60 Segundos: Hospitales sin medicamento


Raul González Rivera, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana
Raul González Rivera, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

* LA SENSACIÓN ES
DE SEGURIDAD

Los esfuerzos institucionales –podría advertirse– están encaminados a garantizar la paz social, la tranquilidad de los ciudadanos y, por supuesto, que la violencia sólo sea un fantasma o espectro que se va diluyendo.
La sensación de miedo en la población, existe. El número creciente de elementos de la policía cubriendo las áreas álgidas de las ciudades del interior del estado, preocupan sobremanera a los ciudadanos. Les da confianza, pero no credibilidad. Les incentiva a considerar que se puede caminar con tranquilidad, pero no es así.
Cierto es que la tersa actuación del procurador Felipe Amadeo Flores Espinosa ha puesto un dique de contención importante a la etapa de constantes hechos que lo mismo podían romper el orden en la arteria pública, que provocar un estallido o anunciar, sin anunciar, un choque de armas entre pandillas y los buenos contra los malos y viceversa.
No se puede cantar victoria, donde los hechos delictuosos ocurren todos los días.
Tampoco sería loable que se levantaran las campanas al vuelo, cuando la inseguridad amaga todavía con agrupar o incorporar a mayor número de compatriotas bajo los signos de la hambruna, el desempleo y la falta de oportunidades.
Llegan las primeras horas de la noche y la sensación de inseguridad provoca a las mayorías a prever que se trata de los operativos que se realizan bajo las sombras de la misma. Sin embargo, el silencio se torna sepulcral, nadie quiere avizorar nada en este rubro y se callan, ante el soslayo en las páginas rojas de los periódicos a los sucesos graves que ocurren en la ciudad.
Empero, el sentir nacional tiene que ver con un México «en crisis humanitaria», reconoce la PGR, al presumir que se vive una política anticrimen unilateral y sin visión, textos aparecidos en su primera página del periódico «La Jornada».
Y es que a la par, se da el debilitamiento de las instituciones públicas, que es brutal.
Los hombres públicos, en su quehacer cotidiano, queriendo protegerse y cuidar sus chambas personales, olvida una mayoría el sentido del servicio a la comunidad, pero más hacer la justicia es lo que menos les atrae, lo que corrompe a los aparatos que tienen conexión con las instancias metidas en el hoyanco peligroso de la crisis.
Por eso cuando anuncia la Armada de México que no se va de las calles del estado veracruzano, hasta un suspiro dejó escapar la ciudadanía y no porque confíe a ciegas en sus elementos, no, sino que de alguna forma se garantiza un orden a fuerzas, acaso el que estaba faltando.

