SEGURIDAD E HIGIENE
EN LOS HOSPITALES
Por Raúl González Rivera

Laxo es el sistema de seguridad e higiene en los hospitales públicos, pero en el nosocomio «Dr. Luis F. Nachón» el problema alcanza niveles de lo increíble, si alguien todavía mantiene la capacidad de asombro.
La fachada hace que el hospital en cuestión muestre en mucho un rostro que no es el verdadero.
Amontonados, los familiares de los pacientes que ingresan por el área de urgencias llegan a utilizar el total de sus bancas de espera, en tanto los azorados empleados de ingreso al nosocomio se hacen bolas con el papeleo que demanda la burocracia administrativa.
Suena el ulular de una ambulancia, que puede ser de la Cruz Roja o cualquiera otra de las tantas cruces que explotan dicho giro en la ciudad.
Se apean dos y hasta tres ambulantes, se presume que son enfermeros, hacen todo el espectáculo completo. Abren las puertas de la ambulancia, corren por carretillas la camilla que carga al paciente que cayó como fulminado por un rayo en la calle y que nadie se explica a ciencia cierta qué le ocurrió, cómo es que se accidentó, o la convulsión que lo tiró y quedó boca-arriba y que pudo matarlo, no fue más allá.
En medio del griterío de abran paso, va enfermo de urgencia, pero vea usted que una vez traspasada la primera puerta del interior de dicha área, la camilla queda varada, quien sabe cuánto tiempo. Los médicos de guardia ignoran todo en ese momento, están inmersos en tres y cuatro pequeños consultorios, atendiendo a su «clientela».
El paciente ingresó a las 11 horas, pero hacia las tres de la tarde posiblemente ya lo auscultó el galeno de turno. Nadie dice algo. Son a semejanza de los robots creados por el ingenio de los sabios y científicos de que se habla tanto procedentes de los Estados Unidos de Norteamérica. Pasan los minutos y las horas, posiblemente se quede el paciente en el área que le corresponde. No dicen cuál a sus familiares, todo en medio de las camillas desvencijadas por el paso del tiempo y el uso, sábanas percutidas, una mujer policía que pareciera que lo está viendo todo.
Finalmente, el paciente no se va, pero tiene que pagar la cuota de recuperación, el papeleo que provoca su estancia en sus instalaciones, los medicamentos son por fuera y cualquiera otro de los requerimientos que le hagan los médicos de turno, tienen que ser adquiridos fuera del hospital, porque adentro no hay ni un clavo.
Empero, la seguridad e higiene dejan mucho que desear. Es la terrible realidad.
* FERNANDO VELASCO
Y LOS BACHES
Fernando Velasco Montiel, el director de obras públicas municipales, habría anunciado que se están tapando los baches en las calles y avenidas de la ciudad y que para conseguirlo de manera exitosa están empleando una máquina que compacta el cemento hidráulico sobre el piso, haciendo una arteria resistente al paso del tiempo y la constante de carros rodando por todas las arterias públicas.
Sin embargo, a la ciudadanía no cabe la menor duda de que se trata de una faena menos que imposible, porque es tal la cantidad de baches y presuntos cráteres en tantas calles y avenidas, que jamás van a concluirla y quizá tuviera un valor mayor la rehabilitación integral de los pavimentos, asfaltados y adoquinados, hoy día en plena y casi total destrucción.
Se hacen anuncios importantes, como son los relacionados a la pavimentación que lleva a cabo el ayuntamiento en las colonias periféricas, pero difícilmente se anuncia la reparación del pavimento y el asfalto de las doce rúas que de alguna forma están conectadas con las calles que lindan en el corazón de la ciudad.
Los automovilistas padecen todos los días de las averías que causan en sus neumáticos, las suspensiones de sus vehículos y otros daños que se provocan a su carrocería y demás piezas mecánicas, debido a que necesariamente un automovilista cae en baches, de manera indiscriminada, sin que se sepa hasta la fecha que haya una instancia oficial que se encargue de escuchar, supervisar y reparar los daños sufridos por sus unidades automotrices.
