Por María Elvira Santamaría Hernández

El llamado crimen organizado ha sembrado, durante la última década, a lo largo y ancho del país, un clima generalizado de miedo entre la sociedad y un auge en la industria de la seguridad.
Abundan las policías privadas, los sistemas de video vigilancia y las alarmas.
Todo mundo tiene temor de salir, por estar expuesto a los asaltos, a los secuestros.
Todo mundo quisiera amurallar su vivienda, sabedores de que los rateros se sienten impunes ante la insuficiente seguridad.
Todo mundo le piensa dos veces antes de invertir en un carro nuevo, en abrir un negocio o en estrenar una alhaja, igualmente, por temor.
Este miedo extendido, es una forma de terror que paso a paso ha ido avasallando a las poblaciones y pareciera que, pese a las declaraciones del secretario de gobernación Miguel Angel Osorio Chong, llegó para quedarse.
¿Qué hacer ante esta situación que evidencia que nuestros gobernantes, sean del partido que sean, no le encuentran solución?
Muy poco, pues finalmente, sólo los funcionarios y millonarios pueden contar con escoltas armados. El resto de los ciudadanos , a encomiendarse a Dios.
