
CUANDO EL PRI
GANABA TODAS
Por Raúl González Rivera
Economistas y especialistas financieros coinciden sobre todo, junto con observadores natos e historiadores, que las condiciones de vida durante los primeros 70 y hasta 80 años del siglo pasado fueron otras, radicalmente distintas, aunque no se reconozca precisamente que hayan sido mejores. Cada época tiene lo suyo.
Sin embargo, los viejos priistas aseguran que sus tiempos fueron mejores. Y es que nomás figúrese usted que el primer diputado de oposición en la cámara local de diputados fue un panista, el comerciante de bisutería barata, don Rubén Efraín González López.
Cuando don Rafael Hernández Ochoa, en campaña preelectoral, visitó las instalaciones de este periódico, a pregunta del reportero sobre qué le decía la aparición en la escena pública de un político de oposición a su partido, el hombre de Santa Gertrudis se concretó, entre sonrisas, a decir que «estoy listo para ser gobernador de todas las corrientes políticas».
Sonaba a chiste. Pero así fue. Más aun, porque como quiera estaban frescos los recuerdos en la gran sociedad azteca, de la represión estudiantil del 68, y cuantos se imaginaron de izquierda, liberales, comunistas y socialistas, presumían que había un inminente riesgo y peligro exponerse a hacer la grilla públicamente.
La rebeldía del líder de los ferrocarrileros, Demetrio Vallejo, había sido castigada con cárcel para dicho personaje. Y cuantos dirigentes sociales discreparon de la conducción del país de manera vertical, o eran asesinados, hechos presos o desaparecidos. Como ocurre hoy día.
Cuántos alcaldes de la ciudad conquistaron el hueso con tan sólo unos centenares de votos depositados en las ánforas electorales. La gente no votaba. La primera contienda en serio y que necesitó de miles de sufragios, para abatir los saldos negros del pasado autoritario e intolerante, se dieron apenas en el sexenio de Miguel Alemán con la victoria de Rafael Hernández Villalpando, por la presidencia municipal de Xalapa.
Por eso, se cuentan todas las anécdotas de los vende plazas de alcaldes y diputados de los tiempos de líderes de cepa priistas como Manuel Ramos Gurrión, cuando todos querían huesos municipales y de legisladores, y no había una real, efectiva y materializada oposición.
Ésta empezó siendo de caricatura y hasta haciéndola de sparring, porque el abstencionismo conquistaba todas las elecciones, lo cual a un régimen democrático definitivamente no convenía.
Empero, para que la cuña apretara, se cuenta que debía salir del mismo palo, así que con los enojos de socios priistas insatisfechos, aquí en la provincia se integraron las primeras camarillas de oposición al viejo régimen, que como usted sabe bien, ya ostenta alcaldías, regidurías y sindicaturas en los ayuntamientos municipales, pero también incluye curules locales y federales, escaños senatoriales y sólo les falta la gubernatura.
La que, como se prevé, tendrá que enfrentar a todo tipo de cazadores, porque así lo exigirá la democracia, se confirma.
* NI BICICLETAS, NI
PARQUÍMETROS
Será por la intensidad de los fríos que vienen sintiéndose en las últimas semanas, pero la ausencia de ciclistas en nuestras calles, sobre todo ahora que ya podrían contar en su favor con las instalaciones del velódromo que hereda a la ciudad la última celebración de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, pero en las calles ya no aparecen, lo que a peatones y automovilistas satisface plenamente.
Sólo en algunas cabecitas de pelo negro cupo la idea de abrir la ciudad a los ciclistas, cuando de todos es sabido que por estar repleta la capital de subidas y bajadas, es menos que imposible que los conductores de aparatos de dos ruedas, sin motor, no se vean expuestos: uno, a sufrir los problemas cardiovasculares, debido a los esfuerzos desplegados y, dos, a que las arterias públicas de la ciudad son angostas, soportan una carga vehicular de los mil demonios y está una mayoría repleta de baches y cráteres.
Esto viene a colación, porque viene junto con pegado el proyecto que manosean algunos carnívoros de presupuestos públicos, con el velado anuncio de que se instalarán en las principales calles de la ciudad los estorbosos parquímetros, los cuales Xalapa ya los tuvo, pero que finalmente resultaron un escandaloso fracaso.
