60 Segundos: VICENTE FOX SACARÍA AL PRI A PATADAS DE LOS PINOS


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Por Raúl González Rivera

Por Raul González Rivera, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana
Por Raul González Rivera, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

El entonces candidato presidencial Vicente Fox, arengaba a las masas para sentenciar que sacaría junto con todos los mexicanos al PRI de la residencia oficial de Los Pinos a patadas.
El político guanajuatense, vendedor del refresco de botella que más se consume en este país, con una gran aceptación sobre todo en las masas eminentemente populares, se habría ganado la candidatura presidencial con colores del PAN, pues supo aprovechar el hartazgo que le produjo precisamente el viejo régimen a los mexicanos.
Porque si bien es cierto que el presidente priista Ernesto Zedillo Ponce de León pasaba a la historia del país como un jefe de estado demócrata, también, para los socios de la «dictadura perfecta», había traicionado a los de su clase hablando partidariamente. Aunque a EZPL nunca antes se le había visto en menesteres propios del ex partidazo.
Así que el guanajuatense Vicente Fox Quezada aprovechó la oportunidad de ser candidato de la oposición, pero qué mejor con colores del partido conservador blanquiazul, con el cual obtendría una victoria electoral hasta fácil, sobre los abanderados del PRI y del PRD en dicha sucesión.
Reconocido como un farsante del guadalupanismo, al asumir la presidencia lo primero que hizo fue desayunar con niños de la calle y después fue a la Basílica de Guadalupe, en donde se postró de hinojos ante el jerarca de la iglesia, besó la mano del mismo y luego enarboló la imagen de la Virgen de Guadalupe a quien rendiría pleitesía, traicionando así los principios constitucionales de la república.
Fue el mandatario nacional que cavó su tumba a las instituciones públicas nacionales, emanadas de los diferentes movimientos que históricamente registra la nación azteca. Y por añadidura, la promesa de «sacar a patadas al PRI de Los Pinos» jamás tampoco lo cumplió. Su gobierno fue superficial, hueco, llano, vano, traicionó al PAN y administró la nación de manera gerencial, incluyendo en su mandato constitucional, violatoriamente, bajo el rubro de «la pareja presidencial», junto con Martha Sahagún, de quien junto con sus hijitos se habla de haber realizado negocios millonarios, aprovechando su influencia en las diferentes áreas del poder federal.
Culpable a todas luces en buena parte de la caída del PAN, no se ha conformado de ser uno de los responsables de su debacle, nomás cuando ejerció el poder, sino que en su calidad de ex se ha pronunciado como un «peñista» de hueso colorado y acaba de dictar su última sentencia, lo que le pinta de cuerpo entero, al advertir que guarda su distancia con el panismo, porque el partido que lo amamantó «perdió su rumbo».
Y como buen comerciante, ahora de ideología y partido político, está con los vencedores, que de perdedores este país rebasa ya los cien millones de compatriotas. ¿Cómo la ve?

* LA HONRADEZ NO EXISTE,
CORRUPCIÓN A LA VISTA

La homilía que dictó el arzobispo Hipólito Reyes Larios, con sede en esta capital, desde el sacro recinto de la iglesia Catedral, para unos fue cruel, para otros apenas dio en el clavo.
El prelado apuntó algo que encuadra ampliamente en el sentir de la gran familia mexicana del credo, secta o religión que usted quiera, en el sentido de que así como otros han dicho que nos debemos acostumbrar a convivir con la violencia, igual, la sociedad civil tiene que adaptarse a una manera de vivir conforme a la deshonestidad y la corrupción.
Es más fácil sobrellevar a las dos últimas, que siendo honestos. El prelado dijo que ésta no existe prácticamente. Tenemos, agregaría, que saber convivir con la corrupción, y si para ello tenemos que obedecer, pues lo hacemos ante las autoridades que constitucionalmente tenemos, pero no les creemos. Recalcaría sabiamente el dignatario eclesiástico.
Diría que los ilícitos del secuestro, la extorsión, el asesinato y el robo, son parte de la vida cotidiana a la cual los mexicanos y mexicanas deberán acostumbrarse.
Y en ese pensar o reflexionar de las duras formas de vida que en suelo azteca sobrelleva una mayoría aplastante en este país, las verdades calan, duelen y llegan. La sociedad está ávida de mitos, héroes e ídolos y no los encuentra. Y cuando surge en apariencia uno de éstos, la muchedumbre se abalanza queriendo asirse y seguramente suponer que así es en su mayor parte el conglomerado que forma parte de la familia que integra el pueblo de México.
Al grueso de mexicanos ya no reconforta saber que existieron hombres y mujeres que forjaron la patria que tienen entre sus manos, porque igual, se erige la condena social en su contra, porque lo que vive la mayoría no es lo que esperaban de los diferentes periodos a que se vio sometida la patria azteca, en el correr de los últimos 500 años.
Presumen muchos que los políticos de ayer fueron como los de ahora y allí cifran su desconcierto, ignorancia, desconocimiento adrede, porque difícilmente alguien existe que le reconforte que el mes que hoy concluye, haya sido dedicado a los héroes que dieron lugar a la Independencia de México. Cuál, en dónde, porque las libertades están siendo escamoteadas precisamente por la ola de sucesos que condenó el último domingo el arzobispo de Xalapa en su misa desde Catedral.

