
Por Raúl González Rivera

A propósito del promocional que hace el PVEM, en el sentido de haber logrado una legislación que prohíbe el uso de animales en los circos, definitivamente no gana, sino pierde electores, porque para las mayorías de chicos y grandes, un espectáculo circense sin animales no es un circo.
La labor, el olor y las suertes que juegan los animales presumiblemente irracionales, han hecho un mar de delicias para generaciones y nunca, que se sepa, mostraron desacuerdo, rechazo a verlos, disfrutarlos y hasta tocarlos.
El llamado Partido Verde Ecologista de México, que hizo más rica a la familia González Martínez, porque lo utilizaron de su fundación a la fecha como un negocio de particulares y que sería imposible contender sin estar en alianza con el partido en el poder en procesos electorales, porque ya habría sucumbido, jamás ha hecho algo realmente que trascienda para detener la ola de desforestación que los bosques y selvas del país han tenido que resentir sobre todo en los últimos 20 años.
El llamado «Niño Verde» se ha consolidado empresarialmente a través de ostentar los permanentes cargos electorales que ha representado en la cámara baja y el Senado del Congreso de la Unión, pero la destrucción de los mares, ríos y lagunas, y por caso aquí en Jalcomulco, nada ha podido hacer para hacer saber a los empresarios de Odebrecht, que de abrirse las hidroeléctricas utilizando las aguas de los ríos de Los Pescados y La Antigua se va a dar al traste con la vida misma de esos pueblos, su entorno natural y su atractivo, que ha sido motivo de atención por parte de visitantes de todo el mundo inclusive.
Sin embargo, una puntada de último momento colocó al Verde Ecologista de México otra vez en los espacios periodísticos, para demandar de los legisladores que votaran a favor de una ley que prohíbe el uso de animales salvajes en los espectáculos del circo, lo que ha acarreado igualmente oleadas de rechazo en el común de la gente, que había encontrado una forma de conocer a dicho reino, en vivo y directamente.
La propuesta que llevó a una legislación, pareciera ser más demagógica que auténtica en su lucha por la defensa de los animales, porque si una acción semejante se aplicara en decenas de formas y acciones de cómo se afecta el entorno natural, seguramente la condena tendría que recoger y promover tantas leyes, como agentes contaminantes originales y otros creados por la mano del hombre se vienen registrando en detrimento de la salud pública, en todo el país.
Devolver los animales a su habitar natural, exige una pregunta ¿en dónde?, porque la caza de éstos, está mucho más bárbara que la que pudieran emprender los leones, tigres, elefantes, reptiles y otros, contra el hombre. Por favor. Que el PVEM en próximas jornadas político-electorales, seguramente estará acercándose igualmente a su cierre de vida partidaria. Al tiempo.
* EL ESTADIO XALAPEÑO, CON
EL SUDOR DE LOS MAESTROS
El monumental Estadio Xalapeño, una réplica de alguna de las grandes construcciones del imperio romano, en su momento, bajo el mandato constitucional del general Heriberto Jara Corona, también se logró con el esfuerzo de los maestros veracruzanos, a los cuales dejaron de pagar sus quincenas en aquellos días para cubrir los gastos que generaba la edificación del lugar mencionado primeramente.
Esto viene a colación, porque hoy se suspendió la construcción de las villas olímpicas y están seguros muchos derechohabientes del Instituto de Pensiones, que tal vez una de las razones de que el cajón de caudales del organismo en cuestión sufra déficit, es porque de alguna forma se tienen que cubrir más de cinco mil millones de pesos por las construcciones que utilizarán alrededor de cinco mil atletas que vendrán en noviembre, para celebrar los Juegos Centroamericanos y del Caribe.
Las villas se suspendieron y las existentes ya las está vendiendo la constructora Carpín, en precios que fluctúan entre los 350 y cuatrocientos mil pesos. Se había dicho que no estarían en tiempo dichas habitaciones, pero en oficinas de la constructora lo desmienten, a grado tal que ya está comprometida buena parte de dichas residencias con sus compradores.
Obviamente, en los años del régimen de Heriberto Jara los maestros cobraban en pocos pesos, pero su poder adquisitivo era suficiente para que tuvieran una vida cómoda y confortable. Por cierto, en aquella época se contaban con las dos manos los estudiantes, que formaba una clase minoritaria.
