60 Segundos: Blindaje policiaco…¿y el social?


Por Raúl González Riverapatiovecindad
Por Raul González Rivera, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana
Por Raul González Rivera, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

Tóxicos y ruidos, es un rubro que afecta bastante a la población, que vive o sobrevive en medio de un torbellino de propaganda relacionada con casas comerciales y prestadores de servicios públicos, sin aparente control, que desquicia el funcionamiento normal de las ciudades y que por encima de todo se proponen los explotadores para convencer y obtener una ganancia a costa de consumidores y clientes.

El ruido afecta el sentido del oído, la vista y por supuesto aumenta el estrés de sobrevivir acorralados entre las mil y una calamidades que dañan el devenir cotidiano en sociedad.
Expertos en materia de ruidos y tóxicos y la publicidad panorámica, como son los espectaculares por toda la capital, han hecho del común de ciudadanos y ciudadanas una cauda de seres robotizados, metidos a fuerza en las campañas publicitarias, que en lugar de enseñar y aconsejar con dirección, le dañan y atrofian sus sentidos.
Los escenarios naturales al amanecer el día, que ofrecen el valle del Cofre de Perote y el Pico de Orizaba, se obstruyen con publicidad emanada de numerosas casas comerciales, fijadas en lo más alto de los edificios y construcciones citadinas, que sin ningún tope, control o autorización oficial -que se sepa-, son colocadas en los cuatro costados de la capital.
El grueso de la población tiene que despertar ante el acoso de las casas expendedoras de gas para uso doméstico, cuyas pipas y camiones cargadas de cilindros para su renta o venta, han reventado prácticamente los oídos de familias completas, que deben soportar las canciones de entrada al comercial que manejan los camioneros del gas, que no respetan el sueño ni la tranquilidad de terceros, como ocurre todos los días en calles, avenidas y colonias populares, sobre todo.
Una reglamentación está urgiendo que se aplique en este rubro o que, de lo contrario, el ayuntamiento, a través de su dirección de reglamentos y comercio, tome como suyo un problema que es de salud pública, de visión, imagen y estética, en una ciudad, se dice, que es cuna de cultura y de flores a sus cuatro costados.
La propaganda comercial, además, incluye postes de la CFE y Teléfonos de México, tapizados de anuncios, avisos y exhortos de comerciantes, anunciando productos de la más diversa variedad, que van desde los artículos chafas, hasta los comestibles más asediados por las amas de casa y por supuesto los vendedores de carne humana para los adictos y consumidores sexuales. Y ninguna autoridad hace observación alguna.

* BLINDAJE POLICÍACO,
¿Y EL SOCIAL….?