* RAÚL ÁLVAREZ GARÍN,
CONGRUENTE HASTA EL FINAL

El Comité de Huelga que representaba a los universitarios particularmente de Veracruz, en el 68, citaban constantemente el nombre de Raúl Álvarez Garín, como uno de los líderes que autentificó la gesta por las libertades de expresión, hacer y operar dentro de las aulas e instalaciones de la UNAM y el resto de instituciones educativas, que se sumaron como un sólo grupo en la lucha contra el régimen de la opresión, como fue el que representó el señor Gustavo Díaz Ordaz.
Aquí en el búnker del movimiento de aquella gesta, en el local de la antigua Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Veracruzana, sobre la avenida Juárez, el ir y venir de estudiantes y académicos no paraba.
Entonces no había más medio de comunicación con el DF que el mimeógrafo y los escasos teléfonos negros, públicos, a los cuales había que poner a funcionar con monedas de veinte centavos. La prensa local cerró puertas al movimiento que había estallado en la ciudad de México con la matanza de cientos de miles de estudiantes, maestros y gente del pueblo, que se había solidarizado con la protesta de meses en el país inclusive.
El doctor Héctor García Bringas, el maestro Javier Ortiz, biógrafo del movimiento en esta capital y el resto del estado, el arqueólogo Roberto Williams García y una docena más de dirigentes estudiantiles, mostraban azoro ante la constante de noticias que llegaban de la gran ciudad capital del país, todas terroríficas, hablando de violencia, de muertos, de desaparecidos, de secuestrados.
El comité de prensa y difusión poco podía hacer en tan constreñidas condiciones de espacio y recursos para tener una información al día. Sin embargo, se elaboraba un periodiquito mural y los boletines que se escribían anunciando los pormenores de la gesta en la provincia y parte del DF; se hacían llegar a El Tiempo, de Rafael Zúñiga Martínez, y El Imparcial, de Fernando Lescieur, los dos únicos medios que publicaban diariamente la información que se generaba en Xalapa acerca del movimiento.
El ir y venir no cesaba de los dirigentes estudiantiles. Ernesto Fernández Panes, Juan José Rodríguez Prats, Leopoldo Castillo, entre los que corrían de escuela en escuela, para dirigir una especie de mítines sorpresa y con las mismas volver al refugio que representaba el búnker tapizado, por cierto, de propaganda alusiva al movimiento, su estallido, la matanza a través de fotografías y pancartas y cartulinas.
El comité de lucha en pleno se fue al interior de la ciudad y el estado, para difundir lo ocurrido en la Plaza de las Tres Culturas. Juan José Rodríguez Prats iniciaría una huelga de hambre en la plaza Lerdo. Y el resto en masa del cuadro de dirigentes y estudiantes se lanzarían a las calles para condenar la masacre con mítines, protestas, manifestaciones públicas, con la sola idea de transmitir los informes del genocidio que se acababa de cometer y del cual su único culpable vivo sigue siendo el ex presidente Luis Echeverría Álvarez.
En tanto, Fernando López Arias, por conducto del secretario de gobierno Rómulo Campillo Reynaud, pedía a los estudiantes que cesaran en sus protestas sobre tierras veracruzanas. Una reunión cumbre se dio en palacio de gobierno. El gobernante se decía liberal, abierto y consecuente. No mandó matar a nadie, aunque por unas horas una docena de líderes aquí también fueron recluidos en las mazmorras de la cárcel contigua al cuartel de San José.

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