
El jueves 29 de marzo del 2012, como a las 4 de la mañana, tres encapuchados entran a la vivienda de Teodoro Vázquez Pacheco, líder cañero del ingenio San Pedro, ubicada en la colonia San Rafael de la ciudad de Lerdo de Tejada. Se van hasta la recámara donde el dirigente dormía con su esposa, Francisca Salinas González, de 55 años.
Los sicarios arrastran al hombre. Se lo llevan hasta la sala y ahí le meten un balazo en la sien derecha. Huyeron encaramados en una camioneta color arena marca Dodge tipo Durango con placas YHN-1651, propiedad del líder. Más tarde llegaron los ministeriales de la AVI e interrogaron a la viuda si tenía enemigos. No sabía nada.
Para esa fecha son en total 35 asesinatos de cañeros y solamente se pueden documentar trece. Todos, por desgracia, impunes.
El conflicto cañero recrudeció en diciembre de 1969. Los cañeros iniciaron con una huelga de brazos caídos en el ingenio La Constancia. Los magnates azucareros les robaban en el pesaje del producto. El líder Gilberto Aguirre Ramos encabezaba el movimiento. El comandante Juan Hernández Campillo y unos cuantos policías lo asesinaron dejando herido a su primo Belem Ramos. Esto ocurrió en una cantina, frente al ingenio cuando bebían cervezas. El hermano de Gilberto Aguirre, llamado Tomás Sánchez Ramos, conocido como “Tomasín”, en venganza toma el palacio municipal. Unos días después, la gente de Tomasín, emboscaron al comandante Juan Hernández a quien asesinaron. Tomasín se volvió héroe… (Tiempos de Luis Echeverría).
Carlos Bonilla Machorro, el cura guerrillero
El martes 9 de enero de 1973, tropas del Ejército Mexicano entraron a Carlos A. Carrillo, congregación que era del municipio de Cosamaloapan.
Iban con órdenes de detener al cura del lugar, Carlos Bonilla Machorro, presbítero de formación poco conservadora, seguidor de la Teología de la Liberación que en esos tiempos lideraba en México el Obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo.
Precursor de las nuevas enseñanzas del Papa Francisco cuando pide a los cardenales, arzobispos, obispos, curas, diáconos, monjas y monjes católicos que practiquen la humildad y que dejen sus elegantes oficinas y sus lujosos automóviles para convivir con los pobres, que conozcan sus sufrimientos y penurias. El cura Bonilla Machorro, originario de Perote escribe en su libro “Caña Amarga” (Ed. Publicidad Editora”, México, D.F. Nov. 1975),: “Se me ha enjuiciado reiteradamente en diferentes formas, considerando mi intervención en la problemática cañera, ocurrida en el pueblo de Carlos A. Carrillo, Ver., quizá porque desde hace mucho tiempo muchos clérigos de la Iglesia se han desviado del Cristo de los pobres y uno de ellos constituya un fenómeno raro dentro de una neutralidad institucional casi general.
Lo anterior tal vez no guste a una gran mayoría, pues más bien considera mi actuación fuera del verdadero centro y ortodoxia católica. Pero me pregunto: ¿Cristo vino a salvar solamente almas? ¿Existen sólo almas? Esta concepción descarnada y extraña, extremada y alienante debe de superarse mediante la profundización más amorosa, inteligente y sincera, sin temor de desagradar a ciertas líneas contrarias de pensamiento, hasta llegar a la verdad de que existen hombres concretos con problemas concretos a quienes hay que liberar de toda esclavitud en nombre de Cristo, a quien todos decimos seguir.
En el caso que nos ocupa: ¿hice bien o mal? En mi carácter de sacerdote, ¿violé la Constitución? ¿Me ubiqué al margen de lo humano? ¿Fuera del territorio del templo el sacerdote siempre pisará terreno prohibido? ¿La Iglesia de Cristo deberá vivir como eterna prisionera de las paredes de la sacristía? ¿Es peligrosa la senda por ciertos caminos de liberación integral? ¿Es mejor callar?…”
Los proveedores de caña, habían realizado un paro de labores, exigiendo entre otras cosas, un precio de garantía a su caña, que los camiones entraran directamente al batey a descargar, para pagar así solamente el flete de la caña del corte hasta el ingenio (antes de eso, el camión descargaba en unas góndolas, que iban al batey, ese trasbordo lo descontaba el ingenio como un “doble flete” a los productores), además exigían un avío de 100 pesos por hectárea de caña como adelanto por parte de la empresa.
