural. Las declaraciones (insulsas) de los funcionarios públicos, una huelga, una protesta, etcétera; la segunda, una redacción sólo para reportear y escribir crónicas y reportajes. Los dos géneros, de investigación. Contar al lector la historia de cada día, como si fuera una película, una novela, un cuento.

Incluso, en la inteligencia de que a veces el cronista puede entregar un texto por día, quizá cada tres días, acaso uno a la semana.

Pero al mismo tiempo, consciente y seguro el director editorial, los dueños del medio, de que es el único camino para ofrecer un plus al lector, pues bastaría con revisar el contenido diario de los medios para advertir que la mayoría, todos por lo general, publican los mismos hechos, con frecuencia redactados (oh, pirámide invertida) de igual manera y hasta con el mismo titular (oh, valores periodísticos).

Y más cuando la información es dictada desde las oficinas de prensa.

El Fondo de Cultura Económica publica en los días que corren la obra periodística de García Márquez, libros de texto que significan manual de estilo inevitable.

MARTES

El enviado especial

Gabriel Manuel Fonseca, fotorreportero de Acayucan, desaparecido desde hace meses, y olvidado hasta por la Comisión Estatal de Derechos Humanos en Veracruz, que preside Fernando Perera Escamilla, quien prometió justicia a sus padres. Un año y medio después, ni lo cita en sus informes anuales

Don Julio Scherer, entonces director de Excélsior, fundador de Proceso, lo decía de la siguiente manera: Carlos Denegri es el mejor reportero de México. Y el más vil.

Y no obstante, y con todo, reconocía su talento.

Publicaba en Excélsior una crónica, un reportaje, además de una columna política diaria. Arsénico se llamaba.

En la tarde/noche, antes de salir del periódico a cenar, la dejaba escrita. Y a la una, 2 de la mañana, la hora del cierre, calculando que el texto ya estaba en talleres, llegaba a talleres para revisar la columna, por si las dudas el linotipista había cometido un error gramatical, un error de sintaxis, la falta de una coma, un punto y seguido, un punto y aparte, y ahí mismo corregía, si era necesario.

Pulcro y exigente con la palabra. Caminó en el mundo como enviado especial de Excélsior. Dirigió también “Revista de Revistas” del periódico y tenía un programa noticioso en la radio y otro, semanal en la televisión.

El mismo oficio, con la misma práctica profesional, que ahora aplican un montón de reporteros en la ciudad de México. Carlos Loret de Mola, Carlos Marín, Denisse Maerker, Leo Zuckerman, etcétera.

MIÉRCOLES

El reportero olvidado…

Se recuerda hoy al reportero de 19 años de edad, Gabriel Manuel Fonseca, desaparecido en Acayucan el 18 de septiembre, 2011, primer año de gobierno de Javier Duarte.

Cubría la fuente policiaca. Reportero nocturno dormía en la mañana, al comienzo de la tarde. Chambeaba toda la noche, pues la noche, como se sabe, es más compañero de la delincuencia organizada y desorganizada.

Afuera de la oficina policiaca, un vendedor de tacos y hot dogs era su amigo. La noche cuando lo levantaron convivía con el encargado y, de paso, también se lo llevaron.

Un año y medio después, ni una pista. Incluso, sin temeridad, pudiera afirmarse que la Procuraduría de Justicia de Veracruz, la agencia del Ministerio Público de Acayucan, la Comisión Estatal de Derechos Humanos (cuyo titular, Fernando Perera Escamilla, ofreció justicia a los padres) han olvidado el expediente. El asunto.

Los padres de Gabriel Manuel, en la cabrona de las miserias. Ella, ama de casa que se la pasaba rezando en la iglesia por el regreso de su hijo; él, lustrador de zapatos en una banqueta de la ciudad. A veces, claro, chamba; otras, nada. Pan y agua.

Después del secuestro, hubo en la tierra jarocha el asesinato de reporteros. Nueve en total. Y el plagio de Gabriel Manuel fue archivado.

Uno más de los cientos quizá en la impunidad en un Veracruz donde cacarean una justicia pronta y expedita, castigo a los delincuentes.

