Por Rodolfo Calderón Vivar

El lamentable suceso en el que el periodista Gregorio Jiménez de la Cruz fue desaparecido de manera violenta, a las puertas de su casa, allá en el sur de Veracruz, hace aflorar un secreto a voces: hay una severa crisis en la forma como se maneja la imagen institucional del gobernador Javier Duarte de Ochoa, propiciando severos conflictos de opinión pública que tienen repercusión no solo a nivel estatal, sino nacional y hasta internacional.
Independientemente de que el caso viene a abonar más, en la percepción de gran parte de la población veracruzana, en el sentido de que un clima de inseguridad campea en las principales ciudades veracruzana, la crispación de gran parte del medio periodístico, incluido hasta los que mejor han opinado del accionar de Duarte, por lo acontecido, está marcando una señal roja en la forma de manejar las relaciones públicas con la prensa veracruzana.
Tan solo la manifestación de periodistas en el sur del estado y la forma tan crítica como participaron en una reunión con funcionarios duartistas, incluida la vocera, Gina Dominguez Colio, para protestar por el secuestro de Gregorio, hace aflorar la inconformidad del gremio en contra de la vía oficial de contacto con la prensa veracruzana.
Lástima, porque Gina Dominguez Colio es una excelente periodista y quizás de las más leales figuras duartistas en el régimen actual. De hecho son tres los únicos duartistas de corazón en el actual gabinete: Gina, Arturo Bermúdez y Alberto Silva. Los dos primeros enrachados en este desplome de imagen del gobernador Javier Duarte quizás de manera involuntaria.
Javier Duarte no es ni el mejor ni el peor gobernador que ha tenido Veracruz, en los últimos años. Pero el manejo de los medios desde la parte institucional ha inclinado la balanza para que se resalten más los errores de su administración, muchos ni siquiera cometidos por él, que los aciertos. Carga a cuestas, para pesar suyo, su liga indestructible a su antecesor, Fidel Herrera quien, desde el altiplano, sigue siendo considerado el que maneja la política veracruzana, pero a diferencia de éste, no ha podido consolidar una relación sólida con la mayoría de la prensa veracruzana.
Es el momento en que Gina, una mujer muy inteligente sin duda, evalúe su plan estratégico de comunicación social para hacer ajustes en el mismo, sobretodo en su relación con el medio periodístico, porque realmente es triste que tanta inversión millonaria pagada en publicidad gubernamental, se derrumbe como castillo de naipes en el marco de un lamentable suceso como el secuestro de Gregorio Jiménez de la Cruz, en el cual directamente el gobierno de Duarte no tuvo que ver. Para empezar, Gina debe sumar más amigos que enemigos en la prensa. Esa es su labor principal como encargada de la imagen del gobernador. De otra manera, las facturas pasan a una muy abollada imagen pública del mandatario estatal, desde la base indignada del periodismo veracruzano.