Los campesinos, con casas de campaña improvisadas, organizados en grupos de huelga, junto con los obreros, estaban creando un “mal precedente” para la industria azucarera nacional, lo que estaba provocando que los industriales de todo el país exigieran al entonces presidente Luis Echeverría Álvarez, detener el conflicto porque “luego todos los demás cañeros del país, iban a querer pedir lo mismo”.
Al tiempo que la gente de Carlos A. Carrillo hacía la huelga, el legendario Roque Spinoso Foglia, fundador de la Unión Nacional de Productores de Caña de Azúcar –hoy UNPCA-CNC-, había sido apresado junto con su comité ejecutivo, y encerrado en las mazmorras de Xalapa, luego de que las autoridades los habían engañado con un supuesto diálogo en esa ciudad, hasta donde llegaron los agentes de la policía de Servicios Especiales, a detenerlos.
Sin líderes, el gobierno federal y el estatal creyeron que el conflicto se acabaría, siendo aplaudida esta acción por el mismo Alfredo Vladimir Bonfil, dirigente nacional de la Confederación Nacional Campesina (CNC), que era en verdad un títere del gobierno, para contener los rescoldos del sentimiento campesino revolucionario de 1910.
Fue entonces que le gente acudió al curato de Carlos A. Carrillo, a pedirle a el presbítero Carlos Bonilla Machorro, tomara el estandarte, porque no había otro líder que les diera confianza en defender la lucha.
Ese martes 9 de enero de 1973, esa misma gente llegó asustada, al curato, con todo tipo de vestimentas, para tratar de convencer a Bonilla Machorro de huir vestido de mujer, o de anciano, o de lo que fuera “porque vienen por usted, hay orden de aprehensión, padre”.
No obstante, el prelado siguió al frente del conflicto, le tocó ver desde el campanario, cómo los soldados entraron a tirar el campamento de cientos o miles de cañeros, apoyados por grupos de cañeros y obreros oficialistas. A través de correos humanos convenció a los paristas a no caer en provocaciones del ejército.
Los obreros tenían listas “plumas” cargadas de toneladas de caña, para dejarlas caer encima de los soldados, igualmente tenían listas las mangueras de vapor seco hacia las puertas para quemar a soldados y federales que osaran entrar al ingenio más grande del mundo.
Los cañeros estaban armados con palos, piedras, resorteras y armas. Solamente esperaban la señal del prelado. Misma que nunca llegó en ese sentido sino al contrario, él pedía que no cayeran en provocaciones, que había que tener calma.
Lucio Cabañas Barrientos, el jefe guerrillero del Partido de los Pobres, de Guerrero, había llegado con 100 de sus mejores hombres, entrenados para matar soldados. Igualmente Genaro Vázquez Rojas, del Movimiento Cívico de Guerrero, había mandado apoyo, aunque el padre Bonilla les había pedido que no, porque “él era guerrillero de ideas y de fe, no de armas”.
Igualmente estudiantes de todo el país, habían mandado emisarios mostrando apoyo solidario, listos para unirse a un movimiento nacional. Habían pasado solamente 4 años de la masacre del 2 de octubre de 1968, en Tlaltelolco y un año apenas de la masacre del “Jueves de Corpus”, a manos de Los Halcones (de estos mercenarios Halcones, igualmente llegaron unas docenas de ellos, para enfrentar a estudiantes que habían llegado a la zona a apoyar a los campesinos). Los empresarios azucareros presionaban a la cúpula clerical para cambiar de iglesia al “cura mitotero” o para retirarle de su sacerdocio.
Aun así, con la tolerancia mostrada por el cura, los soldados habían obligado a trabajar a los obreros a punta de bayoneta, mientras que la CNC oficialista hacía ver a Bonilla Machorro como un agitador, a través de las noticias del “Canal 2”, donde la prensa estaba siendo sometida por la censura, las estaciones de radio del puerto de Veracruz, los diarios nacionales y estatales satanizaban a los paristas, recuerda en sus memorias el padre Bonilla.
Finalmente se ganó en Cosamaloapan, por parte de los campesinos, en el ingenio más grande del mundo, El San Cristóbal, donde surgiría años más tarde el primer sindicato Independiente de la historia azucarera, rescoldo de movimientos de aquellos tiempos.
