Por María Elvira Santamaría Hernández

Un espeso y oscuro mineral bajo la tierra, nos brindó en los ochenta la primera alucinación de la abundancia.
Por inspiración presidencial, del letrado José López Portillo, -¿recuerdan?-,íbamos a administrarla.
El petróleo brotó a fuerza de bombeo de las entrañas del subsuelo y empapó campos y llenó barriles.
Al mismo tiempo inició un prometedor despegue económico y nuestro gobierno se embriagó de planes gradiosos y llenó bolsillos de funcionarios, empresarios, amigos, familiares y líderes sindicales.
La industria daba para todo y mucho más. Lo único para lo que no alcanzó, fue para el saqueo. Eso sí, la agotó.
Este 18 de marzo tiene un sabor extraño. Ni dulce ni amargo, sino insípido. No sabe a México, no sabe a libertad, no sabe a abundancia.
