

Por fin, la dirección de limpia pública se decidirá por aplicar multas que van desde los dos salarios mínimos hasta los seis mil pesos de multa, para el caso de que hagan caso omiso de la campana del camión recolector en el momento de rigor y en todas las calles y avenidas de la ciudad.
Hace años que dicha reglamentación se comenzó a aplicar, pero en la medida que los alcaldes buscaban alguna clientela que los llevara a una nueva chamba, también prestaron oídos sordos a los reclamos de buena parte de la población, debido a la presencia de montañas de basuras por doquiera, sin que se ejerciera ningún correctivo con quienes lo propiciaban que eran y son los malos ciudadanos.
Cabe destacar que en la capital, la población alcanza ya el casi millón de habitantes, pero si va usted a las oficinas del registro civil y pregunta sobre el número de habitantes que nacieron aquí y radican en estos lares, va a encontrarse con que dicha suma no rebasa las 150 mil personas. Es decir, que la ciudad de las flores -como la llaman algunos-, ha recibido una afluencia de fuereños de setecientos mil personas cuando menos.
Si a esto añade usted, que una mayoría no quiere ni le guarda aprecio alguno a la ciudad, lo menos que puede estar ocurriendo es que tampoco le brinden ninguna muestra de respeto a las reglas y normas que regulan la vida en común de quienes habitan en las más de 350 colonias céntricas y periféricas, populares y residenciales.
Hay un sector que, ciertamente, carece del menor gusto por mantener limpia y a salvo de cualquier contaminación nuestras calles y avenidas. Inclusive, los depósitos que realiza de su basura en las arterias públicas, lo hace sin guardar ningún respeto a los riesgos en la salud corporal que pueden enfrentar terceros.
Empero, la dependencia relacionada con la limpia y recolección de basuras en la ciudad, ha resuelto imponer el orden y hacer que la ciudadanía no sólo obedezca sino se concientice de las exigencias de gozar de una limpieza radical porque, de lo contrario, los problemas de salud pública pueden acrecentarse de manera considerable y preocupante.
El alcalde Américo Zúñiga, por su parte, se ha comprometido con los xalapeños a resolver estructuralmente este penoso asunto de la basura en Xalapa, fijándose como plazo inmediato un mes. En ese contexto, habrá empleados cesantes y ciudadanos que cumplirán con horarios y toque de campana del camión recolector o se verán expuestos a tener que pagar hasta seis mil pesos de multa.
Hay que esperar a saber quién comete la primera pifia.
* EN 1982, SE TALABAN 100
ÁRBOLES DIARIOS EN PEROTE
¿Usted cree que alguna vez haya habido funcionarios públicos que cuidaron o cuiden el escenario natural, entorno ecológico o zona boscosa?
Si alguien los conoce, ojalá lo hiciera saber a esta mesa de trabajo.
El cambio climático, explican los expertos y quienes reflexionan sobre la tragedia que se cierne sobre tierras veracruzanas, y particularmente esta capital, ya que antes -dicen las mismas voces-, el clima era espectacular, las estaciones del año se cumplían como relojito suizo, había sol, había sombra y en el arribo del verano, el invierno y en todos los meses del año, los xalapeños gozaban de temporadas espléndidas.
Los bosques rodeaban a la capital, aquí mismo en todo lo que forma los alrededores de Xalapa, mirando hacia Coatepec, hacia Veracruz, con el esplendor que irradiaba la zona de Las Ánimas y con rumbo a la ciudad de México, el valle de Perote, con sus millones de hectáreas repletas de una vegetación exuberante.
El frío sabroso que desprendían sus cientos de miles de hectáreas sembradas de pinos, alcanzaban a una región que incluía, entre otros, a los municipios de Perote, Las Vigas, Altotonga, Acajete, La Joya y varios más.
Sin embargo, tanta belleza natural no podía ser eterna. Hacia el año de 1982, lo reseña una nota aparecida en los diarios que circulaban en la ciudad, comenzaba el corte de árboles, con la tala de cien árboles diariamente en cuando menos 100 ejidos de la cuenca del Cofre de Perote.
