
Uno de los más exitosos programas educativos del gobierno de Javier Duarte, para atender la creciente demanda de educación en el estado de Veracruz, lo es la Universidad Popular Autónoma de Veracruz, que es un legado importante del recientemente fallecido, Dr. Guillermo Héctor Zúñiga Martinez, por el cual luchó, contra viento y marea, para que se hiciera realidad, pese a las presiones y críticas de parte de expertos educativos contrarios a corrientes democratizadoras de la educación superior en nuestro país.
Que en un corto tiempo se haya constituido en la universidad pública de gran matrícula en nuestro estado, generando una oferta educativa diversificada que pronto llevó expectativas de nivel superior a distintas comunidades estatales -más tarde a otros estados y al extranjero-, es un fenómeno institucional que aún no se ha evaluado, tanto en sus pro como en sus contras.
Con alrededor de 80 mil estudiantes y con un presupuesto para operatividad institucional de no más de 30 millones de pesos, el despegue de la propuesta universitaria del fallecido educador y político, Zúñiga Martinez, fue posible en gran parte, al apoyarse en un modelo académico de educación abierta con cursos de fin de semana, semejante a los desarrollados, en nuestro país, por la UNAM, en 1972, el SADE del Instituto Polítécnico Nacional, de 1975, el SEA de la Universidad Veracruzana, de 1980, que optaron por operar la educación abierta con servicios educativos de tiempo parcial, de singular éxito en la educación no convencional norteamericana de la segunda mitad del siglo XX.
En una época donde la Universidad Veracruzana le apostó a impulsar la aplicación de la educación virtual, con toda su parafernalia tecnológica, para ampliar su cobertura de su oferta a la creciente demanda de formación universitaria de miles de jóvenes que quedan fuera de la Universidad Veracruzana; Zúñiga Martínez, un hombre de experiencia en el ramo y en la gestión de instituciones educativas, tuvo la visión más certera de apostar a un modelo operativo semipresencial, o abierto de fin de semana, sabedor de que tanto en la UNAM, el Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Pedagógica Nacional y la propia Universidad Veracruzana, dichos modelos son de menor costo, más eficacia y más eficiencia, en la atención personalizada para educar a miles de estudiantes de nivel superior. No se equivocó, pues la Universidad Virtual de la UV ahora ya no existe y la UPAV creció de manera inusitada, con alta cobertura geográfica que rebasó las fronteras del estado.
En un corto tiempo, la oferta educativa de la UPAV se diversificó hacia perfiles de carreras más novedosos y acordes a las problemáticas del México actual, sin dejar de incidir en la atención para la formación de algunas carreras tradicionales. Se le criticó, en su momento y aún se menciona, que su universidad era de baja calidad por su plantilla docente y por su propensión a la masificación de su modelo, sin embargo, nuevamente Zúñiga Martínez mostró su sagacidad al incorporar a sus cuerpos directivos, sobretodo de posgrado, a destacados investigadores de la propia Universidad Veracruzana, y abrió las puertas de la docencia a sus egresados para que se constituyeran en los profesores solidarios de las numerosas carreras que ofrece la UPAV. Entonces ya no hubo punto de comparación negativa entre una y otra universidad, en cuanto a la calidad de lsu docencia pues en ambas instituciones, la mayoría del profesorado provenía de una misma universidad, la UV. Lo de la masificación, siempre fue un argumento sesgado para justificar los recortes presupuestales a las universidades públicas y abrir al libre mercado empresarial la creación de universidades privadas.
Audazmente, también solicitó a un rector de la Universidad Veracruzana, según informes periodísticos, que le permitiera utilizar los edificios de facultades los fines de semana, generalmente sin ningún uso salvo en los ocupados por la Dirección General del Sistema de Enseñanza Abierta, a fin de dar espacios más adecuados a algunas de las carreras ofrecidas en la UPAV. Su gestión no prosperó. El asunto de las instalaciones para desarrollar sus cursos fue siempre el punto medular de sus principales críticos. Zúñiga Martínez recurrió a convenios con escuelas de nivel básico y medio superior, para ocupar sus aulas los fines de semana, lo que permitió crear centros escolares hasta en las más recónditas comunidades del estado de Veracruz. Paradójicamente, numerosas sedes de carreras de la nueva universidad estatal, crearon sus sitios on line para apoyo de sus interacciones de aprendizaje de manera virtual, recurriendo a espacios de plataformas educativas en WEB 2.0.
Con una gran capacidad de trabajo, visión estratégica y singular energía, el rector de la UPAV, logró que mediante decreto emitido por el Congreso de Veracruz, la nueva institución tuviera personalidad jurídica para que sus títulos tuvieran validez ante el registro nacional de profesiones de la SEP; también abatió el singular fenómeno de la burocratización magisterial al contratar por honorarios a sus profesorado con la figura de asesor voluntario; retomó la esencia de la educación abierta que enfatiza la democratización del acceso a la enseñanza superior, mediante un enfoque denominado de pedagogía social, basado en el autoaprendizaje y el estudio colaborativo: generó un modelo innovador de gestión institucional mediante la operación de franquicias educativas para que entidades del sector privado establecieran convenios para crear, desarrollar y mantener sedes universitarias a nivel estatal y nacional; promovió un ambicioso programa editorial cuyas repercusiones ya tienen espacios en el ámbito cultural nacional; mantuvo un esquema de autofinanciamiento de programas educativos universitarios basados en la oferta y la demanda, con vocaciones regionales, que le permitió sufragar, con recursos propios, el desarrollo de la UPAV dado el escaso presupuesto que le asignó el gobierno estatal; pero lo más impresionante es el crecimiento de su matrícula y amplia cobertura para la atención de la demanda de la educación superior en nuestro país que, cierto, requiere de una rigurosa evaluación para calibrar su alcance en calidad de la enseñanza y aprendizaje de su oferta educativa, pero ya de por sí, constituye un ejemplo de como un sistema educativo operado como sistema abierto de fin de semana, es más fácil de crear, desarrollar y mantener, con mayor impacto en la población escolar, atendiendo más sus necesidades educativas y atención personalizada, que en privilegiar la parafernalia de una tecnología de élite.
