
En el pasado sexenio, o más concreto cuando el general López Esquer dejó la titularidad de Seguridad Pública del estado, habría dejado un regalo a sus sucesores, diciendo que había en aquel entonces 40 bandas de jóvenes delincuentes y que tenían asoladas a más de cien colonias periféricas de la ciudad.
El alcalde Américo Zúñiga acaba de advertir la existencia de 30 grupos juveniles dedicados a la delincuencia, justificando el lamentable suceso debido a la marginalidad, ausencia de infraestructura en sus espacios habitacionales y los problemas comunes de la desintegración familiar y otros, como detonantes para la generación de los grupos dedicados a la pillería.
Inclusive, el alcalde dijo que, sobre todo, el fenómeno se advierte en la zona norte de la ciudad, de donde posiblemente venga la ola de asaltos callejeros, levantones y algunas de las desapariciones que se vienen registrando en la entidad, sobre todo con singular fuerza en los últimos tres años.
Así que entre lo dicho por un ex funcionario y el señalamiento del edil que dirige las tareas públicas en esta municipalidad, encarnan una preocupante y por añadidura terrible realidad que, sobre todo, tiene que ver con la falta de oportunidades, el empleo que no llega, la escuela a la que no asisten y los servicios elementales en sus barrios, calles y colonias, que les siguen siendo regateados a varios cientos de miles de avecinados en la capital del estado.
Los diversos sectores de la localidad no aciertan a saber a ciencia cierta los tantos porqués del crecimiento que ha tenido la ola de la ruptura del orden social, para dar paso a una era de violencia, rencores en la gente y sobre todo los odios y por supuesto las ganas de atacar que muestran los muchachos, sobre todo en una ciudad con el mayor número de centros de estudio superiores y universitarios y asiento, como lo es, de los tres poderes estatales.
Es de suponerse que las buenas familias de Xalapa, que son una mayoría, no concuerden con saber algo que jamás habrían imaginado que ocurriría, pero que es y no existe -lo saben bien-, la menor seguridad de que ese tumor canceroso socialmente hablando, pueda ser erradicado en un corto lapso, sino todo lo contrario, lo que enerva, irrita y causa sobresalto en el millón de habitantes de la otrora tranquila, romántica y limpia que fue la ciudad –también calificada- de las flores.
* OPERACIÓN GRÚA Y
AGENTES DE TRÁNSITO
A ciencia cierta, nadie sabe para qué se realiza el operativo de las grúas contra los automovilistas, si el congestionamiento de la ciudad no ofrece ninguna alternativa para resguardar sus unidades automotrices en ninguna área o espacio exprofeso localizada y que anuncie la titularidad de tránsito del estado.
Sin la menor orientación vial ni mucho menos, la instancia viene ejecutando -esa es la expresión-, el mayúsculo cobro de multas, arrastre de unidades automotrices, a sabiendas de que la oferta que esperan los automovilistas no existe.
Los aparcamientos o estacionamientos públicos constituyen un nido de ratas, en donde el conductor o dueño de automóviles jamás va a gozar de ninguna garantía en cuanto a seguridad, condiciones de limpieza y comodidad en dichos establecimientos, que a últimas fechas, igual, han estado aumentando sus tarifas de manera indiscriminada, argumentando que también sus negocios sufren algún desgaste y deterioro.
Acaso, ¿está bien el robo que vienen cometiendo los explotadores de grúas con automovilistas, levantando sus unidades automotrices y metiéndolas en supuestos corralones propiedad también de influyentes particulares, siendo que no hay alternativas que coadyuven a resolver el problema vial de Xalapa?
Esta interrogante siempre ha quedado sin respuesta, como tampoco dio ninguna solución el programa de movilización 360 que supuestos extranjeros habrían de aplicar en favor del tránsito, la urbanidad y las buenas costumbres de quienes habitan en la capital del estado.
Una orientación cívica sobre la materia vial y de tránsito, sólo una vez se aplicó bajo las órdenes de David Cordero Florencia, siendo director de tránsito en el gobierno de Rafael Murillo Vidal, antes ni después se ha tocado el tema.