Quienes no eran maestros, egresados de la Escuela Normal Veracruzana, se fueron a la ciudad de México y se inscribieron en las facultades de medicina y derecho de la UNAM, porque en la entidad todavía no se abría ninguna institución de enseñanza universitaria. Entre los años 20 y 30 del siglo XX, siete veracruzanos-xalapeños partieron al DF para estudiar medicina: Raúl Fornaguera, Antonio Rechi, Raúl González Castillo, Mario Vera Vega, Manuel Lajud, que inclusive escapan al anecdotario, y dos más.
La inscripción en medicina de la UNAM costaba 35 pesos y los cuatro libros de anatomía, que hoy suman los ocho mil pesos, en aquellos días tenían un precio de 80 pesos, escritos en español, y la mesada de un pupilo o el alumno que prefería una casa de huéspedes, apenas pagaba 65 pesos mensuales, que incluía cuarto con baño y las tres comidas del día.
Eran días de posrevolución, la presencia de Plutarco Elías Calles era impresionante, porque se cuenta que gozaba de los dos rostros: uno amable y el otro propio de los políticos, muy perverso.
Empero, volviendo al Estadio Xalapeño, sus acabados de construcción obligaron para que el general Heriberto Jara, como gobernador, suspendiera el salario de los docentes de la escuela primaria y por esa razón, no pocos, tuvieron que emigrar a otras partes del país y la gran ciudad de México -que ya era-.
* SIN MAYOR ATRACTIVO
LOS DESFILES CÍVICOS
Tampoco los desfiles cívico-deportivos y con fuerzas policiacas y militares han podido permanecer en el gusto y atractivo entre la ciudadanía, como fue todavía en un pasado reciente.
Muchos acusan que el ex presidente Vicente Fox se encargó de destruir a las instituciones públicas y que entre las patas se llevó las festividades que en el pueblo ocasionaban muestras de adhesión y gusto.
Los desfiles del l6 de septiembre, sin duda, fueron de los más socorridos por los asistentes en cifras de muchos miles. Gustaban de vitorear a los cuerpos militarizados y de policía y al contingente todo, integrado por los estudiantes quienes alegres portaban las banderitas que significan las luchas que dieron al México de estos días –se dice– la libertad, la soberanía y su independencia.
Sin embargo, conforme la ola violenta y la inseguridad ganaron la carrera en numerosas ocasiones a los hombres del poder y, por ende, de ser los corresponsables de garantizar la certidumbre y la seguridad a los gobernados, igual sobrevino como consecuencia que la imagen de las instituciones se dañara y con ello la apatía popular se generalizara en los más diversos estratos de la gran familia mexicana.
Los conceptos de patria, nacionalismo y desarrollo, formaban parte de las buenas intenciones de un pueblo saqueado, pero contento. Hoy no es así, el desencanto cabalga a grandes velocidades por nuestras ciudades y en apariencia no hay el antídoto que le permita al pueblo desahogar sus inquietudes y consumar sus aspiraciones en el mejoramiento de su vida cotidiana material y espiritualmente.
Las grandes paradas cívicas eran, a no dudarlo, parte de ese momento festivo que a los mexicanos está haciendo falta horrores.
No hay de otra. Lo ocurrido en la casi totalidad del país no debiera volverse a repetir. La gente va a los desfiles, pero acarreados, menos no. El enojo e irritación social lleva a los grandes conglomerados de la sociedad civil azteca a dudar hasta de lo que no les hace daño.
Quién no quería ser parte de la banda de guerra, en un desfile de aquellos. El gusto por la música mexicana, la gritería exaltando a los héroes, formaban parte del viejo legado que los mexicanos saboreaban con profundo anhelo y aspiración. El toque de cornetas, el tambor, el clarín haciendo lo suyo, para hacer más festiva la fiesta del 16 de septiembre, la noche del 5 del mismo mes, o el cinco de mayo.
Todas las fiestas cívicas para exaltar las muestras de valentía, honor y orgullo en recuerdo a quienes legaron la patria azteca, pero que sin embargo, ahora las mayorías inmensas se niegan a ver con similares ojos, porque la vida les cambió y no precisamente para bien.
¡Viva México!, sí, pero cuál, se preguntan padres de familia, amas de casa, estudiantes y académicos, que de igual manera se cuestionan si aquellos fueron días de gloria, o los actuales siguen siendo de una lucha que no cesa y que se da no contra extranjeros, sino teniendo como contrapartes a los mexicanos mismos.
Empero, los desfiles, que habían servido como escenarios para el disfrute y el gozo populares, hoy se nutren de preocupaciones, de rencores escondidos y de la impotencia, que hunde en la desesperanza a las grandes mayorías, que no sabían más que de fiestas cívicas, pero ahora sin la sustancia, el colorido y la alegría de un pasado que pareciera haberse ido, para no volver.
