Crónicas: ¡Me chingaré a Victor Arredondo!: Carlos Manuel Aguirre



•En el reality show del restaurante Casa Bonilla de Coatepec, el exrector de la U.V. con Acosta Lagunes buscó su navaja 007 para detener los madrazos que le asestaba Arredondo Álvarez

•Tres veces le llamó por el celular

•Aguirre Gutiérrez ha jurado vengarse

Por Luis Velázquez Rivera

Por Luis Velázquez Rivera, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana
Por Luis Velázquez Rivera, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana (Desde el puerto de Veracruz)

Carlos Manuel Aguirre Gutiérrez escuchó la musiquita de su celular y leyó el nombre del mensajero. Iracundo, mejor dicho, encabritado, borró el texto y miró hacia atrás del vehículo para confirmar si los agentes de la A.V.I. (Agencia Veracruzana de Investigaciones) todavía le venían custodiando.

Minutos después, el semáforo en rojo, ya entrando a la ciudad de Xalapa procedente de Coatepec, volvió a sonar el celular. Y una vez más descubrió que el correíto era enviado por la misma persona. Y otra vez borró el telegramita.

Iba llegando a su casa, cuando de nuevo, y por última vez, el celular insistió con el mismo mensaje y el mismo mensajero. Era Víctor Arredondo Álvarez, buscándolo con ansiedad, luego que minutos antes le había lanzado un derechazo a la boca, tumbándole dos dientes y un izquierdazo en la frente derecha, que soslayara como buen púgil.

Tampoco contestó a la tercera llamada. Despidió al chofer y dio las gracias a los agentes de la A.V.I. que lo acompañaran de Coatepec, por si las dudas el par de agresores en su contra lo querían seguir para el descontón.

Había llegado al restaurante Casa Bonilla, en Coatepec, donde desde el día anterior lo invitara Rafael Hernández Villalpando, el exrector de la U.V., para atragantarse con mariscos, whisky y vino… con el otro exrector, Víctor Arredondo, y su notario público, Rafael Ortiz Castañeda.

Pero llegó tarde… por el tráfico en el centro de Xalapa y en las goteras de la ciudad camino a Coatepec, la hora pico, cuando los niños todavía están saliendo de la escuela.

Entonces, en el restaurante, quiso Víctor Arredondo que se sentara de lado derecho de la mesa, a un ladito de Ortiz Castañeda, porque Villalpando ocupaba el lado izquierdo, izquierdo como es y ha sido.

Los tres tenían un vaso con hielitos nadando en el whisky y el exrector de la U.V. con Agustín Acosta Lagunes, también pidió otro whiskazo.

Y sin más, empezaron los reproches. Incluso, Víctor Arredondo lo inculpó porque el doctor José Sarukhan (exrector de la U.N.A.M) lo hubiera vetado en la Junta de Gobierno en su legítima aspiración para suceder en el cargo al doctor en Economía, Raúl Arias Lovillo.

Iniciaron los dimes y diretes. El tono de voz subiendo y bajando, con decibeles impetuosos. Cada uno defendiendo su postura. Villalpando, a la expectativa. También, Ortiz Castañeda.

LA NAVAJA 007 DE CARLOS MANUEL

Víctor Arredondo y Villalpando se levantaron y fueron al baño. Carlos Manuel y Castañeda en la mesa, ninguno habló. El ambiente ya estaba tenso. Ni siquiera, vaya, se dijeron “salud” con el vaso whiskero.

Minutos después, el par de exrectores regresó del baño. Y apenas se habían sentado, Villalpando dijo a Carlos Manuel:

–¡Acércate al fogón, estás muy lejos!

Y apenas el exrector de la U.V. con Acosta Lagunes se acercara, en efecto, unos centímetros, a la silla de Víctor Arredondo, el doctor en Psicología, secretario de Educación con Miguel Alemán, 15 años ideólogo de la educación superior en la S.E.P., el académico que soñaba con gobernar una vez más en las Lomas del Estadio, lanzó un derechazo a la boca de Carlos Manuel, que cuajara en el labio superior y le tirara el par de dientes.

Y de inmediato, también le lanzó un madrazo con la mano izquierda a la altura de la ceja, que Aguirre Gutiérrez logró evadir.

Entonces, Carlos Manuel extendió la mano izquierda buscando el saco de su traje, donde siempre carga en la bolsa derecha una navaja 007, con el puñal largo y filoso, cacha metálica, y que eran las favoritas de los pandilleros y malandros en la década de los 80 para asaltar y apuñalar.

Pero al mismo tiempo que el exrector buscaba el saco de su traje, miró que con sus 105 kilos, la panza por delante, Rafael Ortiz Castañeda se ponía de pie, listo para tirarse encima como una avalancha, un alud, un tsunami.

Carlos Manuel fue más rápido. Alcanzó el saco y metió con desesperación la mano derecha en el saco buscando la navaja que en el mundo sórdido de las pandillas sirve para destripar a los más rudos y panzones.

Pero se equivocó de saco y tomó uno equivocado, cuando sintió que Ortiz Castañeda estaba casi encima de él.

Pegó un brinco y pudo librar la avalancha corpórea de Rafael, y de plano aprovechó la mitad del segundo para huir del restaurante de los Bonilla de Coatepec, en tanto miraba sus anteojos triturados en el piso por el zapato del pie derecho de Ortiz Castañeda.

De inmediato se fue a la agencia del Ministerio Público de Coatepec, en ningún momento para interponer la denuncia, sino para que los agentes de la A.V.I. lo protegieran, temeroso como estaba de que lo siguieran y atraparan en la huida.

El M.P. le puso una camioneta escolta con tres agentes que lo custodiaron hasta su casa en Xalapa.

Fue entonces cuando escuchó las tres llamadas telefónicas en el celular. Víctor Arredondo lo buscaba.

¡ME CHINGARÉ A VÍCTOR ARREDONDO!

Encerrado en su casa, dejó pasar el fin de semana y el lunes habló con sus jefes y amigos en la Procuraduría de Justicia.

Uno de ellos dijo: “Hubieras avisado para irnos con los muchachos y partirle la madre a los cocodrilos”.

Dijo Carlos Manuel: “Esto no se quedará así. Siempre traigo mi navaja 007. Ese día me equivoqué de saco; pero en el restaurante… donde me encuentre a Víctor Arredondo, ¡me lo chingaré!”.

Publicado en: http://www.blog.expediente.mx/nota.php?nId=4462#.UlK_lVBLPbU

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.