60 Segundos: La digitalización acaba con el periodismo romántico


Por Raúl González Riveracropped-maquina_ricardo_luna_aburto.jpg
Por Raul González Rivera, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana
Por Raul González Rivera, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

De aquí en adelante, lo que pase en Michoacán se deberá única y exclusivamente a la administración federal.

Con el arribo del comisionado Alfredo Castillo, un procurador y seis subprocuradores regionales, y como empleado suyo el gobernador Fausto Vallejo, habrá de devolver a los michoacanos su paz robada desde hace poco más de una década por la llamada delincuencia organizada.
En el caso de Michoacán no es precisamente la pobreza la que hizo que las mafias se apoderaran de los bienes materiales y de producción de sus habitantes.
Su población se divide en dos grupos: los que se fueron a los Estados Unidos de Norteamérica, que anda en las 500 mil personas y que de sus dividendos, convertidos en divisas, las hacen llegar a sus familias que quedaron a radicar en la entidad mencionada.
Los que se quedaron hicieron de la producción su modo de vida, sus casas, ranchos, haciendas y sembradíos lucen el verde de que los prodiga el cultivo del aguacate y el limón, sobre todo, amén de sus hatos ganaderos y de marranos.
En Michoacán, uno de los líderes de las defensas comunitarias asegura que se posesionaron y sacaron de sus medios de residencia y trabajo, tres diferentes grupos de la delincuencia organizada, pero que todavía quedan algunos elementos de los caballeros templarios, a cuya cabeza se identifica a la Tuta, el Tío y el Quique, porque Michoacán fue antes un portento de riqueza agropecuaria que trascendió nacional y extra-fronteras del país.
Muy elocuente ha sido y sigue siendo la entrevista difundida todos los días a través de la caja de la imagen bonita que le hizo la periodista Adela Micha al hombre de Tancítaro, don Hipólito, el cual le dijo, entre otras cosas a la comunicadora, que «legal o ilegalmente, cada michoacano defenderá a su familia, cueste lo que cueste, pese a quien le pese».
Y todavía agregó que confían en el gobierno federal, pero les atemoriza que lleguen sus gentes, pacifiquen la zona y después se vayan del estado, dejando sin armas a sus vecinos, lo cual, en ese sentido podría costarles hasta la vida, porque quizá los asesinarán posteriormente.
Lo que, dicho en otras palabras, el triunfo o fracaso en esta cruzada por acabar con la guerra en Michoacán deberá endosarse única y exclusivamente a la administración federal, porque el régimen estatal de Fausto Vallejo es de caricatura.

