Por Luis Velázquez Rivera

Aun cuando faltan dos y medio años para el humo blanco de la candidatura priista a gobernador de Veracruz, el juego sucesorio está en el carril. Los grandes pendientes sociales, económicos y culturales han sido postergados. La caballada galopa, como dijera el cacique de Guerrero, Rubén Figueroa Figueroa.
Y más allá de los hechos y circunstancias, los conectes de cada aspirante, la Diosa Encuesta será definitiva, a la que tanta proclividad tiene el presidente Enrique Peña Nieto.
Así, en Veracruz se ha desatado la guerra de las encuestas y desde el gobierno local hasta la mayoría de cada uno de los, digamos, precandidatos (ilusos casi todos, más aún “Los niños de la fidelidad”) están pagando, quizá, acaso, con cargo al erario, sus encuestas.
Pero además, las publicitan para desde ahora crear la sensación y la percepción de que son los favoritos.
Habría de recordar un dato metodológico (nomás para que nunca se olvide) que la encuesta es la fotografía de un instante. Lo importante, en todo caso, es la actitud histórica de los entrevistados para ver por dónde camina la tendencia.
Y por si existiera alguna duda hay encuestas que han predestinado el triunfo de un candidato y en las urnas ha salido derrotado.
Y/o en todo caso ganado con un margen inferior al vaticinado.
Sin embargo hay una circunstancia inevitable: con todo en las horas previas al destape, la encuesta será definitiva para que Enrique Peña Nieto tome la decisión del candidato en Veracruz, pues se ha convertido en el gran elector con el regreso de la presidencia imperial y faraónica a Los Pinos.
Y desde ahí, algunos políticos priistas visualizan el siguiente escenario:
Uno: si la encuesta otorga una diferencia de unos 20 puntos a un aspirante, entonces, por ahí emergerá el humo blanco de Los Pinos.
Y dos: si llegara a presentarse una diferencia mínima entre los suspirantes, digamos, del uno al tres por ciento, entonces, las últimas palabras serán pronunciadas más allá de la encuesta por la voz presidencial, y punto.
Y ante el escenario, será la voz que el mundo rojo acate, sin chistar. La voz del tlatoani, el jefe máximo.
Incluso, y de acuerdo con las versiones, el gobernador jarocho ha tenido la misma revelación que el apóstol camino a Damasco: se disciplinará ante Peña Nieto, sin reclamar el derecho de voto ni tampoco de veto.
Voz de Los Pinos… voz del dios terrenal.
EL MANOTAZO DE PEÑA NIETO
Y más por lo siguiente: Peña Nieto tiene una mano diplomática, cordial y respetuosa. Pero tiene otra firme, sin titubeos, para asestar el manotazo.
Por ejemplo, en el caso de la profe Elba Esther Gordillo asestó el manotazo para enviarla a la cárcel y siempre se afirmó que estuvo pendiente de cada caso a partir de su captura en el aeropuerto de Toluca a través del noticiero televisivo.
En el caso de la candidatura priista a gobernador del estado de México, en ningún momento titubeó para sacrificar a su preferido, Alfredo del Mazo junior, cuando la encuesta favorecía a Eruviel Ávila, quien habría advertido que se iría con la oposición.
Fue el mismo caso en Baja California, donde su candidato a gobernador era Jorge Hank Rhon y lo sacrificó.
También asestó el manotazo cuando el caso de la “Lady Profeco”, quien en un desplante juvenil originó, ni modo, la renuncia de su padre, un político con buena hoja de servicio público.
Otro manotazo fuera de serie, el primero, fue cuando Peña Nieto sacrificó al profe Humberto Moreira como presidente del CEN del PRI a partir de que en Coahuila trascendiera el desbarajuste administrado dejado en la gubernatura.
Quizá el manotazo del sexenio ha sido al día de hoy la orden para devolver su fortuna congelada en cuentas extranjeras a Raúl Salinas de Gortari, el hermano del expresidente, acusado por Ernesto Zedillo del asesinato de su cuñado, José Francisco Ruiz Massieu.
Por eso el día cuando el presidente necesite asestar un manotazo, digamos, contra un gobernador priista, lo hará sin ningún remordimiento político.
Y más, mucho más, en el caso de nominar por “dedazo” al candidato a gobernador en Veracruz.
Por eso es que desde aquí se mira que “Los niños de la fidelidad” que restan en el carril (Érick Lagos, Alberto Silva, Fernando Chárleston junior y Jorge Alejandro Carvallo Delfín) están fritos, pues tienen cerradas las puertas a Los Pinos. Además, el sello fidelista de casa los tiene marcados.
LA SUCESIÓN… SÓLO ENTRE DOS
La clave, pues, estará en la encuesta al cuarto para las doce del destape: si la tendencia histórica está reñida, digamos, entre los senadores Héctor Yunes Landa y José Yunes Zorrilla, el presidente decidirá… en la soledad de Los Pinos.
Si la encuesta perfila a un puntero con unos 20 puntos para garantizar la victoria en las urnas, por ahí será la decisión.
Además, queda claro: el juego sucesorio en Veracruz es de dos, a saber: el par de senadores priistas, dada la posición que ocupan, el constante periplo de norte a sur de la entidad y la red amical que cada uno ha construido desde hace más de 20 años.
Desde el palacio principal de Xalapa pretenden meter a la fuerza a “Los niños fieles” en el juego sucesorio. Pero ni entrando de rodillas a la Basílica lograrían el milagro…
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