¿Qué está pasando?: Golondrinas Que No Harán Nido


colgadoPor Gonzalo López Barradas

 

 

  Por Gonzalo López Barradas, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana
Por Gonzalo López Barradas, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

Las escasas obras mal planeadas, incapacidad de profesionales y técnicos, el desempeño negligente de los funcionarios públicos, el desprecio de la autoridad a los derechos de los veracruzanos: han sido en estos capítulos donde el trabajo de depuración pudo emprenderse de inmediato, pero no.

La futura edad de oro y aquello de “el cielo que  me prometiste” resbalaron como frases de una publicidad vacía. El pueblo supo y sabe que a mayor riqueza  -si antes no se levanta el sentido de responsabilidad, de sacrificio, si no se crea la conciencia de que gobernar es o debió ser acto de heroísmo-  correspondió mayor corrupción y se preparó a ver, con la misma amarga e imponente indignación de hoy, las orgías de mañana.

Los acontecimientos políticos, algunos judiciales, que  -en un momento-  interesaron al estado, están por terminar en unos cuantos meses inevitablemente, en descrédito para todos. Para el régimen, en primer término. Para algunas figuras del poder, secundariamente. Lo accidental y anecdótico, por supuesto, carece de significación. Los nombres de los personajes, la trama y su desenlace  -comedia escrita en el gris lenguaje procesal-  se perderán en los archivos. Unos cuantos empolvados expedientes más. Y eso será todo.

Pero quedarán otros hechos, visibles, importantes.

Dominando el panorama se advierte la incapacidad del actual régimen para intentar una eficaz y verdadera acción depuradora. Se lo impide, esencialmente, una realidad histórica: todo el complejo político y administrativo no es sino la continuación de su antecesor. Es verdad que pocos hombres del pasado sobreviven. Muchos habrán de desaparecer o han desaparecido y otros, humillados se ocultarán en posiciones secundarias. Pero la organización político-burocrática, en su forma y materia, no se tocará.

La reforma política que se supone está sucediendo con los enroques recientes, alcanza sólo lo superficial, esto es, la clasificación de funciones en busca de una estructura lógica y no va más lejos. La mentalidad burocrática y su moral siguen siendo las mismas. Nadie ha pensado en la revolución de las conciencias, única posibilidad de traer, desde lo profundo, una política distinta.

El camino ya se ha trazado como cambio con la reforma política que supuestamente tiende a la democratización de la convivencia veracruzana y mexicana. Pero se trata de un propósito lejano y quizá inalcanzable.

Desalentada la vida ciudadana por el dominio durante largos años de un monopolio político sin audacia, sin aliento revolucionario, sin honradez intelectual ni material, se ha producido la más absoluta despolitización y no nos referimos al futuro sino a la realidad presente. Y eso nos pone en el punto para encontrarnos en el mismo camino porque no existe solución para evitar la continuidad.

No se ve la intención de separar el pasado, destruirlo.

Somos el mismo o peor Estado de ayer, con idénticos vicios, con igual concepción dionisiaca o peor aún, frívola de poder, tan opuesta al tratamiento dramático que un Estado enfermo requiere.     Y en tanto que esto sea así no será posible emprender, no digamos la moralización, pero ni siquiera el juicio crítico estricto de nuestra conducta. Si se intentara, el gobierno lucharía contra sí mismo, se juzgaría, se condenaría y esto es penetrar en el campo de lo absurdo.

La promesa de inminente prosperidad  -oscurecida sólo por los problemas, de cómo gastar o invertir la futura riqueza y aprender, en pocas lecciones, a ser opulentos y felices-  ya no conmueve a nadie.

La futura edad de oro y “el cielo prometido”  fue publicidad vacía que al resbalar cayeron. El pueblo sabe que a mayor riqueza ha correspondido mayor corrupción y  ve con amargura e impotente indignación de hoy, las orgías de mañana.

La depuración y las rectificaciones no se pueden ni se podrán hacer porque la red tejida con los hilos de la complicidad y la complacencia, es indestructible.

Estamos rodando en el precipicio, empujados por nuestras propias circunstancias históricas y hemos de aguardar, obligadamente, compostura cuando nos cale los huesos el hálito frío del abismo hambruno que nos llama. Los veracruzanos jodidos, que son millones, saben  mejor de qué pan duro tendrán que comer en los próximos meses.

Que no se les olvide, porque ya no podrán colgarlos del árbol más alto, pero sí de las Torres Hakim, Ánimas y los suntuosos hoteles de veinte o treinta pisos que hay en Boca del Río, Coatzacoalcos, Veracruz, Córdoba y Orizaba.

Por eso serán golondrinas que no harán verano.

rresumen@hotmail.com

 

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.