Gracias a Carlos Bonilla Machorro, sin derramar sangre, el movimiento cañero no fue aniquilado; Roque Spinoso y su gente fueron liberados, el movimiento ganó mucho, aunque a la postre Roque Spinoso sería asesinado en una emboscada nunca aclarada por las autoridades y los nuevos líderes subsecuentes cañeros nacionales y locales, darían al traste con toda la lucha realizada, creando la frase: “cañeros pobres, pobres, y líderes ricos, ricos”.
Bonilla Machorro diría luego del conflicto, cuando se presentó ante el Obispo Sergio Méndez Arceo, a rendirle cuentas en Cuernavaca: “cuando fui a reportarme con él, apenado le dije:“señor, me apegué a las escrituras, quise ser voz de los que no tienen voz”, él se me quedó mirando fijamente y me respondió “no, no fuiste voz de los que no tienen voz, fuiste un grito de los que no tenían voz”. Murió, en Jalapa, el 17 de octubre del 2009, hace cinco años.
Hoy, descansa en Paz, Carlos Bonilla Machorro, el Cura Guerrillero, uno de los últimos Teólogos de la Liberación, satanizado por sus mismos compañeros clérigos de derecha, que lograron retirarle al fin su sacerdocio, acusándolo de tener mujer e hijos.
Todo su ministerio sacerdotal lo llevó a cabo en dos parroquias, en la de Soledad de Doblado y en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima en Carlos A. Carrillo.
En Soledad de Doblado ejerció como párroco sólo dos años.
En Carlos A. Carrillo su apostolado duro 32 años, inició el 25 de marzo de 1966 y terminó en 1998. Desde su puesto de párroco participó en luchas sociales: la de 1971-1972 y la creación del municipio de Carlos A. Carrillo, segregándose del municipio de Cosamaloapan en 1990
Líderes cañeros, acribillados
Año de l976, en los límites de Veracruz y Oaxaca se ubica el ingenio La Margarita, municipio de Acatlán de Pérez Figueroa. Cañeros de Veracruz abastecen a la factoría azucarera. El cañero Rubén Hernández, fue asesinado. Se desata un baño de sangre. Es ejecutado también Evodio Vargas, quien iba a ser sucesor de Ángel Galicia Rosas.
El 25 de noviembre de 1984, Roque Spinoso Foglia líder de la Unión Nacional de Cañeros, llegó a una fiesta al rancho “El relicario” acompañado por varios amigos y sus primos Sergio Spinoso, delegado de Tránsito en Cardel y César Spinoso Corral (padre de César Spinoso, quien fuera oficial mayor de la Secretaría de Educación, tenía 11 años) Cuando terminó la fiesta y de regreso a casa, el automóvil donde viajaban fue rafagueado con 120 balazos. (Gobernaba Agustín Acosta Lagunes).
El 22 de mayo de 2007, un comando asesinó al dirigente cañero, Timoteo Gutiérrez, del ingenio El Refugio, quien fue señalado de haber asesinado a otros líderes cañeros que querían su puesto. También se habló de que éste había cometido un presunto desfalco por 25 millones de pesos. Los cañeros se inconformaron y de repente tres productores -Eusebio Baltazar Huerta, Paulino Moreno Flores y Gustavo Baltazar Martínez- fueron asesinados con armas de alto poder. También fue asesinado a la altura de la comunidad San José del Corral, en el camino de Córdoba a la Margarita, el químico Alberto Méndez Reyes, asesor de Timoteo Gutiérrez por haber exigido cuentas sobre el faltante de los 25 millones de pesos. Llegamos hasta 1991 y en esta fecha, el 17 de agosto, Venustiano y Ángel Lara Rico, productores cañeros del ingenio La Providencia, desaparecieron. Sus restos fueron encontrados dos años después en fosas clandestinas de Toribio “el toro” Gargallo, en Ojo de Agua, Municipio de Omealca. Ver.
Cabría preguntarse si la sangre derramada en los cañales veracruzanos sirvió para dar una vida digna a los campesinos cañeros, pagándoles prestaciones y adeudos que por años han esperado. La vida de los cañeros sigue peor y no se ve la luz de la esperanza. Hace falta el cura guerrillero para que los conforte, cuando menos.
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