* LEONARDO, EJEMPLO
DE VALORES YA CAÍDOS

Leonardo Santos Martínez es uno de esos seres humanos que debe haberlos en alguna parte, pero que sólo se pueden encontrar con lupa.
Leonardo es un veracruzano que llegó a Xalapa, no precisamente iluminado, porque aquí encontraría el trabajo de sus sueños. En su pueblo la tierra ya no rinde los frutos que sus antepasados inclusive tuvieron en demasía para poder sostener a ellos y sus familiares.
Sin embargo, el dinero dejó de llegar al medio rural, primero, porque las importaciones han hecho a un lado a los productores nacionales y, por otro, porque el campo se ha vuelto un tanto complicado y difícil.
Ya no es fácil tener los insumos para sembrar la tierra y quienes heredaron de sus padres y abuelos la expectativa de seguir siendo campesinos, ya no la tienen, luego entonces tienen que emigrar a las ciudades más urbanizadas, así que Leonardo igual tuvo que abandonar la tierra de los padres.
«El corazón se me desgarraba». Observa el joven, tez morena, humilde, pero muy honesto.
Cuando llegó a Xalapa, la ciudad le gustó. La vio grande y con mucha gente, pero sin tener una preparación ni recomendaciones no vas a ninguna parte.
Sin embargo, había una posibilidad y se apersonó en los patios de la tienda de autoservicio más cotizada de frente a la antigua residencia de los ancianitos, dependiente del IPE, sobre la carretera al puerto de Veracruz. Buscó la chamba de vigilante, ayudante o simple mozo para ayudar a las señoras, sobre todo, que acuden a esta sofisticada tienda a realizar sus compras domésticas.
El último viernes por la noche, como siempre, Leonardo Santos Martínez procedió a realizar los rondines de rigor en los patios de Superama, cuando de pronto avistó que en uno de los carritos en que se transportan las mercancías del súper a los automóviles que se aparcan en su espacioso estacionamiento vehicular, ubicó un bolso de mujer olvidado, dijo con toda certeza, el cual tomó e inmediatamente llevó a la administración de la tienda sin siquiera hurgar en sus interiores.
Hizo una somera explicación a las gerentes de la tienda e inmediatamente procedieron a enlistar cada una de las pertenencias de la dama que había extraviado su bolso. Cuando aquella llegó a su casa, vio que no iba con ella, dio reversa a su automóvil y regresó a la tienda, donde el insólito y modesto trabajador, quizá hasta sin percibir salario por parte del poderoso consorcio empresarial, dio muestra de un valor sin par.
Su acto de honestidad le fue gratamente retribuido a Leonardo, quien se justificó diciendo sincero: «no tenía porqué robarme nada, la dama quizá tendría en su bolso tarjetas y unos billetes, producto de su esfuerzo personal». Sus jefes reconocieron igualmente al velador-ayudante Leonardo con una felicitación y la autorización plena para que siga ejerciendo su eficiente trabajo de cuidador de automóviles y carritos, en el súper mercado.

* HOSPITALES SIN
MEDICAMENTOS

No es la primera vez un anuncio de este tamaño.
Durante la administración de Pablo Anaya Rivera los mismos nosocomios siempre carecieron de los medicamentos de patente, como también de los médicos especialistas y los equipos que la modernidad exige en materia de tecnología.
En repetidas ocasiones los propios pacientes, tanto en el Cecan como en los nosocomios del puerto de Veracruz, registraron plantones, quejas, reclamos, que jamás la jefatura a cargo del ex diputado por su natal Poza Rica de Hidalgo, solucionó nada.
Un día el hospital civil «Dr. Luis F. Nachón» tenía sus ocho camas ocupadas en el área de urgencias, un paso hacia la sala de operaciones, pero sus quirófanos no podían trabajar porque les faltaba un miserable foco, el cual autorizó la administración de Pablo Anaya después de tres meses de hecho público el anuncio a través de este medio.
Los cirujanos dejaron de realizar intervenciones quirúrgicas, siendo que el nosocomio tenía repletas sus salas y camas con pacientes que urgían de ser atendidos. Este medio fue invitado a conocer el estado en que se encontraba urgencias y sus pasillos.
Todo asemejaba a un campo de batalla, donde había sábanas sucias sobre el suelo, amontonadas bajo las camas, y los pacientes externando con ayes de dolor y la larga espera, porque podrían pasar horas y días sin ser atendidos.
Los hospitales no reciben directamente un sólo centavo por los tantos servicios que prestan a sus pacientes. Tienen que solicitar los recursos que permitan hasta la compra de un clavo a la Secretaría de Salud. Los directores carecen de ejecutividad a los médicos, sobre todo los más experimentados, dejaba de pagar sus emolumentos salariales por espacio de semanas y meses.
La administración de turno ha dicho que en un lapso de dos meses podrá recibir el stock de medicamentos que los pacientes veracruzanos están esperando, lo cual puede igualmente acarrear algunos males en la salud de cientos de pacientes que tocan a las puertas de los hospitales dependientes del sector salud. Es decir, las culpas y errores del pasado reciente, tocaron fondo en un presente con más enfermos-pacientes y nosocomios con las mismas condiciones que hace muchos lustros.

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