
* LA REPRESIÓN
EN DÍAS ACTUALES
Son numerosas las demostraciones de fuerza bruta las que se anuncian para cortar con el desarrollo de virulentos actos, lo que mantiene al país en un tris de perder la tranquilidad social, pero igual, enseña la época que corre que por encima del diálogo y la concordia, está la advertencia o amenaza que parte de la esfera del poder, lo cual, a la distancia, no puede seguir siendo el antídoto eficaz para devolver a los mexicanos el país que ya no tiene reversa definitivamente.
Signo de los sexenios tricolores fueron precisamente los actos de violencia que partiendo del estado sometían a los rijosos, los intranquilos, pero igual a quienes disintieron con el estado, que creía que era lo mejor para la sociedad mexicana.
Cuando se lee que el señor Mondragón está listo con sus muchachos para limpiar el edificio de rectoría de la UNAM de los vándalos que la tomaron por la fuerza, al común de los mexicanos del ayer les hizo recordar a los mandatos constitucionales de Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo Ponce de León.
Es decir, cuando ya no había espacio para la negociación, venían los palos en contra de los «enemigos» del estado y, de siempre, el común de mexicanos ha avistado al régimen gobernante no como su coadyuvante en la búsqueda del bienestar común, sino todo lo contrario, que en un país sin libertades la macana del policía es la mejor arma para pacificar ánimos.
En el pasado aún reciente, los derechos humanos no existían en México, hoy forman parte de su legado a las generaciones futuras y, por añadidura, se comprometió el país, ante instancias de todo el orbe, a que los respetaría y haría respetar.
No hay que olvidar que cuando la violencia aparece, igual tiene como origen la incapacidad y la ausencia de talento y creatividad por parte de los servidores públicos para, en nombre de la paz social, llegar a los gobernados, sean quienes sean, y convencerles de que lo mejor, por encima de la violencia y la sin razón, está la negociación, que incomoda obviamente, pero igual resuelve sin que se minimicen los sinsabores que sólo siembran odios y rencores, diría don Agustín Acosta Lagunes, algún día sobre tierras veracruzanas.
* HARTAZGO EN LAS
COLONIAS POPULARES
El hartazgo está haciendo agua en inmensa cantidad de colonias catalogadas como populares que existen en la ciudad, porque la espera del líder natural que vea por todas ellas y su porvenir, se alarga demasiado.
Hay más de 345 puntos en la ciudad con una mayoría creciente de pobladores, que habiendo llegado de otras tierras, en algunos casos muy lejanos de dentro y fuera del país, en la búsqueda del sueño de tener un pedazo de tierra donde levantar sus casas y que la cauda de servicios públicos les llegue como un milagro enviado del cielo, por el cual, poco o nada tengan que pagar.
Empero, esa inmensa mayoría de habitantes de la ciudad, para asentarse en muchos casos hubo que apoyarse en los fantasiosos y gangsteriles mandos de las mafias y cuadros de dirigentes charros que no sólo atracaron y consiguieron la tierra, sino que afirmaron un poder que les permitió por largo tiempo manejarlos a su antojo y ofertarlos al mejor postor, por caso en las campañas políticas.
Finalmente, el fundo legal de la ciudad, así como la zona ejidal, fueron desapareciendo, pero la exigencia social y material crecieron como la espuma, al grado de que hoy día la capital del estado, otrora Atenas veracruzana y ciudad de las flores, si usted quiere y manda, es habitada por mayorías aplastantes en extrema pobreza, o miseria, como lo confiaría la química Hilda Patricia Patiño Reyes, titular de la delegación Xalapa de AVE.
La credibilidad en los hombres públicos se encuentra contra la pared. Hay discursos en todos los tonos, pero la gente poco les cree. Buscar el dirigente natural, es la meta. Esperemos, porque seguramente debe haberlo.
* MAESTROS Y ALUMNOS
EN LUCHA DEL 68
A diferencia de la lucha estudiantil y magisterial del 68, en que la dictadura presidencial abatió a los manifestantes con su matanza, allí en los terrenos de la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, algo ocurre en estos días, que por encima del diálogo la barbarie pareciera asomar narices en la escena nacional, en franco reto, teniendo como sustentos la hambruna, la desesperanza o la desesperanza.
Hasta antes del 68, la familia universitaria mostró absoluto silencio y respeto por las instituciones y los hombres que las dirigieron.
Sin embargo, esa posición de sumisión o de matrimonio intelectual y político, acabó cuando la inteligencia y la sabiduría de los universitarios, que entonces sí leían, hubo que confrontar la reciedumbre de la posición dictatorial de los políticos y desde entonces lo mejor de la clase social azteca ha tenido que andar a salto de mata o perseguida por la carencia de presupuestos para hacer de la cultura una trinchera que sirva al desarrollo de la nación.
Es en la universidad donde se forman los ejércitos de profesionales, que supuestamente van a servir posteriormente a la sociedad. Luego entonces, los dimes y diretes zanjan ese puente de concordia, que debiera prevalecer ante el empuje de la sinrazón con que actúan los seudo-estudiantes que tomaron por asalto la rectoría de la UNAM, en aras de demandar, según sus cabecillas, la atención del titular de la misma, José Narro Robles.
Es evidente que en los años sesentas, la rectoría y los estudiantes mantenían una relación estrecha, con talento, vocación de promover el bienestar, pero sobre todo de reconocimiento a uno y otro de los extremos, es decir, autoridades y estudiantes y maestros.
Lo que hoy se avista en la UNAM ya no debiera ocurrir. Quizá sea consecuencia de la situación de crisis de todo que está viviendo el pueblo de este país, pero evidentemente hay formas y medios, que no coinciden con la destrucción, el ataque a instalaciones que paga el pueblo y la asonada en que concurren como quiera los malandrines metidos en la máxima casa de estudios, mejor posicionada en América Latina.
Lo otro, que el doctor José Narro hiciera caso omiso de los auténticos estudiantes y que, en este sentido, hayan dejado atrás la tolerancia, para imponerse con este rasgo de salvajada, porque en días como éstos no se admiten y, por el revés, la comunidad toda de universitarios en el país asume una posición de respaldo al rector que ha dado seguimiento ejemplar al cometido alcanzado a favor de la UNAM, por el también ex rector José Ramón de la Fuente, en la justa por colocar a la institución educativa en el sitio de privilegio que ostenta en el país y extra-fronteras.
