
Por Francisco M. Cambambia

Por siempre… Minerva Hernández Vicenttín… Nació un 2 de febrero de 1965 en la ciudad de Córdoba y aunque ella de cierto modo no lo decía, pertenecía al carismático barrio de Las Pitayitas, la menor de 10 hijos del matrimonio de don José Hernández y Lelia Vicenttín Peralta de Hernández, de tez blanca, ojos expresivos y abundante y ondulada cabellera. de sonrisa afable y siempre inquieta. Egresada de gloriosas instituciones educativas como la primaria “Francisco I. Madero” y la escuela ESBAO, más tarde su inquietud por hacer una cerrera profesional la llevó de pronto a la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la UV en el puerto de Veracruz en el año 1984, donde como muchos más conocería todo lo relacionado con el mundo de la comunicación, al cual se entregó por vocación hasta el último instante de su vida cuando en su cama del hospital cual reportera que era, me comentó algunas noticias de lo que ocurría por esos lares. Estando en el primer semestre de la universidad tuvo su primer acercamiento al mundo del periodismo escrito en el entonces El Universal de Veracruz, al lado de grandes maestros como la querida María de Jesús Rojas en la sección de sociales, pero su ingreso real a una redacción fue en 1985 estando en el segundo semestre de la carrera cuando al conocer a Francisco M. Cambambia, ambos ingresaron al entonces Sol del Centro que dirigía Elías Rivera Sánchez, quien les brinda la primera gran oportunidad y se convierte en su mejor maestro de redacción, conociendo allí a grandes hombres y mujeres de la prensa escrita como Jaime Acosta, Nicolás Rico Bañuelos, Vicenta Castañeda, Evelia García y algunos más de quienes aprenden los primeros pasos en el ámbito de la reporteada. Al egresar de la Universidad en el año 1988, Minerva Hernández Vicenttín ya había logrado sus primeros grandes pasos en el periodismo local y su nombre ya era leído en las primeras páginas no sólo de El Sol, sino para ese entonces de su segunda casa editorial donde plasmaba diariamente sus notas, que poco a poco la fueron posicionando como una de las jóvenes promesas de esta hermosa profesión, años en que los egresados de las facultades de comunicación comenzaban a hacer presencia fuertemente en la región de Córdoba. De allí en adelante su trayectoria se fue dando paso a paso, siempre firme y con ese tesón y entereza que la caracterizaba, logrando así dar por primera una vez una nota del sector salud, anunciando en la ciudad de Córdoba sobre el primer caso de Sida que se tenía conocimiento, cuando este padecimiento era aún un tabú en la sociedad, esto por citar sólo una de muchas y quizás cientos de anécdotas que recordamos quienes convivimos con ella por espacio de casi 30 años. Su quehacer periodístico se fue enriqueciendo con el paso de los años al llegar su incursión en las universidades tanto de la ciudad de Córdoba como de Orizaba, siendo reconocida como una excelente mentora de la carrera de comunicación, formadora de muchas generaciones, pero no sólo fue en las aulas escolares, sino también en las redacciones de los periódicos donde participó, pues tuvo el privilegio de formar a muchos jóvenes, de los cuales hoy en día, son destacados reporteros de diversas secciones y medios de comunicación. De su trayectoria periodista y dadas las circunstancias de la vida, entre las cuales se anota el hecho de haberse casado con Mario Noriega Zacanini, incursionó por lo menos en tres ocasiones distintas como editora y reportera de El Sol, así como también similar número de veces en otro periódico local y finalmente, fue fundadora y estuvo como editora hasta unos días antes de partir de este mundo, como editora en el Diario de Orizaba, donde deja igualmente una gran huella de su paso por esa redacción y también un par de jóvenes que aprendieron el periodismo de su mano. Su inquietud y ganas de vivir que siempre mostró al lado de numerosos amigos a quienes siempre recibía con una sonrisa, y para quienes siempre tuvo palabras de aliento, una frase, una vaso de agua “un taquito de frijoles” como ella decía, la motivó para ser parte de la primera generación de la Maestría en Periodismo en la UV, regresando así 20 años después a la facultad de donde había egresado en 1988, justamente hoy este 5 de octubre será el festejo por los 25 años de que se formó esa gloriosa y recordada generación, donde seguramente, Mine, estará presente desde el cielo. Vino a este mundo con el nombre de Minerva, pero en su andar por la vida, recibió un sinnúmero de sobrenombres ganados a pulso por su forma de ser tan original y llena de matices, alegre, dicharachera y jovial; Mincho, Mine, Tía Mincho, hasta el de Minona que le puso una pequeña de dos años o por ejemplo Mineva que le decía un amiguita que no podía pronunciar bien su nombre. Excepcional hija, una gran hermana, esposa, mujer de hogar, linda tía y madrina, pero sobre todo única como AMIGA, y un ser humano como pocos hay en esta vida… Esto es un reconocimiento a la trayectoria y vida de una inolvidable personalidad…. Por siempre… MINERVA HERNÁNDEZ VICENTTIN…