Mucho se ha dicho en foros conformados por ciudadanos común y corrientes, porque carecen de tener nexos con los hombres del poder, que ya es momento de que haya una comuna que dedicara el tiempo de su gestión a hacer las reparaciones de rigor en las calles y avenidas, curtidas de baches a semejanza de los cráteres lunares, como suelen aparecer los hoyancos sobre una mayoría de arterias públicas en la ciudad.
* SE DESATÓ LA OLA
VIOLENTA EN XALAPA
Pequeñitas se están viendo las distintas policías en la prevención del delito, pero mucho más obviamente en el combate a las distintas prácticas cometidas por los amantes de lo ajeno y de la vida, y que generalmente ocurre que son menores de edad, adolescentes y jóvenes aún, cuyos ilícitos quedan, una vez cometidos, en la más absoluta impunidad.
Contrario al ulular de sirenas, que elementos de las distintas policías corran en sus unidades automotrices, entiéndase camionetas, motocicletas, caballos, etcétera, además de mantener encendidas día y noche sus luces, que dañan la vista de terceros, pero que pretenden con ello anunciar su presencia en los supuestos cuatro lados de la ciudad, con vistas a provocar algún temor, probado está que el efecto es al revés, los malandrines necesariamente optan por salir huyendo como los ratones de sus escondrijos.
Y por añadidura, se da la impresión a los ojos de propios y ajenos, que las cosas no están nada bien en la otrora Atenas veracruzana, capital de ensueño en el pasado y de los recuerdos para las familias que disfrutaron sus culturales y melancólicas tardes-noches yendo a descansar en alguna de las bancas del parque Juárez, lo que difícilmente alguien lo hace, por temor al asalto del joven desquiciado o el ataque a mansalva del mozalbete de apenas 14 años.
Porque oficialmente las instituciones del poder público reconocen o admiten que hay cuando menos 40 bandas juveniles de asaltantes, algunas incluyen a verdaderos criminales, pero que es la hora que se sigue sin hacer absolutamente algo para contenerlas y ofertar a los jóvenes alguna alternativa para que incursionen por ella y se olviden las prácticas que sólo les provocan que se ensucien las manos de sangre y se amplíen los odios y rencores de toda una sociedad en plena decadencia.
Ante la ONU, el país niega lo innegable.
La tortura y la violencia que ejercen los cuerpos de seguridad sobre la humanidad de sus detenidos, la sabe hasta el tendero de la esquina.
De la inmensa mayoría de los ilícitos que se cometen en nuestras ciudades, también una mayor parte se imputan a los cuerpos policiacos, a ex miembros de sus corporaciones y a los grupos delincuenciales y a todas las siglas que encarnan las siglas dedicadas a cuidar de la seguridad pública, si no como autores, como vigilantes silenciosos.
Porque de otra suerte no se entiende, con tanto aparato de fuerza bruta y armamento sofisticado, cómo es que las bandas y grupos de asaltantes callejeros y de quienes a toda costa tratan de imponer el terror entre la población, no haya surgido la toma de decisiones que obligue a dar vuelta a toda esta felona página violenta en la historia de la ciudad, que es el caso que más atormenta a sus habitantes, porque el miedo, la zozobra que invade sus sentimientos, brotan a flor de piel.
El desencanto se acrecienta, porque se anuncian numerosas medidas, inversiones, adquisición de equipos y armamento, para hacer de nuestros guardianes públicos un ejemplo a semejanza de Robocop o tantos Rambos, los de los filmes cinematográficos, pero con la frustración colectiva en el sentido de no saber a ciencia cierta por qué tanta impunidad.
En el pasado sexenio, el general López Esquer aseguró que había 40 bandas de delincuentes jóvenes en la ciudad y al arrancar gestiones el alcalde de Xalapa, Américo Zúñiga Martínez, advertiría que tenía informes de que no era tal cantidad, sino 60, lo que agravaba de por sí el penoso asunto de la violencia y la inseguridad en nuestras calles.
La situación, como se sabe en esta asignatura, sigue pendiente de ser atendida y resuelta, en tanto crecen los temores, el miedo, la zozobra, entre las familias xalapeñas y de quienes están de paso por estas tierras.