Un día, durante el mismo sexenio, el extinto empresario don Carlos J. Piñero inventó que se instalaran los parquímetros en las principales avenidas de la ciudad, lo cual resultó un fiasco. Nadie los respetó, afearon horriblemente el corazón de la «Atenas veracruzana» y los amantes de lo ajeno llevaron a cabo su desmantelamiento y robo, acabando por sepultar la idea de meter en cintura a los influyentes y, como siempre, a los enemigos de la urbanidad y el orden en nuestras arterias públicas.
Hoy, la operación grúa más pareciera un asalto en despoblado, al cual asisten patrulleros de tránsito, elementos de la policía tanto los camuflados como los que no y los policías viales. Empero, no hay visos de que su objetivo tenga por propósito educar, orientar ni nada que se le parezca, a los influyentes del volante.
El atraco pareciera su mejor motivación, para dichos personajes, más identificados por sus poses de prepotentes, arbitrarios e influyentismos mal entendidos, lo que encrespa a quienes -automovilistas mujeres y hombres- han tenido que soportar las vacilantes órdenes de uniformados y uniformadas, para alejarse de los sitios prohibidos que son la mayoría en nuestras calles y avenidas congestionadas, lo cual deriva en los pingües resultados, si se quiere suponer que la medida es correcta, aunque las alforjas de unos cuantos seguramente están siendo forradas semana con semana, sin controles ni contralorías que vean por el bien común en este rubro que incluye a los automovilistas y hasta los peatones, que deben hacerla de actores de circo para caminar por nuestras arterias públicas. ¿Usted qué opina?
* CORONEL PÉREZ, EL
ALCALDE DE LA OBRA NEGRA
Uno de los alcaldes más queridos y respetados por la ciudadanía, que jamás buscó los reflectores para recibir el aplauso popular, ya que a él correspondió en su trienio la obra que no se veía -diría el también médico ginecólogo-, un día al abrir la llave del agua que utilizarían los trabajadores de la limpia pública para barrer las callejuelas que forman el primer cuadro de la ciudad.
Con tono de orgullo, el ex médico para entonces de la clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social, en los años 70, la obra que a su administración correspondía llevar a cabo, tenía que ver con los drenajes, las alcantarillas y las banquetas y guarniciones de las mismas arterias públicas, que se caían a pedazos de viejas y deterioradas.
El doctor Pedro Coronel Pérez, amigo personalísimo en aquellos ayeres de su tocayo don Pedro Ojeda Paullada, cardenal poderoso del gabinete presidencial de Luis Echeverría Álvarez, estaba destinado a cubrir diversas tareas de trascendencia para la ciudad y después la Universidad Veracruzana.
Empero, la insólita declaración de un alcalde que distaba de ser el político tradicional marrullero del viejo régimen, advertiría al arrancar su gestión pública que a él tocaría ver por la obra que no se ve, la que va entubada en los subterráneos de la ciudad, porque los técnicos ya hablaban entonces del desgaste natural y el olvido en que los políticos habían dejado y heredado a generaciones futuras los drenajes precisamente que cruzan la capital desde el corazón de la misma.
Por supuesto, que varios personajes del equipo de trabajo del doctor Coronel Pérez no comulgaban con su decisión de hacer la obra que trascendiera socialmente, porque esa no se ve, le decían al doctor Pedro Coronel. Tozudo como era, don Pedro reía discretamente, pero no cambiaría su proyecto de proveer a Xalapa de su obra negra, la hidráulica, pesara a quien le pesara.
Así transcurrió la obra de don Pedro, sin la lisonja ni el amarillismo que habría tenido una presencia cotidiana en medios, sobre todo cuando los impresos eran tan influyentes, que el común que los leía le daba crédito a pie juntillas a lo que se escribía, sobre todo de la labor de los hombres públicos.
Don Pedro fue alcalde los tres años de su gestión constitucional, su entrega le fue ampliamente reconocida al concluirla y los xalapeños sintieron que el médico ginecólogo les había cumplido. Posteriormente sería llamado a cubrir el cargo de secretario del sector salud en el estado de Veracruz y luego, al fin de vocación universitario de cepa, fue director de la unidad de ciencias de la salud, dependiente de la Universidad Veracruzana, de la cual, como del IMSS, se retiraría a su disfrute jubilatorio, con las notas laudatorias de rigor por haber desempeñado una labor de lleno al servicio de los veracruzanos.
Por cierto, un hospital en Las Choapas lleva su nombre, como homenaje póstumo al galeno que también en aquellas latitudes sirvió y bien.

