
El alcance de las acusaciones se verá en los próximos días, en los que quizás los menos directamente involucrados son tanto el gobernador Javier Duarte, como Rosario Robles, y aún menos Ranulfo Márquez (aunque en su caso, ya se vió que se cumplió ese refrán que dice: «el hilo se rompe por lo más delgado»), ya que los videos y audios del escándalo tienen dos protagonistas principales: Pablo Anaya Rivera, recientemente cambiado de su rol de responsable de la salud en el estado a operador político priista, y Salvador Manzur, enrocado también de puesto de alcalde al de Secretario de Finanzas, quienes independientemente del acto desleal de quien los grabó, quedan para la historia como dos operadores políticos que no saben que en esto de la política hay dos maneras de comportarse en las acciones, de una manera en agenda abierta y de otra manera en agenda oculta.
Dirían los antiguos contadores: trabajo fino no admite reclamación. Y en este caso, ambos protagonistas no lo hicieron, tanto el que debiera ser más experimentado por razones de edad (aquí se esperaba que funcionara el dicho aquel de que «más sabe el diablo por viejo», pero al parecer resultó otro que dice «entre más viejo, más…»), como el otro que, por su juventud y cercanía al gobernador, debiera prevenir cualquier mácula de sospecha en su actuar político correspondiendo al dicho aquel de «no hagas cosas buenas que parezcan malas, ni malas que parezcan malas»
En que cabeza cabe, ¡por Dios!, ser ellos los que directamente y en público dieran las instrucciones a un grupo de personas que, para empezar, deben ser delimitados por un filtro tanto en el quiénes, como en el dónde y en el cuántos. Para eso hay delegación de responsabilidades, artículación de órdenes por niveles, delimitación de discursos con lenguaje ambiguo o selectivo, pero no esa candidez, por no decirlo de otra manera, de ser ellos quienes dan la receta, hablan de los ingredientes, hacen el guisado y todavía dicen en que partes del mercado se van a comprar las cosas. Para eso están los mandaderos.

Ya en otra ocasión habíamos comentado que la estrategia de impedir la alianza entre PAN y el PRD para estas jornadas electorales veracruzanas había sido una pésima decisión por las consecuencias políticas en el altiplano de esa acción en los esquemas del pacto por México, y por el riesgo de exponerse a golpeteos desde las dirigencias nacionales de gran magnitud. Hoy vemos el primero, porque vendrán más estamos seguros por el nivel de las operadores políticos en juego, de los trancazos políticos por parte de los partidos nacionales adherentes al PRI en el pacto mencionado.
Afortunadamente, y desgraciadamente, solo hay dos protagonistas principales en los videos y audios (Pablo Anaya y Salvador Manzur), independientemente de que por ahí aparezca Fidel aclarando el por qué no se fue de embajador, por lo que todavía pueden librarse otros funcionarios que, directamente, no aparecen ni hablando de estrategias ni prometiendo recursos ni de SEDESOL ni de otras áreas dentro de su responsabilidad gubernamental. El caso más grave pudiera ser el de Salvador Manzur, funcionario de alto nivel del estado de Veracruz.
También hay que esperar otra intervención más de la fortuna, operando a favor, ya que esto de los videos y los audios, siguen siendo pruebas no tan contundentes en esto de los delitos electorales en nuestro país, y más aún si, como se nota, hay deficiencias de audio, como es el caso de los videos del final del material presentado por el PAN nacional. Pero es la primera advertencia de que si se tiene que hacer hacer trampa, entonces, tanto Anaya como Manzur no deben estar en primera línea, son demasiado buena gente como operadores políticos ya que piensan que nadie los ve, nadie los oye ni nadie llegará a hablar de ellos. Son franciscanos, pues…