Un joven de 19 años, con la vida truncada. Ni hablar, así es la vida. Así son los políticos. La vida es un absurdo escribió Albert Camus, el escritor y filosofo, que se sentía más feliz en su otra vocación, reportero, el chico que pasara su infancia y adolescencia y juventud en un patio de vecindad, el hijo de una señora analfabeta y sorda que laboraba de trabajadora doméstica a partir de cuando el esposo se fuera a la guerra (no quedaba otra) y muriera en el campo de batalla.

Y mientras Gabriel Manuel ha sido olvidado, el procurador de Justicia, Felipe Amadeo Flores Espinosa escucha el canto de las sirenas, en ningún momento rumbo a Itaca, sino a la Secretaría General de Gobierno, donde otros priistas se anotan, entre ellos: Marcelo Montiel Montiel, Erick Lagos Hernández y Alberto Silva.

Y, claro, también el yunista José Enrique Ampudia Mello, aquel que despotricaba contra Javier Duarte en el 2010.

JUEVES

Tres lucecitas en la noche…

Caminan turbulentos, convulsos, feroces las horas y los días.

Pero una lucecita se asoma en la noche. Mejor dicho, tres lamparitas.

Una… se llama Yahir Ceballos, joven fotógrafo de 24 años, nacido, dato curioso, el 2 de octubre, el mismito día de la masacre estudiantil en la plaza de Tlatelolco. Fotógrafo en Veracruz, egresado de la facultad de Periodismo de la Universidad Veracruzana, corresponsal del semanario Proceso y de la agencia internacional Reuters.

La otra lucecita se llama Félix Márquez, de 24 años, egresado de la facultad de Comunicación de la Unimex. El joven fotógrafo que ha puesto de cabeza al sexenio próspero con las fotos de las guardas comunitarias en Piedras Negras, Veracruz. Corresponsal de la agencia internacional de noticias AP.

Y la tercera lucecita se llama Coral Carballo, de 25 años, egresada de la facultad de Periodismo de Puebla, originaria de Poza Rica, corresponsal de la agencia internacional AFP.

El trío, en la plenitud de la vida, cuando cada uno desea tragarse el mundo a bocanadas. El amor inquebrantable por la utopía. La esperanza. La ilusión. El sueño social.

Mientras en el siglo pasado los reporteros y fotógrafos de provincia creíamos que el mundo empezaba y terminaba en el puerto jarocho, en la aldea, en la provincia, en el rancho, ahora miran el planeta como una aldea global.

Por eso su trabajo fotográfico se publica aquí, entre nosotros, en “el estado ideal para soñar” y, al mismo tiempo, camina en otras latitudes de los cinco continentes, en donde, y por mera coincidencia, Veracruz está catalogado como el peor rincón del mundo para el ejercicio reporteril.

Nueve reporteros y fotógrafos asesinados en los dos últimos años con tres meses.

Más los desaparecidos.

Más los cooptados con dinerito y cargos públicos y becas.

Más los que están amenazados en sus medios con el despido si entregan trabajos de la realidad cotidiana que la población vive y padece cada día.

Trío de fotógrafos que honran y prestigian el oficio. Motivos de sobra para continuar luchando, con optimismo, de cara a los vientos desfavorables, sin arrugarse ni doblarse.

VIERNES

¡Ah! “la conciencia del pueblo…”

Dice Jon Lee Anderson, el Ryzard Kapuscinski del siglo XXI: “Los periodistas somos la conciencia del poder y el pueblo”.

¡Ah!

Cierto, quizá allá, en el otro extremo del mundo. Acaso en los frentes bélicos que Anderson ha reporteado. Quizá en el continente árabe, africano, en alguna parte de América Latina. Acaso se refiere al México de Ricardo Flores Magón, Filomeno Mata, Francisco Zarco, Ignacio Manuel Altamirano, Ignacio Ramírez, etc.

Y, bueno, si así fuera, ya es ganancia.

Y es que el lector toma la lupa y revisa, escudriña, hurga, la prensa escrita, hablada y digital. Y en la mayoría, sólo se reproduce el diario discurso del poder. El incienso arrojado al político a su paso. La miel desparramada en el hombre público.

La declaracionitis, una enfermedad peor que el SIDA y el cáncer, como parte sustancial de la política periodística.

El aplauso mediático a la elite en el poder político, que al mismo tiempo, es efímero.

El país de un solo hombre. El tlatoani. El virrey. El presidente imperial.

¡Ay, Anderson!

Publicado originalmente en: http://www.blog.expediente.mx/nota.php?nId=3203#.UURoTReQV9g

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