
Cuando el camino llegó a su fin tras 26 años de peregrinar, Juan Pablo II ya era santo. Recorrió el mundo extendiendo su fe y murió el sábado 2 de abril del 2005 a las 13:37 horas, (en Italia serían las 21:37) en su apartamento a los 84 años, tras 48 horas de agonía.
El doblar de las campanas, que confirmó su muerte, transformó los rezos en un nutrido aplauso de los miles de fieles que lo acompañaban desde tres días antes en la Plaza de San Pedro, pendientes de su ventana.
“El Santo Padre ha muerto”, casi gritó su portavoz, el español Joaquín Navarro Valls. Poco antes de morir, el Papa recibió la extremaunción y expiró tomado de la mano del arzobispo polaco Stanislaw Dziwisz, su secretario personal. Desde el 24 de febrero, Juan Pablo II respiraba gracias a una traqueotomía; el 30 de marzo le fue colocada una sonda para alimentarlo, y su condición se agravó un día después.
Para los teólogos, el polaco Karol Wojtyla fue un hombre que revolucionó la fe; para los historiadores, alguien que ayudó a derrotar al comunismo, y para los mil 100 millones de católicos, un pastor carismático.
Fue en México, país a quien visitó cinco veces entre l979 y el 2002, que Juan Pablo II inició su “Pontificado itinerante”, durante el cual realizó 104 viajes por 129 naciones. Durante su última visita a nuestra patria (1 de agosto 2002 incluido Veracruz) dijo: “me voy pero no me voy, me voy pero no me ausento, pues aunque me voy, de corazón me quedo”.
Juan Pablo II, antorcha del siglo XX
La personalidad del Papa Juan Pablo II, tuvo tantas facetas que hoy se hace difícil elegir qué aspectos destacar principalmente.
Habrá, tal vez, quienes hayan valorado su dimensión de estadista; un estadista sin cuya influencia no se entendería la historia del siglo pasado. Es indudable que su insistencia en pregonar el derecho de los pueblos a su autodeterminación, así como su sensibilidad para defender los derechos humanos, influyeron en el término de la ‘guerra fría’ y en el derrumbe del muro de Berlín.
Hubo quien ponderó sobre todo su capacidad intelectual, su sólida formación filosófica, con su profunda visión sobre el significado del valor de la persona humana. De allí se desprendió su lucha decidida a favor de los derechos humanos, especialmente el derecho a la vida y a la libertad religiosa.
Otros admiraron en él su gran carisma, su capacidad para acercarse a la gente y poner en vibración espiritual a multitudes gigantescas; y al mismo tiempo su cercanía, su conmoción ante los niños y los pobres. Él supo tratar con espontaneidad y seguridad a los poderosos de este mundo a quienes les recordó sus deberes sociales.
Sin embargo, a Juan Pablo II se le debe considerar principalmente, y por encima de todo, como lo que fue: Un profundo creyente, un Pastor comprometido con su misión evangelizadora, como sacerdote, como obispo, como Papa. Todos los enormes trabajos que realizó en sus incontables viajes, en los encuentros con las multitudes, en sus muchísimos discursos y documentos, todos estuvieron inspirados siempre en su ardor pastoral: anunciar a Jesucristo.
La valentía de Juan Pablo II en sus declaraciones, la fortaleza con que transmitía sus convicciones de creyente, su disponibilidad para dialogar con los hombres de cultura en todos los campos del saber, todo esto mostró al mundo un Papa que , sin arrogancia pero sin complejos pregonaba sus convicciones, las compartía e invitaba a descubrir el valor del evangelio. Era, pues, un creyente convencido, pero al mismo tiempo un hábil comunicador. De esa riqueza humana-espiritual brotó el impacto que sus palabras y sus gestos tenían sobre quienes lo escuchaban.
El 8 diciembre será declarado santo
El Papa Francisco aprobó el segundo milagro atribuido al papa polaco, que lideró a la iglesia católica desde l978 al 2005. El pasado 18 de junio, la comisión teológica de la Congregación para la causa de los santos dio su primer visto bueno al segundo milagro atribuido a Juan Pablo II. En principio se especuló sobre una mujer italiana que sufría cáncer y que se curó de manera inexplicable para la ciencia el 1 de mayo del 2011, el mismo día de la beatificación de Wojtyla.
Sin embargo, el Vaticano confirmó que se trata de una mujer de Costa Rica, Floribeth Mora (50 años), una ama de casa de un barrio pobre quien compareció ante los medios de comunicación y narró cómo se alivió del aneurisma cerebral que, a juicio de los médicos, le iba a causar la muerte. El milagro que llevó a la beatificación de Juan Pablo II se realizó en la persona de la monja francesa Marie Simón Pierre, quien se curó de manera inexplicable para la ciencia de la enfermedad de Parkinson que padecía.
¿Cuáles son los pasos para ser santo? Tiene varios escalones: el primero es venerable siervo de Dios; el segundo, beato, y el tercero, santo. Venerable siervo de Dios es el título que se da a una persona muerta a la que se reconoce haber vivido las virtudes de manera heroica. Para que un venerable sea beatificado es necesario que se haya producido un milagro debido a su intercesión y para que sea canonizado (santo), es necesario un segundo milagro. Éste debe ocurrir después de ser proclamado beato.
El legado doctrinal
Durante sus poco más de 26 años de pontificado, Juan Pablo II dejó un legado doctrinal de 14 Encíclicas, 13 Exhortaciones Apostólicas, 42 Cartas apostólicas y dos publicaciones no magisteriales. En las 14 Encíclicas se refirió a varios temas, como una trilogía dedicada a la Santísima Trinidad, la influencia de la Virgen en la vida de la iglesia y definiciones sobre el trabajo y el valor de la vida.
Al Papa Juan Pablo II lo acompañaron durante la última década de su vida rumores sobre su frágil salud. En 2005, su último año, reconoció que pronto sería llamado a rendir cuentas y comenzó a preparar su muerte, pero no se acostó a esperar “la llamada”; apuntó en su agenda nuevos viajes que Dios no le permitió concluir.
¿Quién será capaz de decirnos cómo y cuánto influyó y seguirá influyendo en la construcción de un mundo más justo y más humano? ¿Quién podrá describir los frutos de esa semilla depositada amorosamente en el alma de millones de hombres y mujeres en todas partes de la tierra?
Lo que podemos decir, con certeza y emoción, es que una vida que así florece y es fecunda y decidida, es vida que sí merece el santo nombre de vida.
