
Se trata de una guerra, así de simple. Desde hace tiempo se había dado la orden de cacería pero no había existido la coyuntura. Pero esta se dió en el marco de lo que Raymundo Riva Palacio califica, en su columna de este 16 de marzo, como un error táctico de Carmen Aristegui, al querer confrontar de frente a los que posiblemente estén detrás de la trama de la araña: Emilio Gamboa Patrón, padrino de Eduardo Sánchez, nuevo vocero de la presidencia de la república, quien es muy amigo del dueño de MVS, Joaquin Vargas, y también Felipe Chao, consejero de la Coordinación de Comunicación del Gobierno Federal, hermano a su vez de Andrés Chao, encargado de la publicidad gubernamental en el gobierno de Peña.
¿Hubiera esquivado el golpe Carmen Aristegui, con solo mostrar humildad y pedir disculpas por hacer una alianza con México Leaks sin consultar a Joaquín Vargas? Lo dudamos. Solo se estaba aguardando una ocasión propicia en el feudo de Joaquín Vargas, un negociante de la comunicación para quien ya no era rentable la periodista, en el plano de los negocios. Su confrontación con el presidente Enrique Peña Nieto era en abierto y estaba dispuesta en no soltarlo, desde los reportajes de Casa Blanca y de la casa de Videgaray, en colusión con tráfico de influencias, que no conflicto de interés, y por ende de corrupción, con el grupo Higa. Venía en próximos días ( ¿o viene?) sendos reportajes sobre otra casa de Videgaray en Malinalco (también en opacos manejos de financiamiento) y el abundamiento sobre las órdenes que están detras del caso Tlatlaya. No. Era la guerra en abierto. No había manera de eludir el embate de Joaquín Vargas por parte de la famosa periodista mexicana.
La red en que quedó atrapada Carmen Aristegui es desproporcionadamente cruel. Viene una cauda de ataques de los columnistas vinculados al régimen para mostrar todos los defectos posibles ( significativamente expuestos como pecados graves y advertencias para todos los periodistas de México que no entiendan que ser periodista tiene sus límites) entre ellos el de no ser humilde, como afirma Carlos Marin, del Milenio; o no saber una periodista objetiva sino insistir en ser, a la vez, militante de una corriente política, según dice Gabriel Guerra del Universal; o, como dice José Cárdenas de Uno Noticias y de Excelsior, no había de otra porque Carmen Aristegui había acaparado el control editorial de MVS y entonces «de esta abrupta manera MVS recupera la toma de decisiones editoriales que había estado bajo la dirección exclusiva de Aristegui, quien rechazó plegarse a las nuevas condiciones».
A la vez, una campaña se comienza a desatar en las redes sociales para evidenciar que no se está golpeando a la periodista ni a la libertad de expresión, sino a la corriente de izquierda de Andrés Manuel López Obrador, ya que Carmen era algo así como su vocera. Miles de mensajes emitidos por Trolls, que son redactores a sueldo embozados en redes sociales, comienzan su labor para opacar la integridad y supuesta honestidad de Carmen Aristegui. Su sitio en twitter se ha comenzado a llenar con insultos, enlaces a sitios inapropiados, burlas, discusiones agresivas contra muestras de apoyo. Es una campaña que, en la medida que se intensifica, pone en entredicho el papel que Eduardo Sánchez, nuevo vocero de la presidencia de la república, juega en el asunto. Al menos su intervención en el asunto, como afirma Francisco Cárdenas Cruz -en su columna Pulso Político-, lo hace quedar en medio en medio de ese diferendo, por su amistad de años con Joaquín Vargas Guajardo, con el que mantiene una cordial relación.
La iglesia católica también ya opinó al respecto, a través de una declaración del obispo de Chiapas, Felipe Arizmendi, quien advierte que no deben cerrarse los espacios a la prensa crítica, como pudiera ser el caso de Carmen Aristegui, pero a la vez, agrega la ambiguedad en su declaración al agregar que si bien, es necesario que se sea crítico no se vale que, por serlo, se inventen cosas. ¿A quién se refería con esta acotación el ministro religioso, por cierto, considerado de los que están ubicados en el ala liberal de la iglesia mexicana? Quizás, quienes estén más enterados de los prolegómenos de intentos de una guerra civil que se vive en el país, desde meses, son las élites eclesiásticas, por eso los mensajes oscuros de sus prelados. Es mismo papa Francisco, por segunda ocasión, en reciente entrevista realizada para TELEVISA, ha descalificado la marcha del país al mencionar, de manera metafórica, que está en manos del diablo.
El caso Carmen Aristegui es un golpe más de esa guerra iniciada desde mediados del año pasado, acicateada por diversos poderes fácticos y políticos, contra el actual régimen. Por primera vez, el gobierno de Peña Nieto comienza a asestar golpes de primera acción contra los que han participado en la ebullición en su contra, en pasados meses. Así debe entenderse la presión directa contra Marcelo Ebrard, señalado como el garganta profunda de las casas en entredicho por conflicto de interés que trabajo arduamente el equipo de investigación periodística de Carmen Aristegui. El escándalo de la línea 12 del Metro es la punta de lanza para hundirlo y de ser posible, si se investiga a fondo, hallarle hacia donde se desviaron los recursos de esa magna obra, en controversia por su mala construcción.
Por ahora, en los think tank de las alturas federales, se debe estar midiendo la reacción desfavorable de la acción contra Aristegui, en términos del derecho a la libertad de expresión y a la reacción social de sus seguidores. Hasta el momento, estos no tienen mayor fuerza que amenazar que se desquitarán en las urnas. Un plazo demasiado largo como para remediar el daño frontal que le hicieron al grupo compacto que comandaba la periodista que, independientemente de su gran calidad y oportunidad noticiosa, no puede desligarse de, efectivamente, ser afín a los grupos políticos confrontados con el gobierno actual. En ese afán, llevó a los extremos al periodismo de investigación aplicado en estos meses en los que abolló, definitivamente, la imagen de Enrique Peña Nieto en el ámbito nacional e internacional. La consecuencia, en un régimen como el nuestro, no era un premio sino el desquite. Así son las guerras políticas.

