
La vida de partidos políticos en un sistema democrático, resulta una experiencia excelente.
En principio, los gobernados o súbditos del estado, en cualquiera de los continentes que separan a las regiones de este mundo, tienen la oportunidad de ver por sus personales ideologías, formas de pensar y de actuar, como mejor les plazca.
Así viene sucediendo desde la fundación del estado y los pensadores del Renacimiento dieron pauta para que los pueblos del resto del planeta eligiesen sus membretes partidarios, lo que les reconocieron desde Juan Jacobo Rousseau, pasando por Nicolás Maquiavelo y los filósofos del siglo XIX, quienes a la postre inaugurarían esta forma de elegir a sus gobernantes y de dar rienda a sus quejumbres, reclamos y demandas consistentes en lograr condiciones mejores de subsistencia para la propia humanidad.
En este país, los tres siglos de la Colonia sometieron el pensamiento de los mexicanos a tal grado que la Independencia fue posible más que por la instalación de un sistema de partidos, por la sed y hambre que representaba la libertad en toda su magnitud.
Un liberal, como fue don Benito Juárez, tenía que dar pie a la búsqueda de los membretes partidarios, con vistas a elegir los mejores hombres para que ocuparan los cargos públicos.
Lamentablemente, para los mexicanos la idea de concebir partidos políticos jamás les quedó clara. El general Porfirio Díaz, se empoltronó 34 años en la silla de jefe del estado azteca y cuando hubo intervalos sin su presencia física, encargó a sus compadres la gestión presidencial.
La revolución mexicana estalló virtud al hambre de los campesinos y los pobres de este país, que eran una mayoría aplastante.
Y no fue sino hasta después de experimentar creando plataformas partidarias, como arroz en la mesa de cualquier comensal que concurre al cafetín más reconocido de la ciudad, que el ex empleado de Correos y después creador del Maximato de los años 20, dio lugar a la generación de un membrete, que culminaría con la adopción de las siglas del PRI, como hasta la fecha perdura.
La tragedia política de los mexicanos continuaría porque a lo largo de 71 años ininterrumpidos, el país no dio para más. Si bien surgieron el PAN y el Partido Comunista y otra docena de partiditos, ninguno en siete décadas dio luces de ser ni atractivo ni influyente en la sociedad civil mexicana.
Empero, en los días que corren de nueva cuenta, se cuenta con un escenario, en el que quizá once siglas partidarias se reparten el riquísimo pastel presupuestario, pero con una nota que habla de la discordancia, en el sentido de que a la fecha tres partidos ostentan la mayor carga de los puestos públicos y de elección popular.
Los demás sobreviven gracias a que se adhieren como sanguijuelas a las tres siglas predominantes, empero esto no importa a sus cuadros de dirigencia, porque el negocio es la presea mayor, motivo de su tenaz lucha por conseguir la bendición de los órganos electorales, igual metidos hasta los codos en la vil negociación, el chantaje y la corrupción.
Así que el desprestigio de partidos políticos en México, es rotundo. La confianza pública no la tienen, luego entonces, qué espera a los ciudadanos el 2015, sabiéndose que el negocio de los partidos políticos es de unos cuantos, en detrimento de la experiencia partidaria y política a las que aspira, sin objeciones, todo un pueblo. Al tiempo.
* CON O SIN PLEITO,
CAMPESINOS, IGUAL
Con o sin el pleito que mantiene detenido el flujo de campesinos al edificio de la liga agraria, allí de cara al mercado Alcalde y García y a espaldas del edificio que alberga la iglesia de San José, los campesinos siguen huyendo a los Estados Unidos de Norteamérica, otros tantos se quedan a ver pasar el tiempo en sus terruños y los menos abandonan el agro y se estacionan como pedigüeños en nuestras ciudades.
La liga cenecista surgió a la luz pública para reforzar los contenidos de la ley agraria de 1915, suscrita por el presidente Venustiano Carranza, con vistas a hacer la defensa de los campesinos, las parcelas que trabajaban y por supuesto guardar la distancia con los demás gremios, igual, de hombres dedicados a las labores del campo.
En realidad, había razones sociales y de solución a las cuestiones del hambre, que demandaban la participación de cuando menos dos millones de hombres en el agro, en los albores de la posrevolución, sobre tierras veracruzanas.
Úrsulo Galván, José Cardel y otros próceres del agrarismo, darían forma a la lucha emprendida por los líderes y guerrilleros agrarios Emiliano Zapata y Francisco Villa, no sólo en la defensa de sus iguales, sino medularmente en favor de la producción alimentaria, que en los primeros setenta años del anterior siglo XX, a ciencia cierta permitió a todos los aztecas que comieran sin complicaciones ni carencias.
