
Qué tiempos políticos tan raros hemos estado viviendo en Veracruz: más de media docena de funcionarios federales fueron despedidos de sus trabajos que ocupaban en la delegación de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) cuyo titular era el priista Ranulfo Márquez Hernández, considerándose así la semana del 15 al 20 de abril como la más crítica del gobierno de Javier Duarte de Ochoa debido a que el presidente nacional de PAN Gustavo Madero denunció penalmente, en la PGR, al gobernador Duarte y 57 funcionarios de los tres niveles de gobierno, entre ellos Rosario Robles, por presunto uso indebido de recursos públicos, a fin de favorecer a los candidatos en la próxima contienda electoral para elegir alcaldes y diputados en el estado.
Una vieja práctica relacionada con diversas tareas del trabajo político preelectoral desató la furia panista desde Boca del Río que con videos en mano destaparon la cloaca priista en donde, según se aprecia, viejos y jóvenes políticos diseñan estrategias con el propósito de utilizar recursos de Sedesol destinados al programa “Cruzada Nacional contra el Hambre”.
El expriista Miguel Ángel Yunes Linares, junto con sus hijos dio, con todo, un golpe mediático a quienes en forma por demás burda preparaban el tamal para utilizar ese dinero para las campañas políticas. Fueron exhibidos en los medios a nivel internacional, nacional y local. Perdieron su chamba, denunciados penalmente y pusieron en evidencia el trabajo del gobernador Javier Duarte, pero no nadamás eso sino también la posible ruptura del Pacto por México, firmado por el PRI, PRD y PAN el 2 de diciembre del 2012.
Pero lo más extraño es que nadie del gabinete duartista haya dicho palabra alguna para defender a su jefe. Ni diputados locales ni federales ni senadores. ¡Vaya!, ni el dirigente del PRI Erick Lagos dio la cara inmediatamente, fue hasta ocho días después que en un artículo periodístico publicado en un medio local fijó la postura de su partido; antes se había escondido, como lo hicieron los apóstoles en tiempos de Cristo y jamás levantó la voz para defender al gobernador.
La vergüenza, y el desprestigio político y moral ciñe, maquiavélicamente, en el Estado.
Cuando gobernaba Rafael Murillo Vidal, el PAN aún no estaba arraigado en Veracruz. Su representante, Efraín López (dep) fue su vocero desde Córdoba e Indalecio Sayago lidereaba al PPS, el partido de más oposición. El dirigente del PRI en esa época, Rafael Arriola Molina, con pasión desmedida, defendía a su jefe Murillo Vidal de cualquier ataque a que fuera expuesto. Lo mismo hicieron Gonzalo Morgado Huesca y Carlos Brito Gómez con Rafael Hernández Ochoa. Y lo hicieron también Guillermo Zúñiga Martínez y ‘Yayo’ Gutiérrez, Manuel Ramos Gurrión y otros tantos en su carácter de dirigentes priistas estatales. Ellos dieron la cara por el primer priista del estado.
Tuvo que ser el propio Javier Duarte quien se presentó a los medios para enviar un mensaje a los panistas al decirles que “durante 12 años que gobernaron Vicente Fox y Felipe Calderón, politizaron y lucraron electoralmente con los programas sociales y “no pasaba nada”. Y sentenció: “La legalidad y el respeto a las libertades políticas de todos seguirá siendo el único camino que nos puede llevar por la senda del desarrollo”.
Tal vez hubo órdenes para los colaboradores del régimen duartista para que no hablaran y creo que estuvo bien porque pudo ocurrir que les pasara lo que le sucedió al perro de *‘Tía Cleta’.
Hay, entonces, bastante tiempo por delante para dirimir muchas cosas, tomando en cuenta que en política todo se vale. Así lo sostiene Maquiavelo en sus enseñanzas.
