
Ayer en un Súper de cuyo nombre no quiero acordarme pero empieza con la letra W… tuve una experiencia de doloroso y místico realismo. La gente llevaba enormes bolsas de frutos pues estaban “baratos”. Doloroso ya que es una pena que a estas nuevas generaciones -a causa de la economía actual- se les este negando esa linda presencia de las formas olorosas y colores brillantes que aportaba tener los fruteros llenos como bellas naturalezas vivas. Mística también pues me dio gusto ver tanta hermosura colorida y multiforme de la naturaleza, en el enorme y gris cubo Kafkiano que es esa tienda de autoservicio. De momento, egoístamente, se me borró ese dolor constante que es el campo mexicano, no quise pensar si los frutos serían importados en detrimento de los connacionales, en fin… Solo recordé por qué la pintura ingenua de la maestra María Izquierdo siempre me remite a recuerdos de mi infancia, esos donde las alacenas eran decoradas por bella loza y frutos que mis abuelas o mi madre traían del Mercadito de la 5 de mayo y toda la casa tenía un sinfonía maravillosa de olores colores y formas.