En realidad, el país se ha preocupado por blindar las entidades de mayor riesgo, porque la violencia e inseguridad prácticamente se han apoderado de su habitar cotidiano, pero es la hora en que lo social pasó a un plano dos y los mexicanos ciertamente son materia, espíritu, cultura y aspiraciones.
Ya pasaron prácticamente siete años de que Felipe Calderón Hinojosa iniciara la guerra contra la inseguridad y lo que se había anunciado que alcanzaría quizá sólo seis meses, se convirtió en años.
Las familias de bien, que son una mayoría en esta gran nación azteca, no están contentas ni satisfechas y en la medida que son enteradas de que habrá más elementos policíacos y mayor equipamiento del que ya tienen sus fuerzas de seguridad, de ese tamaño se acrecienta el miedo, que raya en pánico y, por obviedad, el desencanto se incrementa con singulares notas que llaman a guerra, en un México que se había preciado de ser pacifista.
En nuestro estado se han anunciado los blindajes de Córdoba, Veracruz puerto y Coatzacoalcos. Van impresionantes operativos policiacos, acompañados de las fuerzas que representan el ejército mexicano y la marina, lo que en muchos provoca un terror de indescriptibles alcances.
Empero, vea usted que el grueso de la población no se impresiona ni levanta un guiño que diga o asiente que le satisface dichos envíos al campo de batalla, en que se han convertido numerosas de nuestras ciudades. Es decir, que con las instituciones de derecho, de diálogo y las que promueven el empleo, el desarrollo social y el cultivo de las ciencias y las artes y los oficios, tampoco han sido lo consistentes, como para romper con este estado de cosas.
Ya hay quienes con conocimiento de causa han dicho que entre más violencia se estimule, más violencia se encontrará en su camino el grueso de esas fuerzas, con que supuestamente se va a blindar la vida pública en una comunidad.
Sobre todo, porque el desarrollo social está ausente de muchas de las acciones que los tecnócratas y los fríos políticos del momento, como se aprecia que dirigen sus oficinas y despachos encargados por un jefe inmediato superior, prefieren hacer dinero, que avistar por la aplicación de políticas públicas sociales.
Sin sensibilidad, talento, vocación y toda la gama de artificios de que puede echar mano un servidor público, están faltando a la hora buena, porque hasta pareciera que a no pocos el bienestar social poco o nada les importa.
Tampoco quieren comprometerse a ver hacia los que se fueron y dejaron hoyos financieros del tamaño de la luna. ¿O acaso, Emilio Chuayffett Chemor fue informado ya del ex funcionario que está de huida en los Estados Unidos de Norteamérica y dejó pendientes de aclarar en el sector educativo, cuya explotación a su mando le permitió llenar sus alforjas personales con 100 tráileres, 26 lotes en el fraccionamiento residencial más caro, aledaño a la plaza Américas, y por añadidura un ranchito -lo califica- en la región de Actopan, con un hato ganadero que suma las diez mil cabezas, con un costo de catorce millones de pesos?

* PATIOS DE VECINDAD
EN ESTA CAPITAL

Hace un siglo, cuenta la historia de la ciudad, se encontraba poblada en gran parte de su territorio por los llamados patios de vecindad.
Obviamente, estas casas-habitación solían ser ocupadas por familias de ocho, diez y hasta 15 hijos, y también por empleados de gobierno, académicos y mujeres solteras. Empero, dicho patio de vecindad, por ser un conjunto de cuartos bajo un mismo techo y en una sola área de territorio, solían ser vigilados celosamente por las autoridades sanitarias.
Esto obviamente transcurría cuando los xalapeños se encontraban en la mitad del siglo XX, según lo revelan las voces que hablan de un patio de vecindad, donde se podía convivir con seres iguales, realizar tareas comunes, acercarse mediante las fiestas tradicionales y los fines de año, incluyendo las fiestas de la noche buena.
Sin embargo, el concepto se fue desgastando, hasta que llegados a los últimos años del pasado siglo XX, a los patios de vecindad se les adjudicaron condiciones que nada tenían que ver con una vida honesta, limpia, higiénica, en sociedad, como debía ocurrir en los años felices del siglo XIX y entrados los años iniciales del siguiente.
En las colonias periféricas todavía existen los patios de vecindad, pero en lo que forma el centro histórico de la ciudad, pocos son los que quedan de estos edificios y casas destinados a albergar a familias sobre todo con los signos de la pobreza, la aglomeración, el hacinamiento y la proliferación de enfermedades por contagio y las relacionadas con los males gastrointestinales.
Empero, el sector salud presta oídos sordos a la existencia de los patios de vecindad, sobre todo de aquellos que siguen operando sin conservar sus condiciones de seguridad y limpieza, sobre todo para sus casa-habitantes.
En las calles de Miguel Negrete y Emilio Carranza, de la colonia María Esther, mantiene puertas abiertas un patio de vecindad, con más de 50 años de hacerlo y dando cabida a 46 personas, un pasillo que une a los más de 20 cuartos, con tres sanitarios para mujeres y tres para varones, dos regaderas que empiezan a funcionar desde las primeras horas de la madrugada y la constante de la violencia, como consecuencia de las bebidas espirituosas y otros vicios, que mantienen en vilo al resto de los vecinos del lugar.
Obviamente, ni autoridades edilicias ni sanitarias hacen acto de presencia en un sitio llamado a ser indagado y salvaguardado, por razones sobre todo de salud pública.

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