‘Guerra a muerte’ entre
políticos maquiavelistas
Nicolás Maquiavelo (1449-1527), en su libro El Príncipe, dio consejos a los gobernantes para que conservaran el poder, como el clásico: “divide y reinarás”. Consideró que todos los actos cometidos por los gobernantes, cuando tienden a
fortalecer el poder y el bienestar público, deben ser considerados como lícitos, sean buenos o no lo sean, pues “el fin justifica los medios”; es decir, que estableció la separación entre la política y la ética cuando las circunstancias así lo exijan, lo cual constituye el principio que ha sido llamado “razón de Estado”.
Maquiavelo introdujo la inmoralidad en la política. Dice que la actuación del gobernante (príncipe) es una mezcla de astucia, de audacia, de habilidad, de violencia y de fuerza, que coloca por encima de la justicia. Preconizaba medios inmorales para alcanzar fines políticos y que la fuerza y la astucia eran la base del gobierno. La moral del que gobierna se juzga por el éxito que obtiene al conservar el poder y al aumentarlo y al perpetuarse en él. Hay cosas que parecen virtudes, pero que llevan a la ruina; y otras, que parecen vicios, dan la seguridad y el bienestar. En cuanto al asesinato sólo debe emplearse con inteligencia y con secreto; y aun cuando el hecho acuse, el resultado debe servir de excusa.
Sobre los murmuradores que esparcen sobre la plebe pérfidas noticias, Maquiavelo escribió con estas palabras: “Este suceso prueba cuán detestable es la calumnia en un régimen de libertad o en cualquier otro, y que debe acudirse a todos los medios oportunos para reprimirla; siendo el que mejor la libre facultad de acusar, pues la acusación es tan útil en las repúblicas como funesta la calumnia. Hay, además, entre ellas la diferencia de que la calumnia no necesita testigos de ningún otro género de prueba, de suerte que cualquier puede murmurar de otro, pero no acusarlo, porque la acusación exige verdaderas pruebas y circunstancias que demuestran la verdad en que se funda”.
“Se acusa a los hombres ante los magistrados, ante el pueblo, ante los consejos. Se murmura de ellos en las plazas o en el interior de las casas, y prospera menos la calumnia a medida que el régimen permite más la acusación. Por ello el legislador de una república debe establecer que todo ciudadano puede acusar a los demás sin temor ni consideración alguna. Así establecido y observado, debe castigar duramente a los murmuradores, quienes no tendrán motivo para quejarse del castigo, puesto que en su mano está el recurso de acusar en público a los que secretamente calumnian”.
“La falta de buen régimen en este punto produce los mayores desórdenes, porque la calumnia irrita y no corrige a los ciudadanos, y los calumniadores procuran asegurarse, inspirándoles más odio que temor lo que contra ellos se diga. De todo esto nace para todos lados las malquerencias, de éstas nacen las divisiones, de las divisiones los bandos y de los bandos la ruina del Estado”.
El maquiavelismo es una ilusión, porque se funda en el poder del mal y porque, metafísicamente, el mal como tal no tiene poder alguno como causa de ser; y prácticamente el mal no es capaz de producir ninguna realización duradera.
Como regla general el maquiavelismo y la injusticia política, si bien logran éxitos inmediatos, conducen a la desgracia y a la catástrofe, a largo plazo. Lo estamos viendo y lo seguiremos padeciendo siempre que no haya políticos inteligentes. Por lo pronto el pueblo veracruzano está en medio de la guerra de lodo electoral.
“*Tía Cleta vivía en la orilla del pueblo. Se dedicaba a vender aguardiente del chorrito que se produce en alambiques clandestinos. Ahí, todos los días, llegaban sus clientes a beber y emborracharse. Tenía un perro que nunca ladraba. Era tranquilo y recibía todos los días su buena botana de las sobras que le tiraban los clientes. Tenía todo, nada le faltaba. Un día llegaron tres bebedores y al pasar junto al perro, éste ladró y uno de ellos agarró una piedra del suelo y con ella le rompió el hocico. El perro ladró lastimeramente. Salió Tía Cleta y le dijo: ¡Ándale, sigue ladrando, pendejo…!”.
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