
(por Raúl González Rivera)Un impuesto que vamos a pagar todos es el que la reforma hacendaria impondrá a los refrescos embotellados.
Sean o no consumidores todos de dichas bebidas, deberán cubrir la tributación que alcanzará 35 centavos de cada peso, correspondientes al refresco y otras bebidas saborizadas.
La justificación o pretexto para tener que pagar esta tributación al fisco, la da el propio régimen federal, al anunciar que se cobrará tal porque es necesario alertar a los mexicanos, porque beban menos refrescos, que por el abultado consumo de azúcar, además de provocar más enfermos de diabetes, al país le han dado el primer lugar mundial en obesidad.
Todo ello resulta engañoso o, en el mejor de los casos, puro espejismo.
El daño verdadero a la economía y bolsillos y salud de los humanos lo da la facilidad con que se pueden alcanzar los refrescos embotellados, cuando los mexicanos apenas son unos niños y ya beben dichos refrescos.
El problema es cuestión de salud y de educación.
Cómo evitar que los menores se inicien en el consumo de bebidas embotelladas, si a la puerta de sus escuelas hay decenas de expendios improvisados que lo mismo ofrecen memelitas, garnachas y pambazos, sin vigilarse las menores condiciones de higiene y limpieza, como también que en dichos escenarios la venta de refrescos es una constante sin par, porque las aguas frescas no resultan un negocio.
Esto ocurre a los cuatro costados de este país y de cara a los cientos de miles de planteles escolares de todos los sistemas educativos, a los que ninguna autoridad supervisa ni vigila, mucho menos sanciona, sean de la autoridad municipal de la ciudad o el sector salud.
En cambio, los centros de salud son receptores y conocen cotidianamente de los pequeños pacientes, gracias al consumo de comida chatarra y de los refrescos embotellados.
Especialistas en materia de salud pública cuestionan sobre el porqué no iniciar una batida contra la obesidad y diabetes clausurando a «changarreros» sus criminales operaciones comerciales, mucho antes que imponer un impuesto a los refrescos embotellados, que va a afectar a consumidores y no consumidores o adictos a tales bebidas refrescantes, se dice.
Algo tiene que decir a la población el titular del sector salud, Juan Antonio Nemi Dib, y la propia alcaldesa Elizabeth Morales García.
*PROBLEMA EDUCATIVO
ES DE AUTORIDADES
30 años en la impartición de la cátedra, son suficientes para poder percatarse cualquiera de los académicos universitarios que el problema que arrastran nuestros jóvenes que aspiran a convertirse en profesionales en alguna de las actividades cotidianas a favor de la sociedad, sin duda, corresponde tal preparación al sistema educativo creado, apoyado y sostenido por el estado y nadie más.
Sin embargo, la especie es poco menos que preocupante, porque la castración intelectual, el dominio del idioma elemental, que es el español, y la casi nula formación vasta,amplia culturalmente de los muchachos, se deben, no se dude, a la generación de programas y planes educativos –y ahora de una reforma–, elaborados desde el escritorio.
Se ignora o se hace caso omiso de llevar a cabo acciones que permitan profundizar en el conocimiento de la compleja diversidad de las graves carencias educativas, económicas y sociales que viven millones de mexicanos al interior de los estados de la república.
La cúpula del poder –de siempre–, asume con arrogancia que debe cerrarse al diálogo de cara a uno de reclamos que eleva uno de los principales actores de los planteles escolares de este México convulso: los maestros.
Estos últimos no están de acuerdo con el enfoque tecnocrático en lo que hace a la reforma educativa, la otra es laboral estrictamente, porque carece de los fundamentos filosóficos, sociológicos, teóricos y metodológicos de la pedagogía, sino que trastoca en su esencia su situación laboral.
Esta postura anquilosada del patrón-gobierno buscará, a través de sus mecanismos de control, el Instituto de evaluación nacional para la educación y la Ley general de servicio profesional docente, crear tipos de escuelas del sistema básico, medio superior y normales a semejanza de las escuelas Chárter (contrato) de los Estados Unidos de Norteamérica.
En estas últimas lo importante son los objetivos que se relacionan con los procesos educativos, las evaluaciones y los resultados de manera eficaz y eficiente. Se propondrá el estado con estos mecanismos la excelencia de los alumnos.
Planes y programas los elaborarán desde el gabinete por expertos, en tanto los maestros, perdiendo su derecho a la creatividad, a la innovación y a la reflexión de la enseñanza-aprendizaje, se convertirán en empleados de calidad al seguir normas impuestas, parecidas a las que se implantan en las escuelas privadas.
En ese tenor, la preparación de los alumnos es para integrarlos ala globalización y no para que participen, con compromiso, hacia la solución de los problemas de su entorno socioeconómico. Y en su caso, tendrá que buscar revertir los saldos de sus egresados universitarios, pues este país exhibe que dos de cada cien egresados de las universidades obtienen su título profesional y que sólo dos de cada diez se desempeñan profesionalmente en la carrera que estudiaron.
El resto, conforme a la reforma que se propone, no respondería a los niveles de la exigencia social y estaría en el camino de los recursos perdidos, que para una enseñanza Chárter, en este caso clonada por los mexicanos, seríaimperdonable. Al tiempo.
*EL DIOS TLÁLOC,
CON TODA SU FUERZA
Finalmente, el dios Tláloc se impuso con singular fuerza, que una buena parte del país ha sido devastada por las torrenciales lluvias, el desbordamiento de los ríos, los arroyos y los deslaves que expulsan montañas de lodo y piedras sobre las viviendas y camiones, autobuses y automovilistas.
La entrega de despensas ayuda de alguna forma para enfrentar la debacle que sufren miles de mexicanos, por caso, en el puerto de Acapulco, en donde, como se ha dicho, resultó simplemente devastado.
El huracán Ingrid y la tormenta tropical Manuel, jamás fueron avistados, pronosticados ni detectados por los especialistas que vigilan el servicio meteorológico, pese a la presunción de que en este sentido los sistemas de protección civil pueden disponer de sus estudios, para ventilar las recomendaciones de rigor, frente a tragedias que enlutan hogares, pero igualmente se supone que coadyuvan a anticiparse a este tipo de fenómenos naturales.
Cierto es que no se pueden saber los cambios del clima, pero bueno fuera, entonces, que se puntualizara cuál es el cometido del servicio meteorológico, en cualquier parte del país y el mundo, porque lo ocurrido en Acapulco sirve de antecedente para el resto de la república, en donde la lluvia segó vidas humanas y destruyó patrimonios completos de cientos de miles de familias.
Pero vea usted, en el puerto de Acapulco, el pasado fin de semana se dieron cita para conmemorar las fiestas patrias alrededor de 40 mil turistas y en ningún medio informativo, incluida la prensa escrita y las redes sociales, absolutamente, apareció una sola información alusiva al vendaval que venía.
Lo suyo ocurrió en todo el territorio nacional, la atención sobrevino cuando el agua ya había allanado hogares, destruido enseres domésticos y en numerosos sitios destruyó bienes inmuebles, edificios, viviendas, autobuses y automóviles.
Y es allí cuando al elaborar el recuento de los hechos, se cuantifican los daños carreteros, en caminos de terracería, la caída de puentes, se registra el terror que vivieron cientos de miles de damnificados y los sectores de salud y protección civil anuncian que atienden con comida caliente, agua y ropa a los que sufren esta tragedia.
