
En las escuelas de periodismo que tuvieron un singular auge en los últimos cincuenta años del siglo XX, Julio Scherer García era uno de los referentes más citados por sus maestros a la hora de impartir la cátedra.
En el ejercicio de un oficio-profesión se necesita pasión, honestidad, creatividad y sobre todo la timidez, que lamentablemente no operan en una gran mayoría de quienes dedican su vida a la tarea de escribir noticias, como lo reconocieron numerosas generaciones de los entonces tundeteclas, como eran calificados también los periodistas.
Como el rector de la UNAM José Narro Robles, don Julio fue parte de la conciencia de México. Su estilo, a todas luces inconfundible, por la objetividad de sus entrevistas, los escritos de sus libros y su condición de insumiso, como todos en el medio de los políticos le reconocen, forjaron una de las personalidades sin par en el siglo XX y los primeros años del moderno siglo que corre.
Don Julio, cuando fue echado por el presidente Luis Echeverría de la dirección de Excélsior, seguramente dejaba detrás suyo una parte del periodismo que ninguno otro medio ejerció ni ejerce, tras el golpe de 1976. En sus páginas conjuntó al grupo de periodistas, más de 200, que hicieron de la empresa un ejemplo similar al que gozaban los yanquis con sus diarios que leían los gringos grandes y chicos.
Un referente: se estudiaba en las aulas de las escuelas de periodismo, porque con Scherer se inauguraron en un sólo medio la entrevista, la crónica, el editorial, el reportaje y la columna política, todos estos géneros, cuidados celosamente por el acercamiento a la realidad de los hechos, investigados, para poder evitar las chocosas aclaraciones, dando lugar al periodismo de investigación, a no dudarlo.
En los arranques de la publicación que pasó a dirigir por espacio de veinte años, la revista Proceso, en sus primeros números, el rector de la UV, Héctor Salmerón Roiz, tuvo el acierto de aceptar que en su seno se celebrara el primer curso de periodismo invitando al equipo de la mencionada revista, a la que accedió gustoso don Julio, pero sin la presencia suya físicamente.
La sencillez y la discreción fueron parte de la vida cotidiana de don Julio. Rehuyó a las luces de los reflectores, y los dictadores, presidentes y delincuentes más reconocidos, respetaron su trabajo.
Así que en Xalapa, en los días iniciales de la revista Proceso, la Universidad Veracruzana patrocinó un interesante curso de periodismo, al que vendrían por decisión de don Julio, para impartirlo, los periodistas Miguel Ángel Granados Chapa, Vicente Leñero, Enrique Maza, José Reveles y Rodolfo Guzmán.
Y la enseñanza mayor, de Scherer García, que ejerció un periodismo que nunca tuvo miedo al poder, se dice, porque con su llegada a Excélsior y la revista Proceso, se cortó el camino que corría una prensa sumisa y servil durante el México posrevolucionario.
Cómo entender la realidad de México, sin el periodismo de Julio Scherer, advierte en entrevista con La Jornada la también periodista y escritora Elena Poniatowska. Descanse en paz.
* A LA OTRA PARA
LOS CAMPESINOS
Los viejos ideales de Emiliano Zapata, jamás han sido seguidos o practicados por la familia agraria de la sucesión a los años de la revolución de 1910.
Don Venustiano Carranza, investido con la posición más importante que en este país haya heredado del dictador Porfirio Díaz, consistente en una notable armazón jurídica, que se incluye en la ley del seis de enero de 1915, con la cual los hombres del campo tendrían mano en lo que hace a justicia social, producción agropecuaria y la dignidad de los campesinos y ejidatarios, en el seguimiento de su ruta hacia los años del porvenir.
Cuando el país era productivo, es decir, cuando podía vivir de lo que generaba como riqueza en el campo, los campesinos ni abandonaban el surco de la tierra pero tampoco rehuían a acudir como sector también del futuro partido tricolor, que con su participación, la sociedad mexicana se mantuviera en una sola dirección, como país demócrata y plural.
Sin embargo, con la firma del tratado de libre comercio, los campesinos y el campo mexicano pasaron a un segundo plano. La ex poderosa liga de comunidades agrarias y sindicatos campesinos de la entidad, lo mismo producía cantidades importantes para el autoconsumo y la exportación, a placer.
Y los dirigentes del agro en estas tierras, como fueron Adalberto Tejeda, Úrsulo Galván, José Cardel, Leocadio y Lorenzo Azúa Torres, gozaban del peso suficiente para poder recomendar a sus militantes grillos en las lides políticas, que con seguridad iban a ser diputados, senadores y hasta gobernadores.