Los tala-bosques, para llevar a cabo tal destrucción, se amparaban en los permisos otorgados por la entonces Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos.
El dinero era objetivo central de esta destrucción que apadrinaba, como se ve, el cardenalato político de la temeraria secretaría mencionada anteriormente.
Empero, como en todas las épocas de la vida pública y social, había un comité de defensa que encabezaba, un abogado por cierto, Manuel Bonilla Machorro, quien con las pruebas en la mano mostraba a la prensa cómo decenas de trabajadores derribaban de manera criminal los árboles.
Y lo peor, que el entonces presidente del consejo de vigilancia del comisariado ejidal, advertía que con dicha venta de los cien árboles diarios hechos leña, esperaban obtener una ganancia de más de un millón de pesos, obviamente de aquéllos.
Es decir, que en toda fecha se ha condenado la tala y en todas ellas hay taladores y quienes enriquecen con el derribo de árboles. Bosque de niebla, es apenas un ejemplo de todo cuanto ha destruido la mano del hombre malo, evidentemente.
* IGUAL ANTES QUE HOY,
PROBLEMAS MUNICIPALES
En el mes de diciembre del año 1982, Ignacio González Rebolledo asumía la presidencia municipal de Xalapa y, como hoy en que Américo Zúñiga da un plazo a trabajadores para que resuelvan el problema de la basura, en aquel entonces, 32 años atrás, advertía textualmente lo siguiente:
Los funcionarios y ediles del ayuntamiento de Xalapa, «o se encauzan por la honorabilidad absoluta, se promueven por el buen trato hacia la comunidad, pues no vamos a permitir siquiera un asomo de deshonestidad».
Recordaba el alcalde González Rebolledo, que «por la gravedad de los momentos que vivimos en este país, exige que los hombres públicos tienen que tomar una definición».
La contraloría en el ayuntamiento, auguraba el alcalde, estará para escuchar todo tipo de quejas y sugerencias.
El jurista metido a alcalde de Xalapa, además sentenciaría hace poco más de tres décadas, que los ediles del pasado y el presente, con que asumía su puesto, «partimos de cero. Yo empiezo en cero. No tengo cordón umbilical -refería- y de aquí en adelante la ciudadanía va a ver que lo que estamos diciendo lo vamos a cumplir plenamente».
En aquel trienio, González Rebolledo presumía que no tenía amiguismos y precisaba que al pueblo le diría la verdad. Dijo que no ocultará ninguna verdad a sus gobernados.
Corría el primer mes de diciembre, es decir, arrancaba su gestión administrativa y anunciaba asimismo que desde ese momento, investigaba ya a funcionarios y empleados del ayuntamiento. Y puntualizaba que si a alguno le encontraba responsable de alguna ratería, lo requeriría en ese momento, para pedirle que «devuelva lo que es propiedad del ayuntamiento o el dinero en caso de que se trate de éste».
En el ayer, como en el ahora, se escuchan semejantes declaraciones. Vea usted la que nos rendía enseguida el alcalde González Rebolledo: «la honestidad, el manejo escrupuloso de los fondos públicos, la atención al público y el respeto a los valores populares, serán tónicas de mi gobierno al frente del ayuntamiento xalapeño».
Citaba el alcalde IGR que ex funcionarios municipales son acusados de haber sustraído hasta escritorios y sillas, cortinas y otros enseres propios de oficina, que habían sido robados por la administración anterior a la suya.
Daba término a su entrevista con este matutino, cuando dijo, entre otras cosas, que estaba enterado de que en la administración anterior a su gobierno, se habían acuñado mil monedas de oro o plata, que eran patrimonio del ayuntamiento, pero que las habían robado ex funcionarios, a los cuales el alcalde les instaba a que las regresaran, porque de lo contrario, una vez hechas las comprobaciones de rigor, él ordenaría su recuperación.
Ese fue un lote cuya desaparición se endosó en aquella ocasión al ex alcalde provisional Enrique Hernández Crisanto y al grupo de poder que le acompañó en su corta gestión al frente de los destinos públicos de la ciudad. Hasta aquí una parte de la que pudiera ser una interesante entrevista a 32 años de celebrada en el palacio municipal de Xalapa y este matutino.
