
Por Luis Velázquez Rivera

Hay en Veracruz nueve reporteros y fotógrafos asesinados desde hace dos y medio años.
Hay tres reporteros policiacos desaparecidos: uno de Chinameca, otro de Acayucan y otro de Cardel.
Hay ene número de reporteros exiliados por la inseguridad pública.
Hay de igual manera ene número de reporteros despedidos en sus medios por órdenes políticas.
Hay ene número de reporteros reubicados de sus fuentes informativas tradicionales porque han sido incómodos para la elite priista.
Y, sin embargo, ni una palabra pronunció en la materia la medalla estatal Adolfo Ruiz Cortines otorgada por el gobierno de Veracruz al director del semanario “Punto y aparte”, señor Froylán Flores Cancela.
Por el contrario, dijo: “¿Qué bien que en esta parte de la geografía del país podamos celebrar la libertad de la palabra y de la crítica al amparo del respeto que merece quien lidera políticamente el estado. Un político joven que, con transparencia y a su estilo, enfrenta la pregunta directa en sus conferencias formales y responde a los planteamientos ocasionales”.
Ni hablar, la medalla Ruiz Cortínes 2013 en su burbuja de cristal. Su país de caramelo. El mundo soñado a imagen y semejanza.
En contraparte, las ONG Artículo 19 de México, el Comité de Periodistas de Washington y Reporteros Sin Fronteras con sede en Europa, han declarado a Veracruz uno de los rincones del mundo más peligroso para el ejercicio reporteril.
II
De norte a sur de Veracruz se vive un periodismo donde los trabajadores de la información, además de peligrar en cada jornada cotidiana, nunca, jamás, han tenido la seguridad social establecida en la Ley Federal de Trabajo.
Ni Seguro Social ni INFONAVIT ni prestaciones sociales, económicas y médicas. Sin derecho, incluso, a aguinaldo ni reparto de utilidades. Ni tampoco a jubilación.
Pero, además, expuestos al despido imprevisto, grosero y humillante a la primera de cambios.
Y de eso tampoco se ocupó la medalla Ruiz Cortines para convocar a los diputados locales a reglamentar y legislar en la materia.
III
Más aún.
Hay en la LXIII Legislatura seis diputados vinculados con los medios: Eduardo Sánchez Macías, Gabriela Arango Gibb, Mónica Robles Barajas, Tonapriuh Pola Estrada, Ana Guadalupe Ingram y Juan Alfredo Gándara.
A la fecha, y no obstante haber interpuesto alguna iniciativa de ley sobre sus quehaceres, ni una palabra ni la voluntad, siquiera, de ocuparse del asunto laboral en los medios donde, en unos casos, son propietarios; en otros, fueron trabajadores y bastante, mucho, muchísimo pudieran construir para sus colegas del oficio periodístico.
Se trata, como se advierte, de un asunto ríspido.
Ninguna Legislatura, tampoco ningún gobernador, ha querido legislar sobre las condiciones laborales de los trabajadores de la información: reporteros, fotógrafos, editores, publicistas y secretarias, como refiere el politólogo Carlos Ernesto Ronzón Verónica.
Un día, por ejemplo, de pronto, zas, como acaba de ocurrir semanas anteriores, el director editorial avisa a equis número de reporteros que ni siquiera escriban los textos del día porque están despedidos, ni modo, han dicho, porque el gobierno de Veracruz les redujo el convenio mensual, el embute, la “untada de mano”, pues.
Y lo primero es el despido injustificado, muchas, muchísimas ocasiones sin la indemnización establecida en la ley.
Claro, menos, mucho menos, los seis diputados locales ligados a los medios en Veracruz se han ocupado, ni lo harán, porque la justicia se imponga a la impunidad con que han sido llevados los crímenes y secuestros y desapariciones de reporteros.
IV
Ni hablar, es el sórdido, revuelto y nebuloso tiempo vivido y cada quien empuja la carreta cómo puede, atrás del objetivo prioritario de su vida.
Por eso el individualismo. Por eso, el salvar cada quien el pellejo. Por eso los intereses económicos, sociales y políticos de cada parte y de cada grupo.
Imagine el lector, por ejemplo, que la medalla Ruiz Cortines y/o algún diputado pida, exija y reclame cuentas en la materia al poder Legislativo, al poder Ejecutivo y al poder Judicial.
Le pasaría lo mismo que a Oscar Chávez en la película sobre migrantes, “Romper el alba”, cuando trabajando en una estación radiofónica de Estados Unidos se pronunció en el siglo pasado contra las repatriaciones y terminó en la cárcel, acusado de la violación de una menor de edad que nunca había cometido.
Es decir, fue lanzado del paraíso por haberse vuelto incómodo para el sistema.
En todo caso, por haber cumplido consigo mismo. Su pensamiento. Su forma de actuar. Su libertad. Su independencia. Su autonomía.
