La mejor hora para escribir


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Fascinante y admirable disciplina militar para reportear y escribir con don Alfonso Valencia Ríos.

Por Luis Velázquez Rivera

  • Por Luis Velázquez Rivera, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana
    Por Luis Velázquez Rivera, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana (Desde el puerto de Veracruz)

    La madrugada, una aliada

  • Clave, la disciplina militar

DOMINGO
La mejor hora para escribir

Según el refrán popular, “cada maestrito tiene su librito” y, por tanto, cada escritor y reportero escribe a la hora cuando la inspiración llega, y/o también, la necesidad.
Por ejemplo, don Manuel Buendía, el columnista de la “Red privada”, asesinado por la espalda en el segundo año del presidente Miguel de la Madrid, solía escribir a las 4 de la mañana.

Por lo siguiente: a esa hora, decía, los malos humores del día anterior se han disipado con el sueño y el cuerpo, el hígado, el corazón y las neuronas están ligeras, livianitas, para la creación.

Además, salvo excepciones, ninguna llamada telefónica se atraviesa para joder el día.

Más aún, las secretarias y sus jefes están durmiendo y nadie molesta ni con señales de humo.

Todavía más, en casa la familia duerme ni tampoco de pronto avisa de alguna emergencia.

Si acaso, a lo lejos, podrá escucharse el maullido de unos gatos revolcándose en el tejado, y más al ratito, hacia las 5 de la mañana, se escucharía el tintineo del carro de la basura.

Y por tanto, la mente en trance contemplativo se vuelve una aliada y una cómplice de la creación literaria y periodística.

LUNES
La disciplina de Hemingway

Ernest Hemigway, quien luego de alcanzar el Premio Nobel de Literatura se pegara un tiro en la boca con la escopeta que utilizaba para cazar y matar leones y tigres en África, escribía de las 8 de la mañana a las 12 del día, cuatro horas seguiditas, de pie, con lápiz, para borrar párrafos desacertados.

Todos los días en la pared escribía con lápiz el número de palabras escritas para mantener el ritmo.

Luego, de 12 del día a las 2 de la tarde se iba a su cantina preferida, La bodeguita de en medio, en La Habana, para compartir con los amigos.

A las 2 de la tarde se trepaba a su yate, al que cambiaba de nombre femenino cada vez que una nueva mujer llegaba a su vida, y navegaba hasta las 6 de la tarde.

En el yate, también, claro, comía el pescado que cazaba y le preparaba Santiago Fuentes, su empleado, y en quien se inspiró para escribir “El viejo y el mar”.

A las 6 de la tarde regresaba a su finca y leía los periódicos y el libro en turno.

Así, durante toda su vida con una disciplina militar.

MARTES
Cortázar escribía en las tardes

El cronopio argentino, Julio Cortázar, trabajaba de 8 de la mañana a 2 de la tarde en la ONU, en Ginebra, como traductor de textos internacionales, pues era políglota.

Después, a veces, comía en algún restaurante con su pareja, que también era traductora, y/o en su casa, dando de comer a un gato que tenía.

A las 4 en punto de la tarde iniciaba la tecleada de cada día de sus cuentos y novelas, hasta las 8 de la noche, incluidos los sábados y domingos; también de los textos periodísticos que publicaba para tener un ingreso fijo.

Alguna vez organizó un viaje por carretera en una camioneta tipo Volkswagen y durante varias semanas trotó con su esposa, Carol Dunlop, de norte a sur de Francia, reservando cada día cuatro horas para escribir, mientras el resto del tiempo se iba en conocer los poblados donde pernoctaban y leer periódicos y libros.

MIÉRCOLES
Los 15 gatos de Monsiváis

Según parece, nadie conoció nunca la disciplina militar de Carlos Monsiváis para escribir y publicar unos 20 libros, además de crónicas en los periódicos y revistas semanales.

Y es que a cada rato andaba de viaje en el interior del país y del extranjero impartiendo conferencias y cursos, y solidario con causas sociales perdidas y desamparadas.

Además, en su casa en la colonia Condesa tenía unos 15 gatos y como su madre había fallecido, él mismo se encargaba de atenderlos.

Más aún, tenía en su casa una sala cinematográfica con una súper colección de películas, al parecer más de mil, y con frecuencia invitaba a sus amigos a verlas.

Su producción literaria, no obstante, fue impresionante, como por ejemplo, las miles y miles de columnas “Por mi madre, bohemios” que publicara en la revista Proceso y en La Jornada, y que todavía hoy permanecen sueltas, por ahí, en el archivo periodístico.

JUEVES
Lúcido hasta el último momento

Fascinante y admirable disciplina militar para reportear y escribir con don Alfonso Valencia Ríos.

De 7 a 8 de la mañana escribía en la sala de redacción.

De 8 a 9 horas tomaba café en La Parroquia con su esposa.

De 9 a 11 reporteaba.

De 11 a 12 horas, escribía en el periódico.

De 12 a 13 horas, tomaba unos guiskazos con sus amigos.

De 13 a 15 horas, comía todos los días de manera invariable con su familia.

A las 13 horas entraba al periódico y escribía hasta las 5 pm.

De 5 a 6 pm, tomaba café con su esposa en La Parroquia.

De 6 a 9 de la noche escribía.

De 9 a 10 de la noche escribía las órdenes de información para los reporteros.

DE 10 a 11 de la noche tomaba otros guiskazos con los amigos.

De 11 de la noche hasta que el cuerpo y el entusiasmo aguantaba leía unas dos horas, tres quizá.

Más aún si el libro lo picaba.

Así, todos los días durante 30, 40, 50 años.

Una disciplina que cualquier general admiraría y respetaría.

Rara vez salía de vacaciones. Nunca, en día festivo, dejaba de reportear porque la noticia, afirmaba, nunca ha tenido hora para ocurrir.

Vivía pendiente de los hechos cotidianos. Y nacionales y extranjeros, pues siempre leía y releía las noticias que llegaban por el viejo y legendario teletipo a la sala de redacción. Y, además, las leía en inglés. En el periódico era el único que traducía los cables del inglés al español.

Su memoria prodigiosa lo convirtió en un profesional de la memoria que conservo lúcida hasta el último minuto de su vida.

VIERNES
Antes y después del sexo

En realidad cada quien tiene su librito.

Por ejemplo, Goethe afirmaba que la literatura es 90 por ciento de talento y 10 por ciento de disciplina.

Hemingway afirmaba, en contraparte, que escribir cuentos y novelas es 90 por ciento de disciplina y 10 por ciento de talento.

La amante de John Reed, casada con un banquero, lo encerraba con llave en su recámara a escribir, mientras ella atendía a los amigos en la planta baja que se emborrachaban hasta quedar tirados.

Omar Cabezas, guerrillero centroamericano y poeta, afirmaba que tenía dos tiempos para escribir.

Antes y después de hacer el amor con la mujer que tenía al lado. Si escribía antes del sexo, sus poemas eran incendiarios. Si después, llenos de ternura, en el reposo del guerrero.

Honorato de Balzac escribía con tanta intensidad (más de 400 libros) que al final de la jornada a fuerza necesitaba hacer el sexo y lo practicaba hasta con la trabajadora doméstica, a la que embarazó.

Oscar Wilde necesitaba efebos para inspirarse en sus novelas y cuentos, llegó a tener tres al mismo tiempo y todos contentos y felices con el genio.
Publicado en: http://www.blog.expediente.mx/nota.php?nId=6214

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