
—Peña Nieto cogobierna con el crimen organizado.
—El México paradisíaco del presidente se estrella con la realidad.
—¿En donde hay que desaparecer los poderes? ¿En Guerrero o en todo el país?
El discurso primermundista del presidente Enrique Peña Nieto y de su séquito de colaboradores se ha estrellado con una realidad contundente: la pobreza, el narcotráfico, la violencia, las ejecuciones sumarias, los crímenes de Estado, la bancarrota del país y la desgracia.
Este es el verdadero México.
Nada que ver con el discurso pronunciado en medio del festín por el Segundo Informe de Gobierno, el de los anuncios espectaculares como el nuevo aeropuerto, la red de trenes, y el enfadoso “movamos a México”, “México está en movimiento”.
Nada más falaz.
México, según el desgarramiento social que existe, está paralizado: sin dinero, sin obras, sin empleo, la gente está enardecida ante un gobierno que ha resultado inútil en dos años y que ofreció darle al país viabilidad financiera con las reformas estructurales.
Todo esto ha sido una clara venta del futuro. Futuro que no existe. Lo que existe es un México con dolor y con hambre. Y como dijo Luis Donaldo Colosio en aquel discurso memorioso: México tiene sed de justicia.
Tras los hechos de Ayotzinapa, donde el pasado 26 de septiembre fueron secuestrados y desaparecidos 43 estudiantes normalistas –hoy existe la versión de que fueron quemados vivos por el crimen organizado en complicidad con las policías de Iguala y Colula, Guerrero –el gobierno de Enrique Peña Nieto ha quedado sepultado en el escarnio, el rechazo social y la vergüenza internacional.
No hace muchos meses el inquilino de Los Pinos realizó una gira por Europa a donde fue a ofrecer las bondades que, según él, tiene el país para que los empresarios extranjeros inviertan en México. Dijo entonces que el país tenía seguridad, condiciones para la inversión, crecimiento y grandes ventajas para que cualquier inversionista volteara hacia “nuestro país”.
Nada más falaz
México carece de muchas cosas, pero sobre todo el presidente Enrique Peña Nieto mintió a nombre de todos los mexicanos al decir que el país tenía seguridad. En realidad, México es uno de los países más inseguros del mundo. El Estado mexicano, rebasado por todas partes, es un Estado fallido que no puede garantizar ni vida ni patrimonio.
El 80% de los cuerpos policiacos del país –y eso lo sabe el presidente –están coludidos con las mafias del crimen organizado. Según un estudio del Senado de la República, dado a conocer en 2010, más de 70% de los presidentes municipales llegaron financiados por el narcotráfico y otros tienen, directa o indirectamente, relaciones con las redes criminales. Es por ello que las policías municipales junto con los verdaderos cárteles, se han dividido y dan seguridad al crimen, no a la sociedad.
Muchos gobernadores también han dado cobijo al narco.
Ante este triste escenario –pero que no deja de ser real –queda claro, que el presidente Enrique Peña Nieto no es el único que manda en México. Las evidencias reflejan que existe un cogobierno con el narcotráfico, pues buena parte del territorio nacional está bajo gobiernos que surgieron de la mafia, como es el caso de Iguala, Guerrero, y cientos de demarcaciones en donde se rompieron todas las formas.
En muchos casos no fueron los narcotraficantes los que amenazaron a los alcaldes bajo el argumento de “plata o plomo” para que se sumaran a la delincuencia. No. Fueron los propios mafiosos los que, abanderados por un partido político, llegaron al poder mediante la compra de conciencias.
Se sabe que desde hace muchos años ningún candidato a un puesto de elección popular gana una elección con propuestas. Gana el que dispone de más dinero y ahí es donde se le abre la puerta al dinero sucio de la mafia, pues no existe ningún esquema ni institución capaz de vigilar de donde fluyen los recursos que se gastan en las campañas políticas.
Ni la campaña del propio presidente Enrique Peña Nieto fue vigilada para impedir que el narco se infiltrara con su dinero. Lo que importaba y sigue importando por encima de todo es ganar elecciones y ganar mayorías. La forma es lo que menos interesa, pues todos parecen ser producto de lo mismo.
Los casos de Tlatlaya –donde elementos del Ejército Mexicano violaron sus propios protocolos al masacrar a presuntos miembros de una célula criminal –así como la desaparición de los 43 estudiantes normalistas en Iguala, Guerrero, son casos que ya colocaron a México bajo el reflector internacional como el país más inseguro del mundo, casi parecido a los países africanos como Cosovo, donde no se respeta nada: la libertad de expresión se pisotea y, lejos de apoyarse, se coarta y se investiga a periodistas para amedrentarlos.
Tampoco se respetan los derechos humanos ni se cumplen con las convenciones internacionales que México ha firmado sólo como protocolo, porque en los hechos nada se cumple. Sigue imperando la tortura por parte del Ejército y de las policías, se atropella la protesta social, se aplasta al débil y al que está luchando por un pedazo de pan todos los días.
Lo más grave es que ahora el Senado de la República le pide al gobernador Angel Aguirre Rivero que renuncie. ¿Para qué? ¿Lo quieren proteger? Acaso Aguirre Rivero no está obligado a rendir cuentas? ¿Por qué el Senado pretende allanarle el camino para que se vaya a su casa y deje el estado bajo fuego?
No se entiende, aunque todo parece claro: Angel Aguirre Rivero es priista y como tal se le apoya. Ahora queda más claro que el PRD sólo fue un membrete para que Aguirre, quien en el pasado sustituyó en el cargo al cacique Rubén Figueroa, llegara al poder hace dos años.
Hoy el procurador Jesús Murillo Karam hizo un recuento del caso Ayotzinapa: dijo que hay varios policías detenidos y gente del grupo Guerreros Unidos –escisión del Cártel de los hermanos Beltrán Leyva –, pero falta lo más importante: el cuerpo del delito. Los muertos. Los 43 estudiantes. ¿Dónde están? Seguramente el gobierno lo sabe y calla.
No está fácil el escenario para Enrique Peña Nieto. Si se investiga y se va al fondo de las cosas para saber qué pasó con los estudiantes, pagará un costo político muy alto. De hecho ya lo está pagando al ser objeto de escarnio internacional, pues en diversos países le refutan las mentiras que fue a decirles a los empresarios. Y si oculta los hechos y prefiere sepultar el caso, peor aún, pues los estudiantes, organizados en todo el país, pueden provocar un estallido social. Las condiciones están dadas para una guerra civil si este gobierno no se aplica en sus tareas y el presidente no se amarra el cinturón para gobernar.
Hoy se realizaron marchas de apoyo en Madrid y Argentina frente a las respectivas embajadas de México.El Parlamento europeo lanzó una condena internacional por el caso Ayotzinapa y cuestionó el papel del presidente Peña ante la impunidad que enfrenta el país.
¿Qué más quieres, presidente? ¿Hace falta más dolor social para que te pongas a gobernar? ¿No puedes con el país? Si no puedes, tienes la puerta abierta para que te vayas.
Y si no puedes gobernar, pues entonces habría que preguntarse en donde hay que desaparecer los poderes? En Guerrero o en todo el país.
Piénsala.
Quizás estés a tiempo de evitar que el país se hunda.
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