¡Adiós, mi querida maestra…adiós!


Por Lorenzo Antonio Hernández García

El día de hoy, domingo 23 de marzo de 2014, a las cuatro de la mañana, aproximadamente, dejó  de existir la maestra Mercedes Gayoso y Navarrete. Quienes tuvimos la fortuna de ser estudiantes de  la Facultad de Derecho de nuestra Universidad Veracruzana -cuando ella dio clases-, la recordaremos siempre con mucho respeto y cariño.

La maestra Gayoso -como todos la nombrábamos-, fue una infatigable investigadora y promotora del  estudio y  la docencia del Derecho Romano. Dueña de una afabilidad natural era, al mismo tiempo, poseedora de un carácter firme en la exigencia de rigor para el cumplimiento de la responsabilidad  de sus alumnos.

En su afán por transmitir sus conocimientos jamás escatimó tiempo y dedicación para explicar aquello que en alguna exposición no se hubiera comprendido. Pero, cuando el interés de alguien, superaba la simple prevención por adquirir las nociones básicas  -indispensables para acreditar el semestre-, entonces afloraba una virtud excepcional: disfrutaba, enormemente de avivar la inclinación, prodigando más  información, bibliografía, comentarios y orientación personal, suficiente para incentivar la promisoria inquietud.

¿A cuántos estudiantes no ayudó para que consiguieran una beca y se especializaran, en el país, o en el extranjero?  Apoyó a muchos.

Hoy, varios de los titulares de esa cátedra -en nuestra facultad, de la UV y en varias de las universidades privadas que ahora existen-, se involucraron en el tema y se volvieron expertos, gracias a sus motivadoras enseñanzas.

En no pocas ocasiones, sus alumnos encontraron aceptación inicial para continuar sus estudios -cerca de connotados personajes del Derecho-, en virtud de las gestiones que ella misma hacía, aprovechando las  relaciones  académicas internacionales, acumuladas a lo largo de su vida, gracias a su constante participación -como organizadora y ponente-, de los foros de Derecho Romano más prestigiados del mundo.

Justo es reconocerla, también, como la creadora del Seminario de Derecho Romano de nuestra  Facultad, en el año de 1972. Ámbito académico que, gracias a su tesón -y previsión- ha logrado sobrevivir hasta convertirse en una institución, con vida propia -y trabajo permanente-, dentro de nuestra alma mater.

No puedo dejar de tener presente que  fue, precisamente ella, una de las más aguerridas luchadoras– o acaso la más-, para restablecer esta fundamental materia, cuando –increíblemente-, se borró del plan de estudios de  nuestra escuela. Puedo recordar su inconmensurable alegría cuando, finalmente, se restableció  la materia, reconociéndose que había sido un dislate privar de tan esencial formación a varias generaciones de abogados.

En aquella época de veda, el trabajo del Seminario adquirió además, el perfil de un verdadero movimiento de resistencia académica. Se protestó como ella sabía hacerlo: intensificando el trabajo y atrayendo a más alumnos para no permitir que – en nuestro recinto-, muriera la disciplina. ¡Qué fortuna que estuviera ahí para dar la pelea y darnos -con su ejemplo-, una cátedra más trascendente aun: enseñarnos a defender lo que nos correspondía!

Pero si su energía en las aulas fue exultante, su capacidad de convocatoria como organizadora -fuera de ellas-, era prodigiosa. Recuerdo, por ejemplo, el entusiasmo y la ilusión con la que  organizó -en la Ciudad de México-, los 50 años de Roberto Bravo Garzón.

Por alguna extraña razón, el cincuentenario tenía para Bravo, un especial significado. No por nada, aceptó retirarse del rectorado de la universidad hasta que pasara el cincuenta aniversario de La Orquesta Sinfónica de Xalapa -su orquesta, decía él-, celebración engalanada con fastuosos festejos, que por supuesto,  concibió y encabezó, personalmente, el afamado rector.

Así que la maestra, conocedora de la importancia que le asignaba a ese cumpleaños, se dio a la tarea de programar y acercar, en una inolvidable cena,  -al estilo Bravo Garzón- pero con el cuidado, el gusto y la curia propia,  a todos los que conformaban el mundo de artistas, amistades y relaciones personales de nuestro entrañable amigo.

Al afecto y cariño de mi maestra debo, el que en una velada -en la pequeña casa en la que vivieron originalmente-, le convenciera de obsequiarme el primer ejemplar del  compacto grabado por La Orquesta de Música Popular de Mateo Oliva y que le entregaron siendo aun rector. Se trataba de dos CDs con música de Agustín Lara que todavía poseo, escucho y guardo como uno de mis tesoros personales. Valiosos -desde siempre-, ahora me permitirán, además, evocar el recuerdo de mis dos grandes maestros y amigos.

Tras su unión con la maestra, me llenó de algarabía ver a Bravo, comiendo ricuras, muy aliñado, pulcro, con ropa y combinaciones apropiadas al estatus que siempre  tuvo. Y es que mi maestra -aparte de todo-, pudo perfectamente, haber sido una diseñadora profesional. Tenía un toque muy especial para seleccionar ropa, muebles, colores y combinaciones que, prácticamente siempre, resultaban de buen gusto.

Los casas que habitó, al lado de Bravo, fueron siempre catálogos vivos de confort  en donde, se respiraba limpieza y comodidad. Fueron muchos años de gran armonía. Si después, el tiempo propició otros escenarios, producto de nuestra humana naturaleza, eso es algo que solo incumbió a ellos. Nadie  -más que los que participan en una relación de pareja-, conocen las entrañas de su verdad. Me quedo con el recuerdo de una larga etapa en la que los vi potenciar, a ambos -en compañía-, sus mejores cualidades y logros.

Mi maestra sería -para orgullo de todos nosotros-, una de las dos primeras mujeres que conformaron La Junta de Gobierno de nuestra máxima casa de estudios. Antes, encabezaría un encomiable y exitoso programa de  promoción educativa y de artesanías producidas en diferentes zonas de población mayoritariamente indígena en  nuestro estado.

Pero la preocupación por nuestros pueblos originarios fue mucho más allá de esas nobles actividades. En el terreno que le era más próximo, el académico, publicó un excepcional libro intitulado; Persona: naturaleza original del concepto en los derechos romano y náhuatl. Investigación que constituye un parte aguas en el enfoque y tratamiento de esos  temas.

El mal que le aquejaba empezó a hacer mella  desde hace un buen tiempo. Dio la batalla. Se recuperó totalmente. Pero más tarde el problema volvió a presentarse y en esta ocasión de manera letal. Hace una semana pude verla. No obstante su condición, ella conservó, hasta el último momento la lucidez, el buen humor y la conciencia de la que siempre hizo gala.

Valiente y con una entereza que yo nunca había visto, quiso despedirse, personalmente, de todos los que fuimos cercanos  a lo largo de la vida. Cuando la visite, por última vez, le dije que la quería mucho y sonrió, compartimos anécdotas felices, en compañía de sus hijos y amistades.  Hoy, ya no está físicamente con nosotros pero nos dejó un valioso legado de lecciones y el compromiso de poner, en nuestra vida profesional, lo mejor de cada uno.

Descanse en paz mi querida maestra. La vamos a extrañar mucho. Para Mercedes, José Luis, Mauricio y Cristina, sus hijos, un abrazo y el afecto de siempre. Vienen días difíciles de superar. Hago votos por que la luz de mi maestra los ilumine siempre.

Lorenzo Antonio Hernández García.

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