Los expertos que tienen en sus manos la explotación del llamado plan de movilidad urbana, lo saben, pero entre sus integrantes, quizá los que no radican en Xalapa ni quieren a la ciudad, bulle la idea de instalar los parquímetros, refieren con alguna insistencia, para acabar con el congestionamiento urbano sobre todo en el corazón de la ex ciudad de las flores.
Lo cual constituye de entrada una falacia más, debido a que las calles de la ciudad son angostas, pues corresponden al trazo que se dio a la capital hace casi 500 años y, por otro lado, los estacionamientos públicos son insuficientes, una mayoría son predios abiertos a la ciudadanía, sin tejados, ni ninguna condición que favorezca el resguardo de automóviles, so pena de que quien lo haga sabe que los regenteadores de estos espacios no responderán por robo, siniestro o fallas mecánicas, que sufran sus vehículos en manos de aquéllos.
Se ha difundido que el alcalde de la ciudad no coincide con este proyecto, que algunos malosos pretenden introducir en el ánimo del cabildo local, lo que en estricto apego a la urbanidad, bajo la cual sobrevive una capital que se precia de ser la Atenas veracruzana, en memoria de la ciudad que construyeron los genios de la cultura helénica, igual asestaría un soberano golpe a la economía depauperada de una mayoría que habita la ciudad.
Hay quienes persisten en ver en la capital un modelo de ciudad, donde todos son funcionarios públicos, con carros blindados, choferes y guaruras cubriéndoles las espaldas y sus automóviles en las calles protegidos por los parquímetros, que obviamente no pagarían con recursos salidos de sus bolsillos, sino de los presupuestos y gastos de representación públicos. Por favor, nada de jiribilla, que de calamidades está harto el común de ciudadanos.
* ¿PARA QUÉ REGISTRAR LAS
PROMESAS ANTE NOTARIO?
Es posible que sólo sea un mínimo porcentaje de compromisos y promesas realmente las que cumpla un servidor público de cuantas ofrece ante sus electores a la hora de iniciar campaña política, porque está visto que al final del día o quedan cortos en sus apreciaciones, les importa un comino el servicio a la comunidad, o simplemente, una vez montados en alguna de las ubres del erario público, en lo menos que reparan es precisamente su vocación de servicio a los demás.
En ese tenor, qué trascendencia tiene que el fedatario público que usted quiera de fe de las promesas y compromisos, que dicen los políticos van a cumplir una vez montados en el caballo del quehacer público, o como es el caso que se avecina, en la tarea eminentemente legislativa.
Con o sin registro en ninguna instancia, viene resultando lo mismo.
Si bien le va al electorado que pretende representar, es posible que el legislador de estreno haya presentado alguna iniciativa de ley o pugnado por un ordenamiento jurídico, vuelto ley, que vaya a beneficiar la vida social y material de los gobernados y representados.
Porque de otra suerte, el pueblo está cansado, harto en el menor de los ejemplos, del incumplimiento en que los políticos incurren cada que abren boca o realizan alguna de sus supuestas tareas encuadradas en el marco legislativo.
A la distancia, cuando diputados abandonan sus curules, porque van y algo peor, por la siguiente chamba política y dejan detrás de sí monumentales reclamos insatisfechos de los ciudadanos, no queda más que elevar el tono de voz al cielo y pedir al más allá que sepa entender el porqué antes de tiempo, como si hubieran cumplido cabalmente, los curulecos que se van, están en su derecho de ir a la caza de la nueva chamba política.
La tolerancia y generosidad del pueblo es elocuente, pero los políticos no debieran confiarse demasiado. Ahora existe una numerosa gama de partidos políticos y hasta candidatos ciudadanos, cuyo prestigio en algunos de ellos específicamente, es ampliamente reconocido, lo que hace suponer que las cosas van ponerse al rojo vivo.
Y las sorpresas, bien pudieran descorrer el velo que encubre la fantasiosa actividad desarrollada por los señores legisladores, que cada que pretenden conquistar al electorado, han acudido a la jalada de inscribir en los libros de notarios sus promesas y compromisos, como lo cuentan muchos.
