
Vicente Fox, el primer presidente abanderado con los colores del partido de Acción Nacional, estaría rezando seguramente ante la Virgen de Guadalupe, que tanto le inspiró cuando ganó la primera magistratura del país, porque el final de sus días de absoluta impunidad estarían por acabar precisamente con la reaprehensión de Joaquín «El Chapo» Guzmán.
El régimen priista tiene ante sus ojos la posibilidad de legitimar su retorno a la residencia oficial de Los Pinos si se decide por un acto de estricta justicia, consistente en llamar a rendir cuentas a los políticos, entre éstos Vicente Fox, el carismático político más cotizado al arrancar el siglo XXI.
De nada valdría para la campaña anticorrupción del régimen, que las cosas quedaran con la sola aprehensión del personaje aludido líneas arriba, si en primer lugar no se desmantela toda la infraestructura financiera de sus negocios non sanctos y, por otro lado, la cauda de políticos que apoyaron al capo, sigue tan libre como lo han sido en el lapso de los últimos doce años.
La fortuna impresionante, o que cuando menos se cuenta en las páginas de los periódicos que dice que tiene dicho personaje, es producto precisamente de los 12 años de libertad que gozó y aprovechó en el ejercicio de los negocios, que incluyen a 54 países del mundo occidental, como del sur.
Y en este contexto, el ex presidente Vicente Fox seguramente tiene mucho qué explicar, así como también, en ese coro, los diputados, senadores, alcaldes municipales y alguno que otro gobernador del interior del país, todos beneficiarios y cuates del famoso empresario y que con seguridad tendrían mucho qué decir, aclarar y precisar.
Sin duda, el presidente Fox y su sucesor, también del PAN, Felipe Calderón Hinojosa, mucho tendrían que explicar acerca de sus dos batallas en contra de la delincuencia organizada y los tantos negocios que se mantienen en cuando menos 54 estados del resto del mundo a los cuatro costados. Esperemos.
* 4.5 MILLONES DE NIÑOS
EN POBREZA EXTREMA
En este país hay 4.5 millones de niños mexicanos en extrema pobreza y el 63 por ciento carece de los elementales beneficios que genera la educación, como son las garantías individuales, convirtiéndolos en la parte más vulnerable de la sociedad azteca.
Es decir, que este país, que ocupa el primer lugar en niños con obesidad en el mundo, sigue sin poder responder ante los reclamos de una expectativa porque su vida se transforme.
Nuestras calles siguen siendo el recinto o asiento de legiones completas de pequeños sin padres ni ninguno otro familiar que les apoye, en un rescate a medias, si usted quiere, porque la hambruna gana a pasos de gigante cualquier intentona porque los menores en desgracia puedan ser avistados y atendidos con los mínimos de los satisfactores a que un ser humano puede aspirar.
Obviamente, el estado de Veracruz, igual, enfrenta un saldo muy penoso en el contexto referido. Ocupa la entidad el cuarto lugar en lo que hace a pobreza de las mayorías y dentro de esos linderos se encuentran precisamente los infantes en desgracia, porque deambulan en las arterias públicas demandando un mendrugo de pan, y los que consiguen hacer algo, realizan trabajos pesados de mendigos y otros adultos, sin presente ni futuro.
La pobreza golpea sordamente a los cuatro costados de la entidad; la enfermedad afecta a otros tantos, que sin tener una sola posibilidad de salir adelante, se alistan en las gordas filas de la delincuencia aun siendo menores, como es el asalto callejero y la realización de faenas que más huelen a robo, hurto o vasallaje.
Y los servicios educativos simplemente no alcanzan ni llegan a los menores, que además de la hambruna que sobrecoge sus pírricas existencias, se combina con la violencia que empiezan a conocer desde temprana edad. Violencia, se insiste, que puede operar con la fuerza bruta y la sexual, que amaga y roba la infancia a centenares de niñas y niños con esta tragedia cotidiana.
Baste realizar una salida al corazón de nuestras ciudades, para poder percatarse de una realidad que ensombrece y daña en las cuerdas más sensibles de cualquiera, la fila de pequeñines que la hacen de todo, para conquistar la mano piadosa que les pueda coadyuvar a saciar su apetito y sed insatisfechas a todas luces y sin los respaldos de nadie. ¿Puede usted creerlo?
* TAXIS COBRAN LA
CORRIDA COMO QUIEREN
El servicio de taxis se ha convertido en una calamidad para los usuarios, porque sus conductores cobran la tarifa que se les pega la gana y desde hace 30 años vienen diciendo que pronto se autorizarán oficialmente las dejadas bajo la supervisión de la dirección de tránsito estatal, cosa más incierta que en el mismo lapso viene ocurriendo en esta localidad y quizá el resto de la entidad veracruzana.
El fracaso de programas como «yo leo en taxi», taxis con choferes bilingües y otros más, que a la postre nadie entendió, son coadyuvantes del servicio con dudas que se presta en nuestras calles y colonias completas.
Hay una mayoría de taxistas que corren sus automóviles a velocidades prohibidas supuestamente, que se aparcan en donde se les pega la gana, que violan los escasos semáforos que existen en la ciudad y se pasan por el arco del triunfo el Uno por Uno, que igual dejó de ser una enseñanza como se pretendía con su instalación en nuestras ciudades.
Tampoco ninguna organización de taxistas ha dicho algo, cuando de todos es sabido que las corridas tienen los precios que mejor le vienen en gana cobrar a sus concesionarios y demás explotadores.
Transito estatal, por su lado, guarda un total hermetismo, o quizá por estar más metida la dependencia en levantar automóviles presuntamente mal estacionados en nuestras arterias públicas con las grúas, que han afirmado el extraordinario negocio que tienen particulares, se cuenta, fenómeno que ya debieran ventilar los señores diputados con el debate cameral, y que se ponga punto final a la explotación que vienen haciendo particulares de los operativos con grúas, cuyos costos son inadmisibles y en detrimento de quienes tienen la desgracia de caer en sus fauces financieras.
La ciudad es un caos, tanto por el número de vehículos automotrices que recorren sus arterias públicas, como por las inoperancias de sus agentes de tránsito para dirigir la circulación vehicular y peatonal, la escasez de cajones en los llamados estacionamientos públicos, lo congestionado de nuestras calles y la negligencia que autoridades muestran para ordenar lo que constituye la anarquía corriendo en las ciudades veracruzanas.
Sin voluntad política para cambiar, el tránsito de vehículos automotores se constituyó en uno de los fenómenos sociales y materiales que más amagan con la tranquilidad citadina. Pero el taxi, de lo peor, cuando corren como bólidos, sin respetar absolutamente a nadie, ni a automovilistas ni a transeúntes. Hasta cuándo.