* LA DIGITALIZACIÓN ACABA
CON PERIODISMO ROMÁNTICO

El antiguo oficio de escribir en las viejas máquinas mecánicas Remington y Olimpia u Olivetti está siendo aniquilado prácticamente por los modernos sistemas digitales.
El olor a tinta y papel, confundidos entre las montañas de grasas y aceites, linotipos, el plomo hirviendo, también huele a una historia que muchos, afortunadamente, se resisten a dejar o dejarse sucumbir por el modernismo, si al final del día el propósito es el mismo: escribir para difundir noticias.
Dejaron de circular los diarios que se hacían en 24 horas, es decir, cuando de día se reporteaba y por la noche se hacían las entregas de rigor a las mesas de redacción, se ponían a trabajar los linotipos y entradas las primeras horas de la madrugada arrancaban los motores de la prensa plana, luego el fotograbado y finalmente el offset, para ver en cada ejemplar como un querido hijo que viene a la vida, lo cual ya no ocurre con el frío trabajo de la computadora.
Los periódicos, hasta antes de los años 90s, se leían por una cantidad impresionante de páginas. Muchos manchaban las manos, se decía, y los trabajadores de los talleres tipográficos lucían negras sus batas, que alguna vez fueron claras o blancas y aun las de color oscuro, y en las redacciones, agolpadas de reporteros, se gozaba de un ambiente grato, como fue en La Nación de los hermanos De la Miyar, en el puerto de Veracruz El Dictamen, cuando los estudiantes de periodismo llevaban ilusionados sus notas de verlas publicadas, siempre buscando las ocho columnas, con el maestro Alfonso Valencia Ríos.
Entonces destacaban varios géneros: las entrevistas, los reportajes, el artículo de fondo, el editorial, siempre buscando la exclusividad, yendo a buscarla con los actores de la vida pública, social, cultural y deportiva, con la ansiedad puesta en los escribidores de que al día siguiente apareciera en una primera plana, a ocho columnas, la máxima aspiración, y buscando entrar a la competición con el resto de diarios, claro, los de mayores tirajes, que para mala suerte de los entonces calificados como medios informativos, siempre han sido bajos, aun en los llamados periódicos de impacto nacional.
Había entonces lectores de tres y cuatro ejemplares distintos a la vez.
Rescoldos de un viejo oficio, que en la época de la Colonia, la Independencia, la Revolución de 1910 y la época contemporánea, inclusive, fue un excelente apoyo y auxilio para que la sociedad -quizá minoritariamente, pero era-, se informara, formara una opinión sobre el acontecer que le rodeaba con alguna certidumbre.
La modernidad trajo consigo lo contrario. La información fluye copiosa, pero fría, calculadoramente y sin distingo de los géneros periodísticos, que dieron sustento a una profesión sin legislarse aún, pero trascendente por el contenido de su misión de coadyuvar al enriquecimiento cultural e informativo de los pueblos.
Escribir frente a una máquina digital, acabó de alguna forma con el romanticismo de hacer periodismo. Aunque todos lo hacen, lamentablemente, estaría faltando un orden para forjarse ideas y definiciones más acercadas a la verdad. Lo que hoy se hace es otra cosa. Y muchos ponen en duda las finalidades ancestrales del oficio y profesión de escribir en medio del olor a tinta y el ruido producido por los linotipos y las prensas.

* TARIFAS DE PASAJEROS
CON O SIN AUTORIZACIONES

Vea usted bien.
Ya pasaron 30 años sin que las autoridades de tránsito estatal y ahora de la SSP hayan autorizado alzas en los pasajes del servicio de transporte público, sean autobuses o taxis.
Sin embargo, los cobros por dejada elevan sus precios cada que se les antoja a sus permisionarios y concesionarios.
Hay quienes pueden jurar que desde la última tarifa de siete pesos en taxi, a la fecha no ha habido una sola propuesta oficial para elevar costos de pasajes a sus usuarios y sin embargo cada año es lo mismo. El estira y encoge entre autoridades viales, concesionarios y los usuarios, se ensancha cada que se registra un aumento o por lo menos un amago por parte de los concesionarios y explotadores de alguno de los dos medios de transporte humano.
Lamentablemente, en ambos casos el público que más se ve afectado es o forma parte de quienes revelan mayor empobrecimiento.
La competencia entre autobuseros y taxistas llega a niveles insospechados de rechazo, condena y hasta actos de violencia, como son los que escenifican sobre todo los estudiantes universitarios, quienes no consienten siquiera la idea de que vaya a darse un incremento en sus tarifas, porque lesiona sus bolsillos y particularmente una condición expuesta a no poder pagar dichos costos.
El transporte público, sin duda es el medio más socorrido para los usuarios, por encima de todos los demás medios existentes.
Empero, sus costos han sido incrementados, sin previo aviso y tampoco atendiendo a las serias condiciones socioeconómicas que afectan a una parte mayoritaria de la sociedad civil, en este país.
En Xalapa hay alrededor de cien líneas camioneras y ocho mil y pico de taxistas, lo que hace o provoca que entre dichos prestadores de servicios se haga una competencia salvaje, que en la más de las veces afecta necesariamente a sus clientelas, que son los cientos de miles de pasajeros hoy por hoy la parte más sensible de esta cuerda de estira y afloja, entre quienes imponen tarifas y quienes las tienen que pagar.
Empero, puede usted apreciar que la autoridad vial siempre rehúye a hacer un anuncio en la materia, no obstante que han trascendido tres décadas en las cuales camioneros y taxistas siguen aplicando alzas de manera indiscriminada, tan sólo para saciar los apetitos obviamente voraces de pulpos y concesionarios sin escrúpulos, en detrimento del bolsillo de una gran mayoría de compatriotas que suelen utilizar estos dos medios de transporte, para poder transitar por la localidad y cumplir parte de sus cotidianos menesteres de trabajo o simplemente de paseo y diversión.

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