El común en el agro comía tres veces al día, gozaba de una parcela, producía para su consumo personal y familiar y se daba el lujo de llevar su producción a los mercados del estado y el resto del país. Entonces no había TLC ni nada que irrumpiera en la generación de la riqueza agropecuaria de la entidad.
Al momento, dos millones de campesinos han buscado fugarse al otro lado del río Bravo, no en búsqueda del sueño americano, sino con afanes y fines esenciales, de conseguir el abasto que les permita salir adelante con sus estómagos vacíos y sin ningún porvenir.
La crisis del campo se debe al abandono en que se le tiene y la ausencia de los recursos y subsidios, que ni cañeros ni cafeticultores ni productores de productos básicos cuentan en su favor. Y con una sigla, como es la liga de comunidades agrarias y sindicatos campesinos en posesión de grupos antagónicos, propician, con este pleito callejero, el abandono radical no sólo de sus luchas burocráticas y llamadas políticas, sino que coadyuvan mayormente al empobrecimiento de la zona rural, hoy por hoy más necesitada de hombres y mujeres y recursos para salvar al país de la hambruna que viene. Y si no, al tiempo.
Cabe preguntar, a quién diablos le interesa la liga cenecista, su huelga o toma de edificio en días como éstos. Bertha Hernández Rodríguez niega siquiera que haya un sueldo para quien ostente el control de la mencionada organización. Entonces, por qué tanta discordia, confrontaciones y lucha intestina. ¿Qué hay detrás de toda esta guerra inútil? Por favor.
¿Y DE CONSUMIDORES
DE AGUA, MOROSOS?
A la fecha, la Comisión de Agua y Saneamiento ha hecho el anuncio de los entes públicos que mantienen adeudos millonarios con la misma institución, porque consumen el vital líquido pero no lo pagaron ni lo pagan en días como éstos.
Alguien quiere ver tras las rejas al secretario de Educación, don Adolfo Mota Hernández, porque si se atiende al listado que brindó públicamente la CMAS, quizá sea uno de los consumidores y usuarios a los que nunca se le suspenderá el servicio, pero tampoco lo va a pagar.
Se trata de exhibir en ese listado a las escuelas que nunca han cubierto un centavo por sus consumos, bueno, que se exhiban. Pero si los planteles escolares públicos adolecen de recibir cuotas, presupuestos para dar mantenimiento a sus edificaciones, lo cual las mantiene en deplorables condiciones a una inmensa mayoría, cómo es que hará la mencionada comisión para cobrarles sus consumos mensuales.
Tan burda es esta maniobra, como la que se impone a los consumidores –sin poder traficar con influencias– y que le basta tener dos adeudos para que en un tercer mes le hagan prácticamente confesarse y obligarlo a tener que pagar consumos, con multas, recargos y el cobro de obra hidráulica y programa de saneamiento de la ciudad. Para los hijos del pueblo ningún perdón, para los «ricardos» que habitan en el corazón de la ciudad, todos los favores.
CMAS, en los arranques de esta operación limpieza, si así quiere usted llamarle, de consumidores y usuarios morosos, habría advertido que existen particulares también metidos en el fango del olvido, porque sirviéndose de las redes de distribución del vital líquido, nunca lo pagaron, como tampoco lo pagan trabajadores del sistema y otros que gozaron, al menos en el pasado reciente, de la bendición de rigor, sin ninguna limitación ni reprimenda.
Corresponde a sus investigadores comprobar que existen ex funcionarios públicos que nunca pagaron un centavo por sus consumos de agua.
Que tampoco nunca se los cobraron y que no figuran en el listado con que se tatema a entes institucionales o públicos, que por obviedad deben ser todos o casi todos. Jamás, dice un jefecito burócrata con 30 años en la misma dependencia, he visto un recibo de la CMAS en la oficina y menos que un contador, un jefe de compras o el contralor interno diga que haya que pagarlo.
Sin embargo, ahora el IVAI, tomando valor a la mexicana, se ha propuesto exhibir a quienes incumplen con la rendición de información de qué hacen y cuánto hacen como entidades de orden público. Qué bueno, ¿pero en verdad irán hasta las últimas consecuencias, haciendo que quienes callan o cierran puertas las abran y rindan al pueblo la verdad, que éste último está espetando que le confíen? Esperemos.