Empero, algo olvidaron los próceres herederos de don Emiliano Zapata, que dieron vuelta a la página del campo con el trabajo rudo de hacer producir la tierra, porque habiendo sido ya burocratizados, dejaron que se diera el TLC, que la producción mexicana, la mejor, fuera para los vecinos del vecino país del norte y que desde entonces vayan al debate por las migajas que les deja el poder público, porque ya no avistan campesinos en las lides legislativas, ni mucho menos.
Lamentable, verdad, cuando sobre tierras veracruzanas los próceres de la nómina campirana siguen a la greña por los controles de una fantasmagórica liga agraria, hoy por hoy repleta de buenas intenciones, pero de hombres y mujeres que se han servido de sus mieles, hasta dejar como se encuentra un edificio vuelto elefante blanco.
Allí, de cara por un lado al mercado Alcalde y García y por el otro teniendo como vecina suya a la iglesia precisamente de San José, el inmueble que se dice es la casa de los campesinos veracruzanos, luce desierto. El bullicio, el jolgorio, diría Marcelino Caiceros González, con que fue recibido cuando siendo un jovencito de 17 años comenzaba en sus trincheras a hacer grilla por el agro, ya no se escucha ni se ve.
La modernidad, el TLC, Carlos Salinas, quién sabe a cuántos más haya que responsabilizar de que la causa en la lucha por el campo del general y caudillo Emiliano Zapata, se haya perdido o por lo menos así pareciera a lo largo del siglo siguiente al que se produjera la gran revolución, también rural del año de 1910.
* HOSPITALES INEFICIENTES
Y ATESTADOS DE PACIENTES
No hay para dónde hacerse.
Sin embargo, el discurso oficial discrepa de las quejas que pudieran emitir médicos, enfermeras y burócratas hostigados con jornadas laborales asfixiantes, hartos obviamente del acoso en cuestión, pero eso sí, con pacientes y demandas de enfermos que siguen sin recibir la atención adecuada y en los tiempos más convenientes, en tratándose de cuestiones muchas veces de vida o muerte.
La demanda social, no es para menos.
Los nosocomios públicos carecen hasta de los insumos más elementales, como son los materiales destinados a curaciones. Pero en los consultorios se aprecian cantidades, fuera de toda serie, de pacientes que reclaman al médico especialista la auscultación de rigor y que le surta de los medicamentos de rigor.
Lo suyo ocurre en clínicas y hospitales del sector salud, en donde falta de todo, y los dependientes del IMSS y el ISSSTE.
Sus oficinas se encuentran atiborradas de empleados, que deben trabajar jornadas extenuantes inclusive, porque allí deben realizar sus comidas, so pena de emprenderla laboral y legalmente en su contra.
De qué vale la construcción de nuevos nosocomios, si en los existentes las carencias son verdaderamente apremiantes. Los quirófanos, salas de operaciones e intervenciones quirúrgicas quedan cortos, porque son inexistentes, o los que hay son explotados al mínimo debido a que los cirujanos tampoco están disponibles, hay que traerlos del puerto de Veracruz e inclusive de otras latitudes del país.
Los servicios de salud pública están inmersos en una terrible burocratización de sus planes y programas, con buen número de funcionarios y jefecitos, atragantados por la práctica burocrática más viciada, pero eso sí, a la hora de rendir información a los chicos de la prensa, sus titulares lucen haciendo pronósticos que nadie cree y que difícilmente aquellos reconocen, mucho menos aceptan.
En las salas de espera y ante los consultorios médicos, la fila de pacientes cansa a cualquiera. Un galeno en la clínica del Issste, tiene que recibir a 25 y 30 pacientes por día, lo que hace presumir que sólo no siendo médico, los titulares pueden pecar de ignorantes. El agobio puede provocar males colaterales mucho más graves y lamentables. Sin embargo, el sector salud, de hace buen tiempo a la fecha, persiste en hacer anuncios tremendistas y hasta espectaculares.
Hay uno que lleva difundiéndose cuando menos seis años, y que reza en el sentido de que se construirá una nueva clínica hospital del IMSS en Xalapa, siendo que las existentes adolecen de lo necesario y hasta de los médicos en todas sus especialidades.
Por añadidura, las enfermeras y enfermeros siguen de la greña, discutiendo si son o no profesionales en el ejercicio de su chamba, lo cual, igual, se suma a los tantos males que arrastra la salud pública, vista con menosprecio por los políticos, a no ser que deba cortar el listón con que simbólicamente va a arrancar la construcción de una nueva clínica. Por favor.
