Por Rodolfo Calderón Vivar
Después de todo no podria ser de otra manera, con lo del ajuste al calendario electoral a lo dispuesto en la reforma electoral federal, los políticos de Veracruz se hicieron bolas en unos cuantos días. Todo porque afloraron las ambiciones desmedidas de los Yunes, en todo su esplendor, porque su proyecto va más allá de los dos años que vienen como reforma, casi pero no aún, inmediata. Ahí ve usted a Pepe Yunes sacar los argumentos más pueriles para oponerse a esa posibilidad gubernamental, o a Héctor Yunes suscribiendo párrafos razonados del por que no, y al Yunes mayor, Miguel Angel Yunes, de plano en pie de guerra porque su proyecto no es bianual, vamos, tampoco sexenal, sino transexenal, y de ahí su más acendrada beligerancia para que la reforma no se aplique a la gubernatura en Veracruz.
Por el lado de los duartistas y fidelistas, dos corrientes ya identificables que se juntan y se desjuntan dos pasitos, el asunto de la gubernatura le cae de perlas, porque acotan a los Yunes. Además, anidan en su corazoncito que el gobernador actual podrá influir para nominar a Alberto Silva o Erick Lagos, extendiendo asi la posibilidad de mantener el poder de un grupo que, pese a todos los pronósticos, se la va llevando pian pianito hasta cumplir el periodo normal del sexenio. Y es más, si la suerte no les favorece en la selección priista, queda abierta la posibilidad de la candidatura ciudadana para colocar su alfil en pos de la gubernatura tan disputada, tan despreciada y tan anhelada, según el bando en que se encuentre los políticos encumbrados, y si no pregúntele a Carlos Brito que hasta al capitán chancleta apunta para el sacrificio de solo ser góber dos años. Esa es la verdadera intención de la reforma para que haya candidatos ciudadanos, tener ases en la manga, por si el centro se impone.
Bueno, diría un sensato sexagenario de la política de esos que abundan con el cabello pintado en nuestros lares, lo prudente es que los Yunes colorados se aguantaran para apuntarse al relevo en el 2018, tras el final del gobernador de los dos años. Si, pero no, diría cualquier analista político avezado no infiltrado, puesto que precisamente ya para el 2018 es el declive del gobierno del presidente Peña Nieto y las fuerzas que mantienen en vilo a Pepe y Yunes, uno apoyado por el Pepe de Peña y otro por el Manlio de Carlos, quizás ya no tendrían la fuerza suficiente para sostener a sus candidatos, a no ser que fueran candidatos presidenciales. Pero eso es un albur.
Es más, hasta el gobernador de los dos años movería sus piezas para imponer o establecer acuerdos, según el interés de quien lo haya promovido, para poner un candidato al gusto, aun contra lo que quisiera el altiplano. Por eso, vaya acertijo que tienen ante si los Yunes, si eligen la gubernatura de los dos años no cubre sus expectativas de cumplirle a Veracruz con todo el corazón, tiempo e inteligencia que poseen para servir a Veracruz, que da para seis años, no dos. Pero lo peor que ahi muere todo, en un plazo bianual. Y si deciden a contender hasta el 18, es esperarse y dejar pasar, la circunstancia tan favorable, según ellos, que poseen ahora para ser candidatos en el 2016.
Solo que todos están haciendo a un lado el factor Enrique Peña Nieto. Es más, lo ven como un mal necesario pero no decisivo en lo que viene por delante. Los Yunes priistas soslayan el hecho de que las estadísticas de la última elección federal fueron en detrimento de la candidatura del mexiquense, pero muy a favor suyo, es decir de los candidatos a senadores que tuvieron más votos que el propio candidato presidencial . Pecata minuta, dirían los políticos bisoños, además que importa eso si se han sabido mover bien, y bonito, al lado de José Videgaray y Manlio Fabio Beltrones. Bueno, si, pero el que decidirá será el rey, no los alfiles, y muy seguro tomará en cuenta esa elección del 2012, en función de los aportes que hicieron para él, los dos Yunes juntos.
Sin embargo, en esto de la política nada es para siempre, es decir la eternidad no existe, y es muy posible que los jarochos que tienen la sartén por el mango consideren la probabilidad de que sea cierta la enfermedad del presidente Peña Nieto, lo cual les daría margen de moverse en los próximos meses con más soltura, ante un presidencialismo menguado.Le apostaría, si están previendo ese escenario, a un presidente enfermo, sujeto cada vez más a la posibilidad de su poder se vea disminuido y acotado por otros poderes políticos. En tal estado, se podría considerar que los cabos de Veracruz se le soltarían de las manos.
Ese escenario posible, devendría de como se movieran sus padrinos políticos para hacerle la contra al presidente enfermo. Si alguno de ellos ya está tomando un tono de beligerancia con alianzas soterradas en su ámbito que están causando focos rojos en la presidencia, es seguro porque se está enfilando hacia un panorama de un presidente debilitado por la enfermedad. Se ven necesitado de alzar cabeza y aliarse a los duros de la políltica, para afrontar un panorama de incertidumbre si el presidente renuncia. Y es seguro, que metería más las manos en Veracruz, para afianzar acuerdos con grupos políticos locales. Solo que, si se equivoca, si el presidente está fuerte y no sujeto a esa posibilidad de enfermedad extrema, lo que viene a corto plazo es un ajuste de poderes desde el centro,emanado desde Los Pinos, que impactaría a quienes, directa o indirectamente, estén vinculados a la política jarocha. Incluso a los que se jactan de ser los buenos para la gubernatura. Quien tenga ojos, que vea. Quien tenga oidos, que escuche.
EfACICO 