*México, entre 34 países,
tercer lugar con mayor
número de «ninis».

Juan Rivera, un especialista en las asignaturas de geriatría y nutrición del Instituto Nacional de Salud Pública, confía en que los mexicanos vean por el mejoramiento de sus condiciones de salud y eviten en lo posible aumentar la cifra de obesos en el país.
La primera enfermedad –porque así está declarada la obesidad–, y que afecta ya a 60 millones de personas, amenaza con desestabilizar a todo el sistema médico nacional, porque se considera que la suma de pacientes en ese contexto se elevará el próximo año y no habrá la infraestructura suficiente para atacar el mal.
La atención de 60 millones de personas, incluidos niños, adolescentes y jóvenes y personas en edad madura, demanda en este momento la friolera de 67 mil millones de pesos anuales, renglón este último que se elevará hasta en 150 mil millones de pesos el próximo año de 2014.
El experto asegura que el problema de la obesidad alcanza cifras impresionantes en el resto del mundo, peroes creíble que en el caso mexicano, somos mano.
La obesidad está catalogada como una enfermedad, pero que no amerita que las instituciones de salud pública, como el IMSS, el Issste u otras, se vean en la obligación de librar las mentadas incapacidades médicas, con vistas a justificar los trabajadores y demás asalariados sus ausencias en horarios de trabajo.
A diferencia de otras enfermedades que sí lo demandan, la obesidad no excluye al común de asalariados faltar a su fuente de ocupación laboral, aduciendo que enfrentan sobrepeso y, por ende, escasas ganas y apetito por la actividad laboral.
La obesidad no es una enfermedad congénita, pero sí tiene connotaciones de orden social, familiar y económico ligadas al común de las familias mexicanas, pues se habla de 60 millones de obesos en este país y la cifra amenaza con incrementarse en un breve lapso.
Tanto, que en su atención hospitalaria y en las demás clínicas y consultorios médicos, exigirá una inversión millonaria y el desquiciamiento de toda la infraestructura médica, asistencial y hospitalaria. Volver a los orígenes de llevar una vida con nutrientes naturales, alejada del sedentarismo y sin mayores motivaciones para aumentar el estrés, sería lo recomendable para evitar que el país afronte a la obesidad, como la enfermedad del siglo XXI.
*¿ALGUIEN CREE EN LOS
PARTIDOS SATÉLITE
Hay una pregunta pendiente en el aire, que tiene que ver con el gran negocio que hacen algunos de los membretes partidarios, que se sostienen y gozan de los militantes que la ley les exige, no obstante que pocos o nadie los conoce, pero que se contentan con meterse al chupadero del erario público sirviendo como satélites en torno a los membretes firmes como el PAN, PRDy PRI.
En la jornada del momento, por las presidencias municipales y las curules de diputados al Congreso del estado, hay cuando menos once partidos políticos compitiendo, no obstante que sólo tres tienen el ascendiente en diferentes sectores de la población veracruzana, de sobra conocidos, pero que difícilmente se sostienen por la corriente ideológica que supuestamente defienden en el hándicap por el poder de los ayuntamientos.
A no ser porque siguen manteniéndose las trincheras panista, perredista y priista, el resto de no plegarse a los contenidos de la ley electoral, ya habría desaparecido.
Quién puede creer en un partido verde, que está más verde que el césped que lucen los lagos de El Dique,por ejemplo.
Este membrete, que surgió en el seno de una sola familia, que a más de veinte años sigue amasando tesoros presupuestarios, y que nunca busca ni buscará cargos públicos yendo solo en los procesos electorales, pegado, como sanguijuela, o hablando de las florecitas y el campo, cuando un programa, una intervención a favor de los recursos que le rinden vida a los seres humanos, jamás la ha tenido por nadie.
El sistema de partidos en este país, está rebasado por la creciente ola de exigencias y necesidades sociales, pero más, el comportamiento político de las mayorías de ciudadanos mexicanos, contraría seriamente el juego que realizan siglas, sin ofertar una ideología sostenible, sin realizar una faena en beneficio de los más necesitados y, por otro lado, ajenos, como es, a las cuestiones que interesan al pueblo en su cotidiano habitar, como es la hambruna, el desempleo, la inseguridad pública, la indigencia agolpándose en nuestras calles y el comercio ambulante irrumpiendo en el casco histórico de todas las ciudades.
Siete partidos satélites, responsables también del escenario que se encarga de enrarecer el ambiente y que soslaya, a manera de reto, la observación que hace el tribunal estatal electoral, por voz de su presidente Daniel Ruiz Morales, en el sentido de que llueven las quejas en sus oficinas, denunciando a los partidos políticos de acometer con exceso la propaganda política y otros actos, que amagan con volver un infierno el ambiente que por naturaleza tendría que ser democrático,plural, justo e imparcial.
Esto también puede confundir a los electores en la fecha de emitir su sufragio en ánforas electorales.
*¿QUIÉN VIGILA EL
TRÁNSITO CITADINO?
Un ciudadano común sabe que a ninguna autoridad puede preguntarlo, porque no le van a contestar.
Tampoco puede hacerlo ante el agente vial, el tamarindo, se decía que cuida supuestamente el paso de automovilistas, porque seguramente no va a responderle absolutamente nada.
Llegar a los tinglados superiores es imposible. Hacerlo mediante carta, telegrama, tampoco, sería una infructuosa acometida, o hasta los burocratizados jefecitos, aquellos que se suben a un papel y se vuelven soberbios, hasta podrían indignarse y responderle al ciudadano que se dedique a lo suyo y los deje «trabajar».
Lo cierto es que una política de educación vial, no existe. Todo se improvisa, y más aun, cuando se suspendieron la mayoría de los semáforos en la ciudad y ahora todo gira alrededor de los ciclistas, a los que hay que darles todo, por encima de los peatones, que deben hacerla de toreros al cruzar la calle, porque si no se lo lleva el taxista iracundo de corbata.
El común ciudadano, o el que conduce una unidad automotriz, se expone a todos los riesgos y peligros en la arteria pública, pero sobre todo frente a los bólidos del servicio urbano y el taxi, preferentemente.
Los agentes de azul marino, nada pueden hacer para contener la ola vehicular, pitan su silbato todas las horas que dura su estancia en el crucero al cual fueron asignados, pero esto sólo ocurre en algunas calles del corazón o centro histórico.
Y los motociclistas y mujeres y hombres vestidos de verde y negro o azul oscuro, que la hacen de «apoyos viales», ni quién los pele, huelga decir, cualquiera de los prepotentes taxistas de la era moderna, aquéllos que fueron beneficiados con cinco o seis mil placas de alquiler, y los cuales sobran en la ciudad, y tienen que pelear hasta con las veinte uñas una carrera a sus contrapartes, los propios taxistas.
Pero lo más grave, se perdió el principio de autoridad, el taxista, el autobusero y el grueso de todos los automovilistas violentan la norma diariamente, faltan al mínimo de la cultura cívica y carecen de absoluto respeto a los señalamientos y las instrucciones que hacen posible, supuestamente, la convivencia en un ambiente de civilidad entre conductores de automóviles, peatones y autoridades.
Sin embargo, queda vacilante la pregunta más inocente: ¿algún taxista, respeta los altos en la ciudad, sean de los semáforos o el agente de tránsito?, por favor, que esa sería la noticia para destacar en las páginas periodísticas y en las redes sociales, ahora que están de moda.
