
Durante mucho tiempo, el secretario de Gobierno ha sido un Rasputín reaccionario. Desde el bunker de Palacio de Gobierno espiaba a los enemigos y recompensaba a los amigos, tejía los amarres y armaba los aquelarres, sabía los secretos y perseguía a quienes los divulgaban. Funcionaba como un big brother y quería ser temido como tal. Gerardo Buganza Salmerón, en contraste, es el hombre totalmente sincero, abierto. La trayectoria personal y profesional que le conocemos, no está repleta de trapacerías; su closet no está lleno de esqueletos; su equipo de trabajo no está compuesto de compinches: Gerardo Buganza es un caballero con guantes limpios en esa dependencia.
El secretario Buganza usa un estilo diametralmente opuesto a sus antecesores; no presiona sino que busca la relación consensual; no impone sino convence; no ha extorsionado sino que ha dialogado. En lugar de dar manotazos de mano dura, negocia de manera suave. En vez de hacer concesiones personales, remite a sus adversarios a los tribunales, cuando es necesario. Antes, el secretario de Gobierno mandaba en el imperio de la fuerza; ahora el bueno del Palacio sirve al imperio de la Ley y con lealtad firme al que manda en Veracruz.
La doctrina de Gerardo Buganza toma sus principales preceptos de la teoría de la probidad política.
Desde su óptica, en esa ala del palacio de Gobierno no hay comportamiento bravucón. El secretario no es omnipotente y omnipresente, autoritario y reaccionario. Ya no es responsable de vigilar todo, supervisar todo. No monopoliza el mando ni teje el hilo para amarrar los nudos. Si el Secretario de Gobierno limita su papel estelar, otros actores podrán irrumpir en el escenario. Si Gerardo interviene poco, las otras dependencias crecen mucho.
Hay quienes comparten esta manera de hacer las cosas y le dan crédito a la Secretaría. Hay otros que descalifican el estilo de Buganza por su idealismo y su aparente ingenuidad. Para los primeros, Gerardo Buganza, es un secretario de Gobierno presente y ascendente; para los segundos, es ausente e impotente. Para sus admiradores, el ingeniero Buganza es un operador de la política paciente y eficaz; para sus detractores es un neófito que camina para atrás. Para sus enemigos en la política, malignos, prejuiciosos y maquiavélicos, Javier Duarte de Ochoa no tiene Secretario de Gobierno.
El retrato positivo de don Gerardo Buganza pinta a un ingeniero político que se ha acostumbrado al poder y se ha sentido cada vez más cómodo ejerciéndolo. El secretario de Gobierno ha ganado, en la mayoría de las veces, las partidas en vez de perderlas. Es cuestión de echarle una ojeada a su paso por los encrespados caminos llenos de piedras que le han puesto sus enemigos. Los pleitos internos del equipo duartista son penurias que están pasando. La política hands off parece rendir buenos frutos y buenas cuentas. Esto sólo lo entienden los que deben entenderlo. Probablemente el Secretario no es tan bueno como argumentan quienes quisieran verlo triunfar, ni tan malo como quienes quisieran verlo fracasar. El secretario de Gobierno Buganza ha tenido aciertos y errores, avances y retrocesos. En algunos casos ha funcionado y en otros no.
Tal vez alguna parte del problema con Gerardo Buganza es su formación profesional y política. Él tiene razón al argumentar que existe una brecha entre el Veracruz real y el Veracruz legal. El Estado todavía tiene el patronazgo, el clientelismo, el nepotismo, y la corrupción; para cambiar esto hay que entenderlo, moderarlo, desactivarlo y enfrentarlo, siempre entregando buenas cuentas al gobernador.
El cordobés Buganza Salmerón se ha conducido con cautela porque rehúye la confrontación. No le interesa abrir cajas de Pandora porque desataría demonios a los cuales no desea exorcizar. Hasta el momento sabemos que el secretario de Gobierno intermitente se comporta de una manera diferente, sabemos que el estilo del secretario Buganza ha buscado, siempre, la concordia y ha rechazado la discordia, motivada por una filosofía personal y deseos de triunfar. El Secretario no quiere descalificar a nadie, ni pelearse con nadie, ni ofender a nadie.
Al frente de la Secretaría de Gobierno hay una política que se percibe a sí misma como un artífice de la lealtad hacia el gobernador Javier Duarte de Ochoa. Ni duda cabe.
rresumen@hotmail.com

