La repelente realidad: Saldos recientes de Iguala


por Arturo E. García Niño
Por Arturo García Niño, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana
Por Arturo García Niño, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

Los hechos

  1. Sandino Bucio Dovalí, estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM sustraído ilegalmente de la vía pública y metido a un carro sin placas por policías vestidos de civil el viernes 28 para terminar declarando en la SEIDO y ser liberado horas después, declara en entrevista que sí es el embozado violento que aparece en cuatro fotografías tomadas en las marchas del 8 y 20 de noviembre; que arrojar a la policía bombas molotov, quemarautomóviles y edificios públicos son actos de legítima defensa de los manifestantes porque les asiste el derecho a defenderse de esa manera frente a la violencia del Estado mexicano; que esto acontece no sólo en el Distrito Federal, sino en todo el país y en todo el mundo; que él no incendió la puerta del Palacio Nacional, pero sí estuvo ahí; que el hartazgo de la sociedad nacional es tan grande que provoca tales actos de resistencia/defensa considerados vandálicos por las autoridades; que no duda pueda haber infiltrados entre los manifestantes; que… Bucio Dovalí fue <encapsulado>, junto a otras dos centenas de manifestantes, el 20 de noviembre por los granaderos frente al aeropuerto de la ciudad de México, donde los manifestantes fueron “despojados de artículos explosivos y objetos, punzocortantes… liberados por los uniformados y (…) después de [ser] escoltados por más de una hora… los policías se retiraron cuando los jóvenes marchaban sobre Fray Servando Teresa de Mier a la altura del Parque de los periodistas.” (http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2014/11/20/cobertura-al-minuto-marchas-al-aeropuerto-del-df-146.html)

 

 

El 20 de noviembre en la noche, al finalizar la manifestación del día, la policía detuvo en el Zócalo y en el Centro Histórico de la Ciudad de México a once personas, las cuales fueron trasladadas a dos penales de Veracruz y Nayarit; y acusadas de varios delitos fueron puestas en libertad el 29 de noviembre al no poder la PGR demostrar sus acusaciones.

  1. El presidente de la república, Enrique Peña, presentó el pasado jueves 27 su decálogo de acciones para enfrentar la crisis de gobernabilidad generada porque la policía de Iguala asesinó a seis personas, entre ellas tres normalistas de la normal de Ayotzinapa, hirió a veinticinco y desapareció a 43 estudiantes el 26 de septiembre del presente; y por el affaire de la casa blanca, propiedad de su esposa que aparece aún a nombre de grupo Higa, empresa que integró el consorcio que ganó -y al cual luego se le quitó- la concesión para construir el tren rápido México-Querétaro. “Todos somos Ayotzinapa”, dijo Peña, agregó que como padre de familia compartía el dolor y angustia de los padres de los desaparecidos y como ciudadano la demanda de justicia de la sociedad; y echó por delante sus diez puntos, ya de casi todos los mexicanos conocidos, en un acto al que acudieron los gobernadores de todas las entidades federativas, así como el jefe de gobierno del D. F., integrantes de los poderes legislativo y judicial, los más influyentes empresarios del país y un conjunto de invitados especiales. Carlos Slim afirmó en respuesta a lo expuesto por Peña que  con los diez puntos “se dio un plan para que México no siga como está, fue una gran desgracia lo que pasó, [agregó] sacudió a todo el país, irritó a todo el mundo”; Ricardo Anaya, presidente nacional del PAN, dijo que analizarían la iniciativa y que no darían “un cheque en blanco”; Carlos Navarrete, presidente del PRD, dijo que las propuestas iban “en el rumbo correcto”, aunque eran “notoriamente insuficientes”.

Los saldos

  1. El discurso de Sandino Bucio Dovalí, articulado por la violencia como un recurso legítimo de las acciones colectivas, es compartido por muchos jóvenes estudiantes y no estudiantes, sean éstos presuntos infiltrados o no lo sean; y por integrantes de la CNTE y la CETEG y la APPO, entre otras organizaciones en el país. Por ende, las acciones violentas de centenares de personas seguirán acompañando a las marchas, aunque la mayoría de los participantes se deslinden de ellas y las condenen. Lo que ahora resultará más grave ante la ineficacia de una policía rupestre que, primero y como lo muestran los testimonios y documentos, agredió y encarceló a inocentes el 20 de noviembre entre los once del zócalo -de los cuales, este perpetrador de relatividades sospecha, dos/tres o más sí son responsables/participantes de/en los actos violentos-, y violó todos los derechos de Bucio Dovalí al haberlo levantado con lujo de violencia, agrediendo el debido proceso y convirtiéndolo en víctima, al igual que lo hizo con los otros once que hoy acusan a sus captores de haberlos torturado. Es así que hacia el futuro toda acción policial que sobrevenga para detener a los violentos abonará a la duda de una sociedad agraviada por los embozados, sí, pero igualmente agraviada por las fuerzas policiales que ante la oportunidad de aprehender a quienes delinquen terminaron delinquiendo. ¿Qué hubiera pasado sin los videos que delatan el levantón de Bucio y las agresiones de la policía a parroquianos de bares y cafés  en el centro histórico de la ciudad de México? La duda abonará siempre a la incredulidad venidera.
  2. El decálogo de Enrique Peña -afecto a ellos, por cierto- muestra/mostró, más acá de lo faraónico del acto y de la ausencia de autocrítica y de todo lo que se ha dicho ya, la cruz de su matriz <atlacomulqueña>, ésa que define al PRI como un partido político que sólo puede, como la historia lo demuestra, gobernar con el cochupo, la transa, la opacidad y el golpeteo selectivo frente a las manifestaciones de descontento que se presenten. Peña, como buen priista, funciona en el acuerdo en corto y en lo oscurito con sus iguales los políticos, eso que, quid pro quo, lo llevó a sacar adelante las reformas constitucionales, pero su tamaño de corto gobernador que no creció es insuficiente para plantarse de frente a la nación con solvencia discursiva que, libre del telepromter, convenza, y con acciones libres de sospecha que demuestren. Lo que, de hacerse, iría en contra de la cultura priista  -de la simiente de Peña, pues- históricamente construida bajo el principio paradigmático de echarle la culpa de lo malo a los demás. Vamos, si el PRI cambiará y fuera un factor democrático no sería el PRI; y si de algo tiene seguridad este perpetrador que acumula ya varias décadas a la espera de que ocurra, es que los priistas, como Peña y congéneres, no cambiarán y seguirán igual incluso cuando todo haya cambiado ya.

Los días por venir traerán el fin de este otoño caliente que perfila un invierno igual durante el cual posiblemente los embozados aumentarán su violencia, en tanto disminuye ese 39% de aceptación que, según la encuesta de Reforma, Peña tiene aún entre la población mexicana. Vaya repelente realidad, ¿no?

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