PosData: El sexto titular de SEFIPLAN


Antonio Gómez Pelegrín
Antonio Gómez. No hay sexto malo

Por Luis Velázquez Rivera

Discreto, con bajo perfil, director administrativo de varias dependencias públicas durante toda su vida, Antonio Gómez pegó un brinco a la Secretaría de Finanzas y Planeación sólo para administrar la austeridad y blindar a Javier Duarte en el fin del sexenio

Por Luis Velázquez Rivera, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana
Por Luis Velázquez Rivera, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana (Desde el puerto de Veracruz)

Siempre de director administrativo (Juan Maldonado en el DIF, la Regencia en el DF y la SEV, y Ricardo García Guzmán en la Contraloría), Antonio Gómez Pelegrín, bajo perfil y discreto, dio un brinco gigantesco cuando con toda la valentía de su vida aceptó convertirse en el sexto secretario de Finanzas y Planeación.

Lejos de las candilejas, trabajo de hormiguita, sin meterse en el proceloso mar de la política que así le denominaba Juan Maldonado, el sexto titular de SEFIPLAN baila con la más fea del sexenio.

Una. Llegó a la dependencia para administrar la crisis y evitar, en todo caso, el hundimiento del barco.

Dos. Familiar y/o amigo, se asegura, del Auditor Superior de la Federación, el duartismo esperaría un milagro para bajar recursos federales una vez que, digamos, sean solventadas las irregularidades millonarias detectadas.

Tres. Enfrenta el gasto incalculable por debajo de las cañerías electorales para empujar las candidaturas priistas a diputados federales, toda vez que el tope de campaña establecido por el INE, Instituto Nacional Electoral, es de un millón 260 mil pesos.

Cuatro. Tendrá a su cargo la gran batalla electoral de cada seis años como es la campaña de la gubernatura el año entrante, donde como es natural tantos actores políticos y sociales se han metido y en donde lo prioritario para el gobierno de Veracruz es dejar un sucesor como traje a la medida.

Y en donde, y por lógica razón, la jornada del candidato priista será financiada desde SEFIPLAN, considerando que una campañita así cuesta, mínimo, mil millones de pesos que, bueno, y por otro lado, nada significan ante los cien mil millones de pesos de presupuesto anual.

Cinco. Pero más todavía, ha llegado, por un lado, para arreglar el desorden, si es que puede, pues lo vienen cargando desde hace ratito, y por el otro, para blindar al gobernador en el último año del sexenio con un cierre magistral.

Nunca Antonio Gómez dejó a Juan Maldonado a la deriva en el Ayuntamiento de Veracruz, la Secretaría General de Gobierno en el Distrito Federal con Ramón Aguirre Velázquez ni en la Secretaría de Educación con Miguel Alemán Velasco, como tampoco, claro, dejará a Javier Duarte.

NUNCA HA SIDO TAPADERA DE NADIE

Gómez Pelegrín es disciplinado, pero en ningún momento es gris. Es un buen tejedor del frente administrativo y, bueno, si Tomás Ruiz González, Salvador Manzur Díaz, Carlos Aguirre Morales, Fernando Chárleston junior y Mauricio Audirac Murillo, fallaron con todo al jefe máximo, sería inverosímil que luego de Antonio Gómez existiera un séptimo titular.

Ya de por sí resulta extraño y raro que por SEFIPLAN hayan pasado seis secretarios.

Significa, a primera vista, y salvo de Manzur, que se fuera por el descarrilamiento del Pacto México, que los otros se marcharon porque esperaban otro mundo y se toparon con un mundo adverso, de igual manera como, digamos, Salvador Sánchez en el sexenio anterior.

Y más porque de algún modo se ha repetido el mismo modelito de mirar en los titulares a unas figuritas de paja que sólo sirven para cabildear recursos federales en el altiplano y al mismo tiempo para cortar listones, pues el manejo del dinero ha sido operado desde la tesorería de SEFIPLAN, sin que ellos toquen baranda.

Se ignora si tal cual así estuviera ocurriendo ahora, aun cuando las versiones son que un tipo apodado El flaco, de nombre Juan Manuel, parece, todos los días le está comiendo el mandado a Gómez Pelegrín, igual como en el tiempo pasado aconteció con los otros tesoreros y secretarios.

Nunca Juan Maldonado le puso un segundo a su director administrativo para, digamos, cercarlo.

Y, bueno, si así ocurre ahora en SEFIPLAN ya veremos el tiempo que aguanta porque Audirac Murillo, Fernando Chárleston y Tomás Ruiz son de pocas pulgas y mejor cortaron por lo sano.

En todo caso, Pelegrín sería funcional a los intereses del ejecutivo, pero al mismo tiempo, quedaría frustrado y sería raro y extraño que aceptara mezclar la normatividad administrativa y fiscal con la política política.

Nunca ha sido tapadera de nadie. Ni siquiera, vaya, de Juan Maldonado, porque, además, nunca lo necesitó. Su vida pública fue impoluta. Y si los que estaban alrededor ordeñaron la vaca, Pelegrín nunca se manchó. Y menos ahora en el penúltimo tramo de su vida.

 

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.