- Otra casita comprada a un contratista beneficiado
- ¿Y la transparencia?
- Combate a la corrupción: un doble discurso que no aplica para el presidente.

Las maniobras de Enrique Peña Nieto para comprar casas y adquirir propiedades de lujo se pusieron al descubierto con el reportaje que publicó la periodista Carmen Aristegui sobre la lujosa “Casa Blanca” que, según alegó la esposa del presidente, adquirió con el sueldo que le pagó Televisa por sus telenovelas y contratos de exclusividad.
El día de hoy el diario estadunidense The Wall Street Journal, a través de un breve reportaje firmado por el reportero Juan Montes, hace pública una nueva propiedad de Peña Nieto en Ixtapan de la Sal, Estado de México, la cual le compró al empresario Roberto San Román Widerkehr, quien durante la gestión de Peña como gobernador del Estado de México ganó más de 100 millones de dólares en contratos de obra.
Lo que el matutino estadunidense pone en evidencia es que la práctica presidencial evidenciada con la adquisición de la casita blanca –la que adquirieron con el sueldo de Televisa y los ahorros de la primera dama –resulta ser una maniobra vieja de Peña Nieto que inauguró tan pronto asumió el poder en el Estado de México, donde también fue gobernador su mentor, guía moral y político Arturo Montiel, quien también resultó diestro y hábil en el arte de la corrupción.
Según el WTJ, desde que Peña Nieto se convirtió en presidente de México, en 2012, la firma de los San Román ha ganado unos once contratos federales y dicha empresa también tiene diversos negocios en varios estados del país, gracias a la venia presidencial. Lo que se sabe es que Los San Román jamás habían ganado contratos federales. Esto ocurrió cuando Peña Nieto llegó al poder. Esa es la transparencia que pregona el presidente: exige transparencia, pero no la aplica para con él.
Este nuevo escándalo coloca al presidente nuevamente en la picota.Y no sólo eso: lo exhibe como como personaje no sólo de doble discurso: también de doble moral y no de ahora.
En sus discursos públicos, con su estilo refinadito para dar ejemplos y mostrarse como el paladín del combate a la corrupción y al tráfico de influencias, Peña Nieto exige transparencia, pero lo contradictorio es que, por lo visto, solo se trata de un discurso, de palabras y demagogia, pues en la realidad y en los hechos Peña Nieto está exhibiendo el más claro ejemplo de cómo ejercer la corrupción y el tráfico de influencias desde el poder. No se puede exigir lo que el presidente no puede o no quiere cumplir. La ambición lo rebasa todo.
Y así, en medio de escándalos, de muertes, secuestros y alta corrupción gubernamental, transcurre el segundo año de gobierno, el más gris de los periodos, pues el país ha caído en una profunda bancarrota –los pagos del gobierno se atrasan y no hay fechas claras para hacerlos; el dinero falta por todas partes y las certezas se desvanecen –mientras el señor presidente y su séquito se dan vidas de príncipes a costa del presupuesto y las prebendas del poder.
Por su puesto que todo esto ha mancillado la imagen del presidente. Nadie le cree. La palabra oficial es agua que corre. Se la lleva el viento y carece de certeza y de eficacia. La doble moral está en su plenitud.
Publicado en: http://www.revistavariopinto.com/vblogger.php?id=257

